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Walking Blindly on a Minefield

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Ante la confirmación de lo que podrían ser los primeros brotes comunitarios de coronavirus en el país es necesario la implementación de una estrategia agresiva de pruebas de detección. La cantidad escasa de insumos médicos para atender una tasa alta de contagiados hace fundamental obtener información para asignar eficientemente los recursos.

El pasado 5 de abril se confirmaron 5 casos más de covid19 en Guatemala, todos circunscritos en el municipio de Patzún, Chimaltenango. La cantidad total de infectados ya supera las 7 decenas. De acuerdo con las autoridades del Ministerio de Salud, aún no se ha logrado identificar la fuente de los contagios, lo cual los convierte en los primeros brotes comunitarios en el país. Con base en la experiencia alrededor del mundo, es a partir de este momento en que el número de pacientes positivos podría incrementarse de manera exponencial.

Al hacer un análisis comparado de las medidas que se han implementado por los países para atender la crisis, casos como los de Corea del Sur o Taiwán llaman la atención por su aparente efectividad. Pese a su cercanía con China, han logrado mantener de manera más o menos estable la tasa de contagios y mortalidad por el virus. Estos países aprendieron sus lecciones y lograron identificar las mejores estrategias para “aplanar la curva” en sus experiencias con los brotes del SARS (2002) y MERS (2015). Estas son básicamente tres: testeos masivos, uso de mascarilla y trazabilidad de los casos. Para el caso de Corea del Sur, se han efectuado casi 4,000 pruebas por cada millón de habitantes. En Guatemala, apenas 874 en total.

Además de la alta contagiosidad del coronavirus, una de las razones por las cuales resulta complicado detectarlo a tiempo es que presenta síntomas muy similares a los de una gripe común. El efecto de esto es que varias personas continúan con sus actividades cotidianas y desconocen su condición. Es precisamente en este escenario en el que se produce una ola de contagios masivos. Lo anterior, sin tomar en cuenta que, en al menos un tercio de los casos positivos, los pacientes son asintomáticos. Para dar un ejemplo, en Islandia se efectuaron pruebas a toda su población y el 50% de aquellos que resultaron positivos no presentaban síntomas.

El valor de las pruebas radica en la información que nos permiten obtener. En Guatemala hay una disponibilidad escasa de camas para cuidados intensivos, respiradores, personal médico, etc. En un panorama como este, resulta fundamental identificar hacia dónde deben estar dirigidos. Si logramos comprender quién está infectado, cómo se y dónde se produjo la infección, será posible asignar los recursos de manera correspondiente.

Hay mucha incertidumbre respecto al camino que se debe tomar para evitar que nuestro ya precario sistema de salud colapse. Las pruebas nos permiten recopilar datos y por tanto es posible hacer más eficiente la toma de decisiones respecto a la asignación de recursos. Además, tomando en cuenta el grave impacto económico que una cuarentena prologada puede provocar en nuestro país, será fundamental desarrollar decisiones tácticas para reducir el impacto de la crisis.

Este es un escenario atípico en la historia de Guatemala. Ante el desconocimiento y la incertidumbre vale la pena evaluar las experiencias de otros países e intentar mejorar nuestra respuesta a partir de esos ejemplos. Antes de que las cosas mejoren, la situación empeorará y mucho. Es por esto que nos encontramos en un momento crucial y que podría determinar el éxito o no de las medidas implementadas. Será fundamental la coordinación entre el sector público y privado para la gestión y análisis de las pruebas de detección, de lo contrario estaremos a ciegas ante un campo minado.

2020 and the Easter that was not

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Nadie esperaba una Semana Santa sin procesiones, ni alfombras o el Centro Histórico y La Antigua Guatemala sin movimiento. No imaginábamos vivir un 2020 sin nuestras tradiciones y en medio de una pandemia.

Pamplona tiene las Ferias de San Fermín, Andalucía la Semana Santa de Sevilla. México tiene el Grito de la Independencia y el Día de los Muertos. Colombia tiene el Carnaval de Barranquilla; Brasil el carnaval de Río. Estados Unidos tiene el Super Bowl, el 4 de julio, Acción de Gracias y el Desfile de las Rosas.

Guatemala tiene su Semana Santa.

Sin duda, ninguna actividad en Guatemala moviliza la cantidad de personas, inyecta la cantidad de recursos económicos, expone al unísono tantos elementos propios del patrimonio artístico nacional, tiene tanto valor histórico o genera una experiencia sensorial tan completa, como la Semana Santa.

Vale la pena recordar que si bien las procesiones de Semana Santa tiene un origen religioso, con el paso de los años, el fenómeno ha trascendido a otros ámbitos de la vida social al punto en que se ha convertido en un Patrimonio propio de los guatemaltecos precisamente por su valor social, artístico y cultural.

Antigua Guatemala se colma de turistas interesados en conocer la experiencia visual de las procesiones y las alfombras. Sólo el quinto domingo de cuaresma, cuando recorre las calles empedradas la procesión de San Bartolomé Becerra, ingresan a la ciudad colonial más de medio millón de personas.

El impacto económico de la temporada es muy importante. En 2011, el buen amigo Mario García Lara junto al Grupo Satélite determinaron que la Semana Santa en Antigua genera un movimiento económico de alrededor de $85 millones de dólares (por inflación y crecimiento real debió rondar los $120 millones en 2019), los cuales se focalizan en hoteles, restaurantes, transporte, comercio vinculado al turismo, artesanías y en el sector informal. A ello sumemos los ingresos que se agencia la municipalidad por los cobros de parqueo o por ingreso al municipio y los arbitrios por asignación de locales comerciales.

En el Centro Histórico, miles de personas retoman el control sobre ese espacio público que se ha ido perdiendo ante el bullicio urbano y la delincuencia. Solo entre Jueves y Viernes Santo, se estima que la zona 1 recibe casi 1 millón de visitantes, quienes van en búsqueda de experiencias culturales que además de las procesiones, incluye la gastronomía de la época, la floristería estacional, los diseños artísticos de andas, o simplemente la experiencia de caminar por el centro en búsqueda de la procesión o del sagrario.

A ello sumemos algunos valores propios del patrimonio vinculado a la época. La imaginería de pasión guatemalteca es quizá una de las más reconocidas a nivel mundial, al punto en que obras de escultores como Mateo de Zúñiga y Juan Ganuza encontraron su camino hasta templos y colecciones privadas en Iberoamérica, España e Italia. Las marchas que se interpretan en las procesiones de Semana Santa, son -después de la marimba- el segundo mayor aporte de Guatemala a la música occidental. Obras de autores nacionales se han incorporado al repertorio musical de la semana mayor andaluza e italiana.

La relación entre la Semana Santa y la historia política del país también es de suma relevancia. La imagen de Jesús de la Merced, de la cual era devoto el Presidente Rafael Carrera, ostenta el grado de “Coronel del Ejército” y el título de “Patrón Jurado Contra las Calamidades”. En tiempos de pandemia, vale recordar que la imagen ha sido procesionada en momentos de calamidad: en 1717, salió en procesión luego de la erupción del Volcán de Fuego; en 1724 y 1774 luego de plagas de chapulines; en 1783 por la peste que acabó con el ganado y 1801 por la peste de langosta; en 1857 en rogativa por la paz ante la invasión de William Walker y los filibusteros; y en 1976 luego de los terremotos del 4 de febrero.

Desde mediados del siglo XVI a la fecha, las procesiones nunca se suspendieron. Ni siquiera en tiempos de la Reforma Liberal y su dogma secularizador y anti-clerical llegaron al extremo de cancelar procesiones.

Esta es una consecuencia extraordinaria del Covid-19. Todo el folclor que gira alrededor de la Semana Santa quedó en suspenso. Las imágenes y las andas quedaron guardadas; los espacios públicos vacíos. El derrame económico no llegó. Los platillos, los dulces y bebidas tradicionales no se prepararon. Las marchas sonaron en Spotify y no en las calles. Los 50,000 cucuruchos se quedaron en casa con las túnicas guardadas. El corozo y las jacarandas escasearon. Y ni el Patrón contra las Calamidades salió a las calles, porque a diferencia de las anteriores, esta calamidad obligó a que todos se quedaran en casa.

Para los cucuruchos y devotos religiosos, este 2020 trajo una nueva forma de hacer penitencia: no cargar y no tener procesiones. Y para todos los que amamos esta tradición tan guatemalteca, la esperanza de que al quedarnos en casa haremos posible que en 2021 estemos todos y nos saludemos en filas.

The Digital Age in Times of the Coronavirus

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En tiempos de cuarentena, internet parece ser el territorio para el encuentro social y laboral, así como también el acceso a la información, consumos culturales y religiosos.

A medida que el coronavirus se propaga exponencialmente en todo el mundo, el distanciamiento social generalizado es nuestra mejor arma contra la transmisión desenfrenada. Dadas estas circunstancias, estamos descubriendo que el teletrabajo se puede aplicar a más gremios de los que pensábamos; que las reuniones virtuales también pueden ser con amigos y con familia; y que las consultas médicas pueden hacerse por un chat. 

En tanto hace algunos meses expertos aseguraban que pasar menos tiempo en el móvil mejoran la concentración, productividad y creatividad; hoy la cuarentena nos obliga a tener una rutina donde el territorio digital tiene un rol importante en la sanidad mental y emocional de las personas y sostiene una parte de la limitada actividad que pueden tener las empresas.

Sherry Turkle, Profesora de Estudios Sociales de Ciencia y Tecnología en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, asegura que el internet, especialmente las redes sociales están migrando a un enfoque que busque crear comunidades más fuertes. Cada contenido y cada institución ahora debe presentar un por qué, una razón de ser en medio de la crisis. Deben hablar con la verdad y demostrar que están al servicio de la comunidad; especialmente los gobiernos. No se puede desperdiciar comunicación en cosas superficiales y mucho menos perder la credibilidad de los seguidores.

Los intereses por la información también han cambiado. Páginas que antes no estaban en al radar de las personas, ahora son visitadas por millones para obtener información actualizada del COVID-19, como lo son el Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades o el Centro de Recursos de Coronavirus de la Universidad Johns Hopkins.

Hemos regresado a los días en donde ser experto tiene un peso importantísimo en cualquier comunicación oficial que se realice. Ha sido fácil burlarse o criticar a los expertos hasta que llegó una pandemia, donde los principales entrevistados en medios de comunicación son médicos, epidemiológos y economistas con larga trayectoria. La crisis ha obligado a las personas a aceptar que la experiencia es importante. Y quiero creer que esto se quedará en el largo plazo y que tendrá frutos en futuras elecciones donde populistas como AMLO desaparecerán del mapa por no ser políticos capaces de manejar a un país.

Mientras descubrimos cuál será nuestra vida después del COVID-19, se está intentado predecir algunos cambios que vendrán junto con el nuevo auge de la vida digital; desde un boom de empresas enfocadas en realidad virtual hasta las nuevas teorías sobre educación en línea.

En el ámbito político Ethan Zuckerman, director del MIT Center for Civic Media, habla sobre cómo los congresos se volverán virtuales. Si bien su análisis se basa sobre el congreso americano, es un buen momento para que los congresistas o diputados en el mundo regresen a sus distritos, reconozcan mejor las necesidades de sus comunidades y comiencen a legislar virtualmente.

Incluso podríamos pensar en que las elecciones podrían realizarse de forma remota y virtual. Bolivia dejó en incertidumbre la fecha de sus elecciones por no tener claro cuándo terminará toda la crisis del Coronavirus y Estados Unidos está considerando elecciones digitales o por correspondencia. Las circunstancias del futuro ameritará re pensar las formas de la democracia.

En tiempos de cuarentena, internet parece ser el territorio para el encuentro social y laboral, así como el acceso a la información, acercamieto con líderes políticos y consumos culturales y religiosos. El ser humano se ha reinventado un sin fin de veces a lo largo de la historia para asegurar su supervivencia. Es la primera pandemia donde tenemos la carta de la tecnología y es aquí donde debemos comenzar a encontrar salidas, propuestas y cambios, tanto en la salud como en lo económico, social y político.

 

Referencias:

https://www.nytimes.com/interactive/2020/04/07/technology/coronavirus-internet-use.html
https://www.politico.com/news/magazine/2020/03/19/coronavirus-effect-economy-life-society-analysis-covid-135579

Budget Expansion: Were All Expenses Approved Urgent and Necessary?

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 El Congreso aprobó la semana pasada una ampliación del presupuesto con la excusa de contrarrestar la crisis del Coronavirus.


La semana pasada explicamos en qué consistía el paquete de ayuda que aprobó el Congreso la madrugada del pasado 3 de abril. El fin de semana aprobaron otros decretos de urgencia que también ampliaron el presupuesto. Dar seguimiento al aumento total de presupuesto se hace difícil dado que las aprobaciones se hacen por montos parciales. 

En este espacio, presentamos un cuadro que resume las ampliaciones del presupuesto que hicieron los decretos 12-2020, 13-2002 y 20-2020 y una explicación para todo público de lo que significan estos cambios.

Egresos:

Como verá, el monto total de las ampliaciones presupuestarias asciende a casi Q20 mil millones. El presupuesto original para 2020 era de Q87.7 mil millones, con lo cual estas ampliaciones aumentan el presupuesto original en un 22.6%. ¿Cómo se financiará este aumento de presupuesto? De la siguiente manera:

Ingresos:

En pocas palabras, ¿en qué se gastará todo ese dinero?

Ver las tablas es un poco confuso. Explicaremos en qué se gastarán esos casi Q20 mil millones en palabras un poco más asequibles para el público general:

  1. Plan de rescate. Por la crisis causada por COVID-19: Q. 11 mil millones. Como lo explicamos, Q6 mil millones van al Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) para transferir hasta Q1,000 a personas en situación de pobreza. Otros Q3 mil millones al Fondo de Protección del Empleo que servirá para pagar Q75 diarios a los trabajadores cuyos contratos sean suspendidos y Q2 mil millones para un Fondo de Protección de Capital y Trabajo, que serán préstamos para profesionales y empresas en problemas.
  2. Otras ayudas. Hay otras ayudas que suman unos Q4.1 mil millones. Unos Q630 millones van al INDE para apoyo a la tarifa social de energía eléctrica, unos Q400 millones son para compra de alimentos que debe hacer el MAGA y Q50 millones son para ampliar el programa de protección al adulto mayor a través del Ministerio de Trabajo. Otros Q2.7 millones van al CHN para préstamos.
  3. Salud. Uno de los temas prioritarios era apoyar al sistema de salud a salir de esta crisis. En total se le asignan Q1.6 miles de millones más al Ministerio de Salud. De esos, Q426 millones serán para pago de salarios y un bono riesgo al personal de salud. Los restantes Q1.2 miles de millones serán para infraestructura hospitalaria, ventiladores, pruebas, equipo especial de protección, entre otros. Estos Q.1.6 millones apenas representa el 8% del total de ampliaciones presupuestarias.
  4. Salarios. Esta es la parte más criticable del paquete. Aquí no tenemos en cuenta los salarios del sistema de salud para quienes es comprensible el aumento de salarios. Aquí se aprobó una ampliación de Q1 mil millones para pagar los aumentos salariales que negociaron Jimmy Morales y Joviel Acevedo en su momento. Hay otros Q450 millones que van para salarios del Ministerio de Gobernación, mismos que uno puede justificar cuando las fuerzas de seguridad trabajan 24/7 por el estado de calamidad. Pero el millardo que va para el sindicato de educación es muy cuestionable.
  5. Planes de gasto público. Otro de los objetivos de estas ampliaciones presupuestarias es “impulsar” el gasto público que suman unos Q.1.3 miles de millones. En ese sentido, hay un monto de Q600 millones que irá a los Consejos Departamentales de Desarrollo (CODEDEs). Lamentablemente, la corrupción en los CODEDEs es enorme y lo más probable es que esos Q600 millones sean un botín que se repartirán los actores involucrados. También hay un presupuesto de Q724 millones para que el Ministerio de Comunicaciones ejecute varias obras.
  6. Fortalecimiento a la justicia. Se aprobaron unos préstamos que sumando llegan a Q1 millardo para fortalecimiento y modernización del sector justicia. Eso incluye un préstamo por US$60 millones para el MP y fondos para la cuestionable Oficina para la prevención de la tortura y la inoperante Contraloría de Cuentas. Eran compromisos previamente adquiridos.
  7. Servicio de la deuda. Hay Q1.2 miles de millones para pagar el servicio de la deuda pública. Quizá el único comentario que se puede hacer es si en ese rubro cabía la posibilidad de negociar algún acuerdo con los acreedores institucionales para demorar el pago de intereses dada la situación actual.

 

Como podrá apreciar el lector, hay una parte considerable de los gastos que se pudo cuestionar oportunamente. Es el caso del presupuesto para pagar al sindicato de educación. Por otra parte, hay fondos que tendrán un destino poco transparente como el dinero que irá a los CODEDES. 

Nadie puede cuestionar que los paquetes de rescate económico eran necesarios dado que una parte importante del sector productivo está paralizado por las medidas de distanciamiento social. La gran pregunta será, ¿será capaz el gobierno de ejecutar esos ambiciosos planes de ayuda? ¿llegará la ayuda a los más necesitados a tiempo y de forma transparente? ¿llegarán esos créditos a las empresas que lo necesitan de forma oportuna? ¿o cerrarán muchas empresas antes de que la ayuda llegue? Esperemos por el bien de nuestro país que el gobierno tenga éxito.

Facing the Coronavirus: the reality of the Guatemalan health system

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El panorama para Guatemala frente a la crisis del COVID-19 no es alentador, nuestro éxito para enfrentar esta pandemia dependerá de la capacidad del gobierno de implementar medidas de emergencia y contención.

El sistema de salud guatemalteco vive en una permanente crisis provocada por la falta de recursos, el saqueo permanente del presupuesto del Estado y la falta de capacidades para diseñar e implementar políticas públicas que atiendan eficientemente las necesidades de salud de la población.

La crisis del COVID-19 colapsó los sistemas de salud de Italia y España, los cuales, según la Organización Mundial de la Salud, ocupaban los puestos 2 y 7 en el ranquin de los mejores sistemas de salud del mundo; Guatemala ocupa el puesto 78 de 100 países. Debemos estar conscientes que nuestro sistema de salud no tiene la capacidad de enfrentar esta emergencia. 

Con la aparición de un primer caso de posible contagio comunitario en Patzún, Chimaltenago; Guatemala podría comenzar a enfrentar la fase de aceleración de la epidemia. Ha llegado el momento de poner nuevamente la voz de alerta sobre el sistema de salud que nunca construimos.

Para el año 2016, el sistema de salud guatemalteco estaba compuesto por el sector público en el cual el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social atendió al 47.27% de la población, el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social al 12.12% y Sanidad Militar y el Hospital de la Policía Nacional Civil al 1.21%. Por su parte, el sector privado atendió al 10.3%  de la población.

Estos datos reflejan que un 29.1% de la población no fue atendida por ningún servicio de salud formal. Estamos hablando de 4.8 millones de personas que seguramente no tienen acceso a servicios ni a tratamientos de salud o se automedican para evitar visitar un servicio de salud público o privado. 

Una gran mayoría de estas personas con acceso insuficiente o nulo a servicios de salud, residen en área rurales, mayoritariamente indígenas. Estás poblaciones además tienen muchos años afectadas por la pobreza, la insalubridad y los altos índices de desnutrición crónica, lo que reduce su capacidad de enfrentar cualquier enfermedad. 

Guatemala además cuenta con apenas 0.4 médicos por cada 1,000 habitantes. España e Italia cuentan con 4.1 por cada 1,000 habitantes, El Salvador tiene 1.6, Costa Rica 1.1, Panamá 1.6, Chile 1.1 y Colombia 2.1 médicos por cada 10,000 habitantes. El departamento de Guatemala concentra al 73% de todos los médicos del país, eso es 1 médico por cada 348 habitantes. En el otro extremo está Quiché, en donde hay 1 médico por cada 11,489 habitantes. 

Según el Banco Mundial, existen en el país 0.6 camas hospitalarias por cada 1,000 personas. Como dato comparativo Italia tiene 3.4, España 3.0, El Salvador 1.3, Costa Rica 1.2, Panamá 2.3, Chile 2.2 y Colombia 1.5 camas hospitalarias por cada 1,000 habitantes.

Los países que están teniendo algunos éxitos contra esta enfermedad, lo han hecho explotando las capacidades de sus sistemas de sanidad públicos. Guatemala es el país con el menor gasto público en salud como porcentaje del PIB de Centroamérica. Además el gasto total en salud de Guatemala es mayormente privado, como muestra el siguiente cuadro.

 

Guatemala es el único país en la región en donde el gasto privado es mayor al publico, sin embargo, en 2017, el sector público atendió precariamente a más de 10 millones de personas y el sector privado apenas a 1.7 millones. 

Lo que nos muestran los datos anteriores es que, en las condiciones económicas actuales, en donde la capacidad de gasto de muchas personas podría verse muy afectada debido a la paralización de la economía y la consecuente pérdida de empleos, un país como Guatemala se podría ver en serios problemas, pues la mayor parte de su gasto en salud se realiza en el sector privado y esto deja a una gran cantidad de población desprotegida, a merced de un sistema de salud público que ya se encuentra sobrepasado.

De hecho, desde hace muchos años tenemos datos y ejemplos de cómo los hospitales del sistema nacional de salud público están rebasados en sus capacidades, esto ha sido advertido por el Ministerio de Salud y reportados por los medios de comunicación:

  • En menos de 5 años la demanda de servicios de salud se incrementó en 10 millones de consultas pasando de 19.3 millones a 29.1 millones en 2016 y el 87.75% de las mismas fueron atendidas por el sector público, lo que llevó al colapso de varios hospitales y centros de salud en ese año.
  • La atención del Hospital General del IGSS superó su capacidad instalada. Al 31 de diciembre de 2015 habían sido trasladados 1,050 pacientes al Centro Médico Militar
  • Al año 2016, los hospitales del país tenían una capacidad operativa de 2.6 millones de casos y habían atendido 2.2 millones, operando, en promedio, a un 85% de su capacidad.
  • También en 2016, el hospital público de Jalapa, que tenía una capacidad instalada de 80 camas, para atender 29,200 casos, terminó el año con 36,205 casos, lo que significó operar en un 124% de su capacidad; en ese mismo año 6 hospitales más se encontraron funcionando en más de un 90% de su capacidad instalada. 
  • También el Hospital del IGSS en Izabal reportó la atención del 108% de casos que puede atender según su capacidad instalada (IGSS, Boletín estadístico de salud 2013). 

El panorama para Guatemala frente a la crisis del COVID-19 no es alentador, nuestro éxito para enfrentar esta pandemia dependerá de la capacidad del gobierno de implementar medidas de emergencia y contención que han resultado exitosas en otras latitudes y de lograr que los ciudadanos cumplan con las disposiciones gubernamentales. Dos tareas nada sencillas en un país con institucionalidad precaria.

El mundo del futuro cercano, con otras pandemias al acecho, demanda una reflexión profunda sobre la necesidad de salud pública de calidad, especialmente en países como Guatemala en donde la salud ya estaba en crisis antes de la pandemia.

Extreme measures for an unprecedented crisis

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No se puede decir que cuidar la salud es humano y cuidar la economía es frívolo. Si la economía de un país cae, los costos humanos son igualmente dramáticos. 

Conforme avanzan las semanas los efectos del Coronavirus son más dramáticos. El número de contagiados cambia a cada hora y Estados Unidos se ha convertido en el nuevo epicentro de la pandemia. El último informe de la Casa Blanca sobre el tema advierte que podrían ser entre 100 mil y 240 mil el número de fallecidos por este virus.  Estamos a las puertas de lo que podría convertirse en una de las peores tragedias que enfrente la humanidad en el último siglo.

Desafortunadamente, la tragedia no es solo por la pérdida de miles de vidas, sino también lo es por las serias dificultades económicas que enfrentarán millones de personas alrededor del mundo. Solo en Estados Unidos, más de 3 millones de trabajadores reclamaron el seguro de desempleo en la semana del 16 al 21 de marzo. Las estimaciones más fatalistas indican que hasta 47 millones de personas podrían perder su empleo en Estados Unidos en los próximos meses; es decir, un tercio de la fuerza laboral estaría desempleada, algo jamás visto en la historia de ese país.

Efectos para Guatemala

Los efectos para Guatemala podrían ser igualmente desastrosos. Para empezar, las remesas podrían experimentar una fuerte caída. En la crisis 2007-2009 estas cayeron 9.3% y en aquella ocasión el desempleo hispano en Estados Unidos pasó de 4.8% a 13%. En esta oportunidad el desempleo podría alcanzar niveles récord y la caída en las remesas podría ser drástica. Según la OIM, más de 6 millones de guatemaltecos se beneficiaron de los más de $10,500 millones que ingresaron en remesas durante 2019. ¿Qué sucedería si las remesas cayeran 20%, 30% o 40%? Los efectos serían graves para muchas familias guatemaltecas.

Las exportaciones también se verán afectadas. Un tercio de nuestras exportaciones tienen como destino Estado Unidos y otro tercio México y Centroamérica; todos países vulnerables y que seguramente enfrentarán crisis económicas. En este contexto, las exportaciones podrían caer un 10% este año, en un escenario bastante conservador.

Por otra parte, el sector turismo sufrirá pérdidas cuantiosas. Aún cuando la situación se “normalice” en los meses de mayo o junio, muchas personas alrededor del mundo no querrán o no podrán viajar en los siguientes meses por temor o por limitaciones económicas. En lo que resta del año podrían desaparecer muchas empresas relacionadas con la industria turística a nivel mundial y por supuesto, también en Guatemala; afectando principalmente a comunidades del interior que depende totalmente de esta actividad. Hoteles, restaurantes, centros turísticos, agencias de viajes, entre otros, podrían entrar en quiebra y no recuperase.

Además de los factores externos, se deben agregar los efectos de estas cuatro semanas de suspensión de actividades en el país. Para muchas micro y pequeñas empresas, esta medida representa la quiebra. Las personas que sobreviven en la informalidad están enfrentando una situación muy crítica ante la paralización de actividades. Y las empresas grandes también están sufriendo. Si las empresas gigantes de Estados Unidos están atravesando problemas de liquidez, no digamos las empresas “grandes” de Guatemala.

¿Qué podemos hacer ante esta situación crítica?

Lo primero es que las medidas que se tomen para detener el avance del virus inflijan el menor daño posible a la economía. ¿Que habrá costos económicos que se tienen que asumir?, por supuesto. ¿Que se tienen que hacer sacrificios extraordinarios?, no cabe la menor duda. Se debe exigir estrictas medidas de seguridad a las empresas para que cuiden la salud de sus empleados. Algunos sectores tendrán que seguir suspendidos. Pero no se puede “apagar” toda actividad económica, porque eso representaría una crisis humanitaria de desempleo y hambre en los próximos meses a niveles nunca vistos.

En ese sentido, no se puede decir que cuidar la salud es humano y cuidar la economía es frívolo. Si la economía de un país cae, los costos humanos son igualmente dramáticos. Se deben atender las dos variables, por el bien de todos los guatemaltecos.

Lo segundo es que dado el costo económico que tendrá esta crisis, se tienen que tomar medidas extraordinarias. Las medidas encaminadas a brindar un cheque por Q1,000 o Q1,500 a las personas más necesitadas, por los próximos tres o cuatro meses son acertadas. Lo importante es que se focalicen en quienes de verdad lo necesitan y que sea totalmente transparente.

Por otro lado, se deben crear mecanismos de crédito blando para pequeñas y medianas empresas. La crisis que están atravesando estas empresas no se debe a un mal manejo o irresponsabilidad; es por una catástrofe humana que ha paralizado el mundo entero. En ese sentido, se deben hacer todos los esfuerzos posibles por brindarles la liquidez necesaria para que sobrevivan.

También debe considerarse hacer una reducción temporal en los impuestos a las empresas formales, con el objetivo de facilitarles liquidez y que no se vean en la necesidad de despedir empleados. Se debe procurar preservar el empleo formal en el país, sobre todo porque es sumamente escaso.

Por último, es urgente que se activen proyectos de infraestructura que mejoren nuestra competitividad, de cara a la recuperación de la economía.  Para ello es de suma importancia reformar el marco legal de las Alianzas Público-Privadas, con el fin de quitarle el poder arbitrario que tiene actualmente el Congreso para extorsionar a las empresas interesadas en participar en esta modalidad. Será imposible concretar los proyectos de gran envergadura que están en planificación, si los diputados siguen con la desvergüenza de siempre.

Todas estas medidas requieren recursos. Debemos tener la flexibilidad para aceptar que el déficit fiscal será mayor al que usualmente estamos acostumbrados. Vivimos una crisis global en la que se tienen que tomar medidas extraordinarias. Por supuesto, en estos momentos resulta ofensivo que muchos funcionarios públicos pretendan aumentos o “bonos de riesgo”. Los recursos del Estado deben destinarse para los millones de guatemaltecos que se quedarán sin ingresos en las próximas semanas y meses.

La crisis que viene es de gran envergadura y para enfrentarla exitosamente, requiere de flexibilidad, creatividad y responsabilidad en las políticas públicas.

 

Artículo publicado originalmente en Prensa Libre: https://www.prensalibre.com/economia/fund-libertad-y-desarrollo-como-combatir-el-coronavirus-sin-apagar-la-economia/

1918: Lessons for today's world from the last great pandemic

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Creyó ver el mundo entero asolado por una epidemia espantosa y sin precedentes, que se había declarado en el fondo de Asia y se había abatido sobre Europa. Todos habían de perecer, excepto algunos elegidos

Fyódor Dostoievski, Crimen y castigo (1866)

 

Como humanidad, no habíamos vivido una pandemia en 102 años. Hoy en día, no hay nadie vivo que tenga memoria de una pandemia, por ende, la única forma de conocer sus efectos en la vida cotidiana y los cambios sociales que produjo es a través de las fuentes históricas que asentaron el testimonio para la posteridad.

Por ejemplo, de lo primero que llama la atención es que, al igual que el coronavirus, la influenza de 1918 fue subestimada en un principio en cuanto a su letalidad y su capacidad de propagación. Las cifras más conservadoras de decesos globales calculan que, en un lapso de 15 meses, perecieron alrededor de 21.6 millones de personas en todo el mundo[1] [2] (pero incluso algunas otras estimaciones hablan de 50 millones y hasta 100 millones de muertes).

Sorprendentemente, en los inicios de aquella pandemia, los expertos pensaban que el virus ─al presentar en un principio los mismos síntomas de la gripe común─ no constituía una amenaza grave que debiera ser tomada en serio. Como se indica en el periódico estadounidense The Sun, el domingo 4 de agosto de 1918 (traducción propia):

Influenza española generalizada, pero no grave

La gripe española parece ser generalizada en una parte considerable de Europa. Si bien se le prestó especial atención después de su brote en España hace unas semanas, no cabe duda de que se ha convertido en una epidemia muy severa en Alemania, Austria y los territorios ocupados por el Poder Central durante los últimos dos años (…) Según el Dr. Friedrich Kraus, especialista de Berlín:

“Creo que no hay razón para alarmarse a pesar de que tenemos que lidiar con los casos en masa (…) Hasta ahora no tenemos un remedio seguro y lo mejor es que las víctimas pueden ir a la cama y tomar todas las precauciones habituales. La enfermedad no es grave cuando no se presentan complicaciones” (…)

Sir Arthur Newsholme, director médico de la Junta de Gobierno Local, al analizar el brote en Londres, dice: "La gripe actual no es tan grave como en la gran epidemia de 1899-1902. La infección se transmite por estornudos y tos, y cualquier medida general de aislamiento es impracticable, excepto: el aislamiento doméstico del paciente individual, que siempre debe practicarse. Tan pronto como aparezcan los síntomas, el paciente debe irse a la cama y permanecer aislado de los demás al menos de cuatro a cinco días. Se debe tener cuidado para evitar la fatiga excesiva o el frío durante la convalecencia, ya que una recaída puede ser más peligrosa que el ataque original ".

Las similitudes, cien años después, con la cobertura de la prensa internacional a inicios de 2020, cuando el virus aún se encontraba en su fase inicial, son sorprendentes. Hoy en día, además de tomarlo con incredulidad y subestimar la capacidad mortal del coronavirus, alegando que otros virus como la influenza y otros eventos como las muertes por accidentes de carros, son mucho más letales; se proclama una excesiva confianza en los sistemas públicos de salud y en los adelantos médico-científicos para hacer frente una “eventual pandemia”.

Si bien no se trata de establecer paralelismos exactos, sí es evidente que pudimos haber importado ciertas lecciones de la pandemia de 1918 para no cometer los mismos errores de aquel:

  1. El acceso a la información y la lucha contra la censura es clave
    En tiempos de la pandemia de 1918, la desinformación y la censura de la prensa fueron el catalizador de su rápida propagación en el mundo. De hecho, es por esa y no por otra razón que se llama “Gripe Española”[3]: porque al ser España un país neutral durante la Primera Guerra Mundial se convirtió en una fuente primaria de información sobre la pandemia frente la censura que aplicaban las demás potencias en conflicto, que ocultaban la cifra de decesos e infectados. Incluso en los países que no eran sujetos de la censura por la guerra, en la mayoría de la prensa de la época encontramos avisos educativos sobre la higiene de las manos y el cuidado de los gérmenes, pero muy poca información sobre la escala verdadera de la pandemia[4]. Incluso, los editores de periódicos australianos aplicaban la “auto-censura” y la “cláusula moral” en cuanto al uso de la palabra “plaga” para referirse a la pandemia, e intentaban presentar las noticias de la forma más positiva posible, evitando incluso asociaciones con la “peste negra”[5].

    Actualmente, con la crisis del COVID-19, varios periodistas y médicos han cuestionado la actuación de la República Popular China, que desde la aparición del virus en diciembre, ha aplicado sistemáticamente la censura y la persecución a quienes advertían de la pandemia, bajo el argumento de que se “perturbaba la paz social”. Hoy es claro que la censura del régimen comunista chino, escondió la extensión de la pandemia por semanas y para ese momento ya miles de personas con el virus habían viajado a Estados Unidos e Italia, que actualmente son los mayores focos de coronavirus en el mundo. Una informe reciente de la reconocida organización no gubernamental Reporteros Sin Fronteras, ha puesto en evidencia la represión del régimen chino a quienes informaron sobre la pandemia y también un estudio de la Universidad de Southampton ha sugerido que el número de casos de COVID-19 en aquel país pudo haberse reducido un 86% si se hubieran tomado las medidas de aislamiento y cuarentena al menos 20 días antes de lo que se tomaron, en lugar de estar ocupados ocultando información y encarcelando a quienes hacían pública la gravedad de la pandemia. En ese sentido, queda demostrado que la prensa libre, la libertad de expresión y los medios de comunicación locales, son esenciales no sólo para las democracias y la rendición de cuentas, sino que también es vital para evitar crisis de salud pública de la magnitud de esta pandemia. 

     
  2. Más multilateralismo, integración y globalización, no menos
    Los historiadores suelen ubicar el fin de la primera globalización (1870-1920), precisamente unos años después de la Primera Guerra Mundial[6] [7] y, desde luego, de la pandemia, que sería una más de las tantas justificaciones para levantar fronteras y virar duramente de una economía global basada en el patrón-oro, hacia las economías nacionales. Luego del “final estremecedor” de la primera globalización, cobró mucha más fuerza el estallido de los nacionalismos y los extremismos, continuó la rivalidad militar entre potencias y emergió fortalecido el aislacionismo y la preeminencia del Estado-nación sobre la globalización. Un ejemplo de esta tendencia anti-globalización fue que precisamente durante la Gran Guerra y la pandemia, surge el pasaporte[8] de hoy en día, básicamente en un principio para controlar los flujos de personas y la migración hacia los países en conflicto, pero incluso después de la guerra estos controles se mantuvieron, y se convirtieron en procedimiento estándar hasta el día de hoy.

    Hoy, nos enfrentamos a un escenario similar donde movimientos como el euroescepticismo, el separatismo, el autonomismo, el Brexit y los populismos de todo cuño parecen exacerbar cada vez más un malestar hacia la globalización con discursos polarizantes y anti-sistema, que comienzan a debilitar y atomizar las democracias liberales basadas en el consenso. Todo apunta a que nos dirigimos de nuevo como humanidad a una era de nacionalismos y fronteras cerradas, con mucho más controles biopolíticos con permisos sanitarios que impactarán en el libre desplazamiento de personas por el mundo.

    Es por ello que en lugar de repetir los mismos errores, hoy en día se hace imprescindible apelar al espíritu global y a los beneficios civilizatorios de la globalización tanto en términos económicos, de crecimiento, desarrollo y mejoramiento de nuestro nivel de vida, de expansión comercial, de innovación tecnológica, perfeccionamiento de las comunicaciones; e incluso beneficios más intangibles como el intercambio cultural, el mantenimiento de la paz y la gobernanza y la perspectiva de Derechos Humanos universales.
     
  3. Repensar los modelos de sanidad pública y privada
    La idea de sanidad pública universal ─si bien nace en la Alemania de Bismarck hacia finales del XIX y en la Inglaterra de Beveridge a principios del XX─ se concreta finalmente en Europa y en muchos países del hemisferio, a partir de la pandemia de influenza de 1918; así como también la idea de cobertura de pólizas de salud de empleadores hacia sus empleados, que se implementaría mayormente en los Estados Unidos a partir de la década de 1920 hasta nuestros días. Asimismo, se desarrolló la epidemiología como disciplina y muchos países comenzaron a recopilar estadísticas con información sobre las infecciones (e incluso enfermedades crónicas), para así desarrollar políticas de salud. A partir de 1920, también como resultado de la pandemia, los gobiernos comienzan a crear y re-organizar ministerios de sanidad y desde entonces, líderes y expertos en salud pública comenzarían a formar parte de los gabinetes de gobierno. De tal suerte que (sobre todo en los países del hemisferio occidental), el estado de salud de una nación, con el tiempo, pasaría a ser un rasgo o un “indicador” de su estatus civilizatorio y de modernidad[9].

    En el presente, especialmente en la mayoría de los países desarrollados, repensar el modelo de sanidad no se trata de reducir el gasto sanitario, pero sí ─por ejemplo en el caso de Estados Unidos─ de racionalizar la demanda sanitaria para hacer la cobertura más accesible a todos. Si bien está comprobado y muchos concuerdan en que la medicina preventiva es la que garantiza más bienestar social en el largo plazo, hoy se evidencia si no hay quien racionalice la demanda sanitaria, ésta se va a disparar y se va a volver impagable e inaccesible para la mayoría de la población[10]. En el caso europeo, si bien la cobertura es más universal y accesible a la población porque el gasto y la demanda sanitaria es racionada fuertemente desde el Estado[11]; consecuentemente, la oferta de servicios sanitarios es más limitada y restrictiva que la estadounidense. 

    Por otra parte, América Latina y las demás regiones en vías de desarrollo van a ser las más afectadas en esta pandemia porque son las regiones que menos gozan de cobertura sanitaria pública y privada para su población. Esta región, en su mayoría, tiene sistemas de salud débiles y disfuncionales que incluso en una situación de normalidad están sobrepasados, y que lo más probable es que después de esto, queden totalmente colapsados. 

    Esta crisis debe ser un llamado de atención para todos los países del mundo que están siendo afectados por la pandemia para que se replanteen los modelos de sanidad pública y privada y para que el sector público, el privado, la academia, las ong’s y los organismos multilaterales, encuentren soluciones al viejo dilema de la salud y la sanidad gratuita y universal como derecho humano versus la salud como un bien con valor económico que debe cubrir una demanda y ser eficiente.

 

  1. Contener el gasto público, la inflación y el tamaño del Estado. 
    Luego de la Primera Guerra Mundial y la pandemia de 1918, vino lo que se conoce como el Período Entreguerras, que se caracterizó en sus primeros años, principalmente por continuas crisis económicas, que llevaron a países como Austria, Hungría y Alemania al pánico financiero y al caos social. Antes de la Gran Guerra, el patrón-oro era el principio regidor más poderoso del capitalismo global. Cuando éste llegó a su fin, las economías nacionales giraron al proteccionismo y antepusieron sobre el libre comercio, el “comercio justo” y las barreras comerciales. Además, las naciones europeas se endeudaron con créditos a los Estados Unidos para poder financiar la guerra y la recuperación, que sólo pudieron enfrentar imprimiendo dinero: el resultado fue una oleada de brutales inflaciones e hiperinflaciones, que destruyeron las monedas, las economías, la capacidad de ahorro e incluso el tejido social de las naciones europeas[12]. Los efectos de esta devastación económica fueron el descrédito y el desprestigio a los políticos tradicionales y a los grandes capitalistas que “parecían ignorar el sufrimiento que la hiperinflación impuso a las clases medias y trabajadoras”[13]. El resultado fue una desafección absoluta hacia la democracia y una inclinación hacia opciones políticas autoritarias, siendo el ejemplo paradigmático la República de Weimar y el surgimiento del nazismo en Alemania.

    En 2020, el reto es evitar que los gobiernos, para enfrentar la crisis del COVID 19, aumenten el gasto público y lo financien con déficit fiscal, endeudamiento y, consiguientemente, con devaluación e inflación. También que impongan rigideces laborales y controles de precios que afecten los incentivos y la productividad del sector empresarial, y que disparen el desempleo, la escasez y hagan colapsar la economía. Sin embargo, ya muchos países han anunciado paquetes de rescate económico ante la crisis que parecen apelar a la vieja fórmula antes descrita.

 

Seguro habrá más lecciones que se nos escaparon nombrar en este ensayo, lo cierto es que pareciera que aprendimos poco o nada del siglo XX. Un siglo que no dejó de demostrarnos nunca que la moderna confianza en la idea de progreso no era más que un espejismo y un engaño. Y que aquellos “raptos de barbarie” que solíamos creer lejanos de nuestra cúspide civilizatoria, lamentablemente siempre están latentes en las sociedades, esperando brotar en el momento menos esperado.

 


Referencias: 

[1] Spinney, Laura. Pale rider. The spanish flu of 1918 and how it changed the world. New York. Public Affairs. 2017. Pp. 149

[2] Barry, John. The great influenza. The epic story of the deadliest plague in history. New York. Penguin Books. 2004. Pp. 8

[3] De hecho, de todas las teorías sobre el origen de la “gripe española”, la evidencia epidemiológica apunta  a que se originó realmente en los Estados Unidos, en la base militar de Camp Funston, en Haskell County, Kansas, en marzo de 1918 (Spinney, Laura. Ob Cit. Pp. 137)

[4] Spinney, Laura. Pp. 88

[5] Barry, John. Ob Cit. Pp. 228

[6] JUDT, Tony. Algo va mal. Barcelona. Taurus. Pp. 131

[7] FRIEDEN, Jeffry. Capitalismo global. Barcelona. Crítica. Pp. 173

[8] Judt, Tony. Thinking the twenty fist century. Pp. 16

[9] Ídem.

[10] “A View of Health Care from Around the World” https://www.wickhamservices.com/2014/08/view-health-care-around-world/

[11] En Europa, bien sea a través del modelo de sanidad pública (modelo Beveridge, que es el que tienen España, Inglaterra y los países nórdicos) o del modelo de seguros obligatorios estatales (modelo Bismarck en Alemania).

[12] FRIEDEN, Jeffry. Ob Cit. Pp. 182

[13] Ídem.

The new normal: the world after the Coronavirus

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Nadie esperaba los cambios del 2020. No podíamos imaginar que hoy estaríamos afrontando una pandemia, el encierro y la incertidumbre. 

Si alguien hubiera preguntado hace diez meses cómo sería el 2020, seguramente alguien habría hablado de sus planes educativos, financieros o de negocios, otros se habrían referido a los vientos políticos mundiales, algún evento deportivo o a la continuación de los problemas sociales de la humanidad.

Nadie podía decir en aquel momento que tenía soluciones para el futuro, pero al menos creíamos tener certeza. No podíamos imaginar que hoy estaríamos afrontando una pandemia, el encierro y principalmente enfrentando a la incertidumbre. Una como la que no habíamos visto en mucho tiempo y que presenta una serie de riesgos importantes. 

Retrocesos en el proceso de globalización

La revista Foreign Policy publicó recientemente un artículo en el cual se refería a las políticas de cierre de fronteras para el libre paso de personas y bienes como un regalo para los movimientos nacionalistas o proteccionistas que venían avanzando en el mundo en años recientes.  

Según el autor, después de la crisis podría fortalecerse la idea de gobiernos que priorizan lo nacional por encima de la cooperación armoniosa entre países. Incluso en la Unión Europea, famosa por sus altos niveles de interconexión, Francia y Alemania han prohibido la exportación de mascarillas, aplicando excepciones al libre comercio en una región exitosamente integrada.  

La globalización será una idea difícil de vender en un mundo que ve nuevos riesgos en la excesiva interconexión que viene a sumarse a la xenofobia y a la dificultad que tienen los países para enfrentar la migración.

Discusiones sobre el tamaño y capacidad del Estado

En este momento de crisis la gente volteó a ver a sus gobiernos para resolver el problema. Al hacerlo algunos países se encontraron con gobiernos capaces pero sobrepasados por la situación, mientras que otros se encontraron totalmente desamparados pues jamás se preocuparon por construir gobiernos eficientes.

La tentación frente a una crisis de esta magnitud, es que las democracias del mundo occidental se decanten por Estados más grandes, burocráticos, policiales pero no necesariamente más eficientes. Es un riesgo real que se comiencen a experimentar retrocesos para la libertad y que se construyan gobiernos que priorizan su capacidad de actuar por sobre las libertades individuales. Esto podría romper el sano balance que habían alcanzado algunos países que tenían gobiernos eficientes mientras mantenían índices aceptables de libertad.

Mayor descrédito sobre la democracia

¿Pudo el régimen autoritario chino enfrentar mejor la crisis que el mundo democrático? Probablemente sí, sin embargo, para creerlo tenemos que confiar en los datos que proporciona un gobierno que silenció al médico que intentó poner la voz de alarma sobre lo que estaba pasando y que fue citado a mitad de la noche para una reprimenda por su exabrupto. El doctor Li Wenliang moriría poco tiempo después por el Coronavirus.

Los elogios que recibe el régimen autoritario chino, son elogios al autoritarismo de un régimen que tiene poco respeto por los derechos humanos y que, como recuerda el New York Times en este artículo, ha atacado sistemáticamente al periodismo, las redes sociales, las organizaciones no gubernamentales y a todo aquello que pueda obligarle a rendir cuentas.

Los chinos usaron la capacidad represiva de su Estado autoritario para intentar ocultar el problema mientras pudieron y también tomaron muchas malas decisiones, de allí el peligro de tenerles como ejemplo frente a la crisis. Siempre será más difícil atender problemas sociales en democracia, como hace buena parte del mundo occidental, pero es preferible en el largo plazo. No es casualidad que los gobernantes que menos aprecio muestran por la democracia sean lo que parezca que mejor están manejando esta crisis.

El nuevo normal

El mundo experimentará retrocesos sociales importantes, los países ricos lucharán por reconstruir sus economías con ciudadanos más temerosos, un efecto natural de la incertidumbre. Mientras los países pobres saldrán de esto más pobres y con mayores dificultades para enfrentar sus problemas históricos.

Muchas personas coinciden en que la humanidad tiene buenas posibilidades de salir adelante, al menos la mayor parte de la humanidad. Pero esto depende completamente de las decisiones que tomen los políticos del mundo, decisiones que inevitablemente cambiarán el curso de la historia. Sin importar el desenlace que tenga la crisis, el costo humano, económico, político y social que tendrá la pandemia nos llevará a vivir en un mundo muy distinto al que conocemos hoy, un mundo de mayor incertidumbre.

Coronavirus and economic impact: an expert panel is necessary

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¿Cuál es el impacto económico de la crisis del Coronavirus y cuáles son sus soluciones? 

La pandemia del COVID-19 es una de las peores de nuestra historia reciente. Algunos trazan paralelos con la pandemia de la influenza española de 1918-1920 que llegó a causar 39 millones de muertes, un 2% de la población mundial de entonces.

Impacto económico

Está por verse cuál será el desenlace en términos de sanidad, aún es muy pronto para saberlo. Pero lo que sabemos ya es que las medidas de confinamiento que se han impuesto en varios países tienen efectos económicos muy fuertes.

Por un lado, hay un shock en la oferta de bienes, pues el parón de actividades hace que el mundo vea mermada su producción. Naturalmente hay un shock de demanda porque las personas no pueden consumir ciertos bienes o servicios porque no están disponibles y, a medida que pasa el tiempo, porque ven una merma en sus ingresos como consecuencia de la inactividad productiva de las empresas. 

Las soluciones a este drama económico no son sencillas. Los expertos en materia económica de las naciones desarrolladas tienen discusiones serias y los equipos asesores de los gobiernos han emprendido poderosos paquetes de ayuda.

EE. UU. toma medidas equiparables a las de la recesión de 2008

La Reserva Federal de EE.UU. ha anunciado y tomado medidas similares a las vistas durante la crisis de 2008: la compra de US$700 millardos de deuda del tesoro y de activos respaldados por hipotecas, recorte del tipo de interés de fondos federales en 1 punto porcentual, reactivación el Primary Dealer Credit Facility y del Term Asset-Backed Lending Facility, estos dos últimos paquetes fuertes de inyección de liquidez.

El gobierno de EE.UU. aprobó el 6 de marzo la Coronavirus Preparedness and Response Supplemental Appropriations Act donde asignó US$8.6 millardos para equipo médico y de salud, aprobó el pasado 18 de marzo la Families First Coronavirus Response Act donde se destinarán aproximadamente US$183 millardos para financiar pago de licencia por enfermedad a los trabajadores, ampliar los beneficios de desempleo, financiar pruebas gratuitas de coronavirus y dar ayuda alimentaria y médica a las personas afectadas por la pandemia. Ahora mismo se discute en el senado otro paquete de US$2 billones en ayudas adicionales.

En Europa

El viejo continente vemos que los gobiernos despliegan sus arsenales para hacer frente a la crisis que puede ocasionar la pandemia. El Alemania, el gobierno anunció que pondrá a disposición €500 millardos para financiar empresas afectadas por la inactividad, dará créditos a la exportación y el Bundestag discute una ley para ampliar los subsidios a trabajadores afectados por la crisis en ampliación del kurzarbeitergeld.  Este programa permite la reducción de horas de trabajo de los empleados y el gobierno acababa pagando el equivalente 2/3 del salario del trabajador en compensación por la reducción de horas trabajadas.

En Francia, Macron ha ofrecido apoyo presupuestario ilimitado para apoyar empresas y trabajadores afectados por el cese de operaciones que conllevan las medidas para combatir la pandemia. Ha ofrecido un mecanismo de ayuda para trabajadores desempleado por esta crisis y sus municiones para apoyar la economía incluyen tambíen €300 millardos de garantía a préstamos bancarios e incluso se plantean comprar acciones de empresas en serios aprietos como Air France.

En el Reino Unido Boris Johnson ha prometido hacer “lo que haga falta” para sostener la economía. Londres estableció un paquete de ₤330 millardos para garantizar préstamos directamente financiados por el Banco de Inglaterra para grandes compañías y una abolición por un año de impuestos a la propiedad para todas las empresas en sectores afectados. Habrá subvenciones disponibles para compañías pequeñas y un ofrecimiento de 3 meses de gracia a los créditos hipotecarios.

Guatemala: el Congreso no tiene la capacidad para articular soluciones

Lo anterior es simplemente un repaso a las medidas extraordinarias que se plantean las naciones ricas. Ni por asomo el Estado de Guatemala tiene la capacidad de emprender tan titánicas políticas (tampoco son todas medidas apropiadas).

Sin embargo, sirva lo antes expuesto para señalar la magnitud del problema. En estos momentos el Congreso ha creado una comisión especial para discutir medidas legislativas para paliar la crisis. Lo que hay es una serie de propuestas bien intencionadas, pero no hay un plan articulado.

El presidente está ocupado apagando los fuegos que genera el seguimiento al Coronavirus y durante su visita al Congreso hizo peticiones muy generales: ampliación presupuestaria (ya la había pedido antes), ley de leasing financiero para el Estado, aprobar la iniciativa 5157 que reforma ley de bancos y un decreto para diferir el pago del ISO.

Ante la inmensidad del problema, la propuesta es muy sencilla: el gobierno debe nombrar una mesa de expertos en materia económica para que formulen un plan comprensivo para hacer frente a la crisis. Luego, debe traducir ese plan en medidas legislativas o políticas concretas. La actual comisión del congreso no tiene los insumos suficientes para sacar adelante un plan suficiente para los momentos tan complicados que vivimos.

Globalización en tiempos de pandemia

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Mientras el mundo batalla una de las peores desgracias de los últimos 50 años, los beneficios de la globalización se vuelven a poner sobre la mesa del debate internacional.

La tecnología nos permite interactuar con personas que se encuentran a kilómetros de distancia sin siquiera movernos de nuestros hogares. Hacer transacciones en cualquier parte del mundo es tan sencillo como dar un click. La globalización nos ofrece un mundo interconectado en el que es posible satisfacer nuestras necesidades y perseguir nuestros objetivos de manera más sencilla.

La información disponible del mundo entero y en tiempo real puede estar en la palma de nuestras manos. Todo esto es producto de años de la creatividad humana que propone soluciones a los problemas de siempre; y el ingenio de otros que nos permite soñar con la posibilidad de un nuevo y mejor futuro.

Ahora bien, la historia es testigo de que en la medida en la que el mundo se ha vuelto más complejo, sus problemas también se han intensificado. Juntos hemos enfrentado amenazas comunes como las pandemias, las guerras y los desastres naturales. Este año, y de manera inesperada, nos enfrentarnos a una de ellas.

La peste negra, la cólera y la gripe española -por mencionar algunas de las peores pandemias- provocaron la muerte de varios miles de millones de personas. Pero la experiencia acumulada y la innovación nos han permitido hacerles frente de manera más efectiva. Una tendencia consistente es que en la medida en la que la razón humana y la tecnología se combinan, se produce una reducción gradual en las tasas de mortalidad para estas enfermedades.

La expansión de nuestras redes sociales y comerciales implica responsabilidad en muchos aspectos. La libertad de interactuar con personas en otras partes del mundo es – y debe ser- inseparable de la responsabilidad de las acciones en lo individual para hacer de nuestro mundo un lugar mejor.

Ante la amenaza global que enfrentamos, muchos gobiernos han cerrado sus fronteras. Cientos de noticias con desinformación han viajado a través del mundo provocando pánico para quienes las leen. Ese miedo nos ha arrojado a creer que la interconectividad que disponemos hoy nos ha vuelto más vulnerables. No quedan dudas que hay algunos riesgos en las múltiples transacciones que ocurren a diario, sin embargo, los beneficios los superan por mucho y en todo caso, es la misma globalización la que nos ofrece alternativas para ellos.

La globalización no nos hace más débiles, por el contrario, más fuertes. Es a través de esa capacidad de generar más y mejor conocimiento que se logran encontrar soluciones a problemas complejos como el que hoy enfrentamos. Es unidos, como siempre lo hemos hecho- y con el intelecto de muchos individuos trabajando al unísono para dar respuestas a las encrucijadas de los tiempos que lograremos sobreponernos una vez más a esta amenaza común.  

La globalización no debe ser vista como un enemigo, sino, como lo que es y debe seguir siendo, nuestro mejor aliado.

 

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