It's the economy, stupid…

It's the economy, stupid…
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Director del Área Política de Fundación Libertad y Desarrollo. Licenciado en Ciencia Política, catedrático y analista político en el programa Sin Filtro de Guatevisión.
15 Feb 2022

Entre otras muchas cosas más

 

Un candidato es un vendedor de esperanzas y promesas. En eso se resume el arte de ganar una elección.

Por ello, todo diseño de una campaña electoral debe partir entonces de entender qué afecta al votante y qué esperanzas y promesas le resultan atractivas a la luz de su situación. De ahí entonces que conducir una campaña electoral sin investigación social (encuestas, focus groups, etc.) que la sustente, es como intentar navegar en alta mar sin brújula ni mapa.

Desde finales de 2020, los diferentes estudios de opinión pública nos cuentan una misma historia: prácticamente 2 de cada 3 guatemaltecos no está contento con el rumbo del país. Peor aún, desde 2015 a la fecha, la sensación de pesimismo generalizado sólo viene en aumento.

Las razones no son nuevas. Desde que tengo memoria, para el votante chapín la falta de empleo, el alto costo de vida, la violencia e inseguridad, además de la corrupción, son los problemas que más afectan al país. La diferencia está en que desde 2020, las menciones económicas (tanto la falta de empleo como el alto costo de vida) se duplicaron en comparación con años anteriores. Nada sorprendente, dado el impacto económico y laboral de la pandemia y -ahora- la crisis inflacionaria que se vive a nivel global. De ahí que ese sea el campo más fértil para sembrar esperanzas y promesas de cara a las elecciones 2023.

En Guatemala, con una tradición partidaria débil, el debate sobre política económica ha estado ausente en las últimas elecciones. Bueno, lo que sí han sobrado son las meras promesas bien empaquetadas: en 2007, Álvaro Colom y la UNE hablaban de crear 703,000 empleos; en 2011, el Patriota triunfó con un slogan -bastante pegajoso- de seguridad y empleo. En 2015 y 2019, la temática fue otra.

Pero ahora, el debate empieza a circunscribirse sobre ciertos temas más concretos.

La temática energética, el polvorín sobre el que descansa Guatemala, ha sido durante años la bandera política del MLP y su discurso anti-sistema. Pero en días recientes, hemos visto a Roberto Arzú romper con el cartel ideológico y hablar de “energía gratuita” y subsidios. El discurso no es accidente ni locura improvisada, sino un diseño basado seguramente en investigación social.

Entre robarse la salida y conectar con un tema que afecta de forma tan sensible el bolsillo del votante, dos precandidatos en los extremos ideológicos empiezan a definir el tablero discursivo de la elección.  

Sin embargo, tampoco hay que creer que sólo con empaquetar bien una promesa se gana la elección. En Guatemala, vemos que el votante tiene ciertas características que no pueden obviarse. Por ejemplo, con una tradición religiosa muy arraigada, la vinculación de los valores cristianos en política es bien visto. El gusto por la mano dura, la desconfianza hacia el poder, el rechazo generalizado al sistema y a todo lo que represente continuidad, pero con evidente miedo hacia el cambio abrupto, el votante guatemalteco es complejo de perfilar.