Cuando Fidel Castro incitaba “estallidos” en América Latina

Cuando Fidel Castro incitaba “estallidos” en América Latina
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Directora del área de Estudios Latinoamericanos de la Fundación Libertad y Desarrollo. Es licenciada en Historia egresada de la Universidad Central de Venezuela.
18 Nov 2019

Lo que muchos analistas desacreditan y denominan “teorías de la conspiración”, tiene cada vez más confirmaciones de personajes con credibilidad que validan que hay un plan y una intención de desestabilizar a los gobiernos de la región

 

Corrían los años finales de la década de los ochentas -también llamada la “década perdida”- y la otrora democracia exitosa que en su momento fue Venezuela, comenzaba a mostrar signos inequívocos de declive. A finales de 1988, en octubre, el gobierno del saliente presidente Jaime Lusinchi (quien se encontraba fuera de Venezuela en labores diplomáticas), enfrentó una intentona de golpe cuando un tanque de Casa Militar pretendió tomar el Palacio de Miraflores mientras el Ministro de Exteriores, el Dr. Simón Alberto Consalvi, se encontraba encargado de la presidencia. A raíz de aquel suceso, la División de Inteligencia Militar venezolana alertaría al presidente Lusinchi en un informe que habían detectado un plan de “desobediencia civil” y de disturbios que ocurriría en las próximas semanas, pero lamentablemente el mensaje no preocupó ni puso en guardia al entonces presidente[1].

Recordemos que para ese momento, América Latina se hallaba enfrentando los embates de la llamada “crisis de la deuda” que afectaría a casi todos los países de la región en esa década. Además, desde 1985 una agonizante Unión Soviética había puesto en marcha la Perestroika y la Glásnost, que eran una serie de reformas económicas y políticas, que impactaron negativamente en la ayuda que desde los años sesenta suministraban a la Revolución Cubana. Estas dos circunstancias hicieron que de alguna forma Fidel Castro volviera la mirada a su vecindario, aprovechándose del caldo de cultivo de malestar en la población, generado por los ajustes y recortes que aplicaron la mayoría de los gobiernos deficitarios para poder pagar a sus acreedores. Así las cosas, en lugar de apoyarse en los partidos comunistas (como tradicionalmente lo había hecho), Castro comenzaría una cruzada anti-FMI “contra la deuda externa y por la liberación nacional”[2].

“Ya había habido algunos estallidos sociales, porque en Santo Domingo se produjo un estallido social; no un estallido catastrófico todavía para el sistema, pero se produjo un estallido social (…) Cuando el Fondo Monetario obligó al gobierno de Santo Domingo a aplicar determinadas medidas, se produjo lo que pudiéramos llamar una insurrección espontánea en República Dominicana”[3].

Estas palabras las pronunciaría Fidel Castro en 1985 en una conferencia sindical donde se trataba el tema de la deuda en América Latina.

Tanto la inteligencia militar de ese país como la inteligencia estadounidense detallaron en informes posteriores que lo que ocurrió en Santo Domingo, eran

“motines planificados por los comunistas (…) había una conexión clara con los insurgentes de Nicaragua y El Salvador, que ahora llegaban a República Dominicana para participar en disturbios, junto con cubanos y motorizados armados enfrentarían a la policía (…) los motines comenzaron simultáneamente en lugares específicos, quemando llantas y propiedades (autobuses) en Santo Domingo y sus afueras. Luego motorizados armados ingresaron en los centros comerciales usando sus armas y violentando las puertas, invitando a la gente a tomar televisores, computadoras, incluso hasta joyas y ropa, anunciando que se habían liberado todos esos bienes del capitalismo para el pueblo; luego los motorizados desaparecieron mientras la voracidad de la gente destruía todo a su paso. Cuando la policía llegaba, arrestaba a esos de los que habla Castro (hombres, mujeres, adolescentes, amas de casa, gente sencilla del pueblo) porque todo estaba concebido para que quedara en la mente de todos que había sido espontáneo”[4] 

Así lo relató el agregado militar de la Embajada de Estados Unidos en República Dominicana, el teniente coronel Dominik George Nargele.

Finalmente, el 2 de febrero de 1989, el presidente venezolano Carlos Andrés Pérez tomaría posesión para un segundo mandato y entre sus primeras acciones de gobierno se encontraba también un fuerte plan de ajuste económico. A su toma de posesión asistirían varios líderes mundiales en el marco de la Cumbre Iberoamericana en Caracas, donde se tocaría precisamente el manejo de la deuda en los países latinoamericanos. Fidel Castro fue uno de los invitados.

Semanas después, el 27 de febrero, debido al anuncio de ajuste económico de Carlos Andrés Pérez, donde se eliminaba el subsidio de la gasolina (entre otras medidas), comenzaron protestas de los transportistas que derivaron una indetenible espiral de violencia, con disturbios y saqueos en toda la ciudad que se extendió por 9 días y en donde el Ejército, la Guardia Nacional y la Policía Metropolitana salieron a las calles a controlar la situación, que terminaría arrojando el funesto saldo de 276 muertos y alrededor de 3000 desaparecidos.

El “Caracazo”, como se le llamó a este estallido, cambiaría para siempre la psiquis del venezolano y la percepción que se tenía de Venezuela en la región y buena parte del mundo. Después de ser el país “vitrina” de América Latina, con el PIB per cápita más alto, con una de las democracias más sólidas y prósperas, con una clase media pujante y un crecimiento económico sin precedentes; se experimentó un quiebre, una fractura social irreparable, que en los años siguientes llevó a los ciudadanos a sucumbir a un proyecto político que, arropándose en ese descontento hacia el sistema, enrumbó al país -precisamente- hacia el plan esbozado por Fidel Castro para América Latina, convirtiendo a la nación petrolera en el principal sostén, promotor y agente de desestabilización de la isla en la región.

Aterrizando en el presente, recordemos que a finales de julio de este año se realizó en la ciudad de Caracas el XXV Encuentro del Foro de São Paulo, y que en el mismo se emitieron varias declaraciones sobre Chile y el gobierno del presidente Sebastián Piñera[5].

Posterior a esta reunión del eje socialista, en menos de tres meses, ocurrirían en Ecuador y en Chile sendos estallidos, que si bien tienen un componente importante de malestar e indignación en la población encubado por años, hay indicios crecientes de que fueron aprovechados por los gobiernos de Cuba y Venezuela para desestabilizar esos gobiernos. Repitiendo, prácticamente al calco, la estrategia de Fidel más de treinta años atrás.

De hecho, en días recientes, Nicolás Maduro dio una señal clara de que las protestas en la región se trataban de un plan trazado en el Foro Sao Paulo y que lo estaban ejecutando “tal como lo habían planeado” y luego, el segundo del chavismo, Diosdado Cabello, diría que “lo que está pasando en Perú, en Chile, en Argentina, en Honduras, en Ecuador, es apenas la brisita. Lo que viene ahora es el huracán”.

La tesis de la infiltración y la conspiración del Foro de Sao Paulo ha sido corroborada por el presidente del Ecuador, Lenín Moreno, cuando denunció presencia de las FARC y de colectivos paramilitares chavistas en las protestas de ese país; pero también por el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, mediante un comunicado, donde denunció lo que describió como un “patrón” de desestabilización de Venezuela y Cuba en Colombia, Ecuador y en Chile. También estas afirmaciones han venido de nada más y nada menos que del propio presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien en llamada telefónica con el presidente chileno Sebastián Piñera “denunció los esfuerzos extranjeros para minar las instituciones chilenas, la democracia y la sociedad”.

Es decir, que lo que muchos analistas desacreditan y denominan “teorías de la conspiración”, tiene cada vez más confirmaciones de personajes con credibilidad que validan que hay un plan y una intención de desestabilizar a los gobiernos de la región. Además, hay evidencias y testimonios que corroboran que lo que está pasando no es nada nuevo, sino una reedición de los estallidos de los años ochentas que el castrismo alentó y estimuló.

Si en aquel momento ese fue el inicio de la debacle de autodestrucción en Venezuela, no dudemos que este sea el comienzo del final para cualquiera de los países de la región cuyo sistema comience a ser cuestionado por sus propios ciudadanos y poco a poco minado en su legitimidad y alcances.

 

[1] Rivero, Mirtha. La rebelión de los náufragos. Caracas. Editorial Alfa. 2009. Pp. 108-109

[2] Peñalver, Thays. La conspiración de los 12 golpes. Caracas. Editorial La Hoja del Norte. 2015. Pp. 140

[3] Peñalver, Thays. Ibídem. Pp. 137-138

[4] Peñalver, Thays. Ibídem; p. 139

[5] Memoria del XXV Encuentro del Foro de São Paulo – 25 al 28 de julio de 2019 – Caracas, Venezuela. “4.4 Chile”. En http://forodesaopaulo.org/memoria-del-xxv-encuentro-del-foro-de-sao-paulo-25-al-28-de-julio-de-2019-caracas-venezuela/