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Redes sociales: luces y sombras
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Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

18 Ago 2015

Así como las redes sociales juegan un rol central en la organización espontánea de la sociedad civil que busca manifestarse, también son utilizadas por hábiles manipuladores.

En los últimos años hemos visto una explosión de alternativas y actividad en las redes sociales; desde Facebook, YouTube, QQ, Qzone, Twitter, High5, Tagged, Google plus, Tumblr y Reddit entre otras 70 más que se consideran las importantes, tienen al ser humano más “comunicado” de la historia. El mundo cambió desde que se abrieron estos espacios de comunicación libre, horizontal e inmediata. Sucesos, noticias, alertas, contactos y organización son palabras que antes se hacían realidad con mucho tiempo y esfuerzo. Hoy, suceden prácticamente de inmediato. La “primavera árabe” que luego resultó ser un “decepcionante invierno” es un ejemplo de cómo amplios grupos en sociedades cerradas y reprimidas pudieron comunicarse y organizarse para ser protagonistas en la caída de gobiernos tiránicos y corruptos. Esta historia no terminó bien pero es un referente de lo que se puede hacer con la tecnología. Aquellos pueblos árabes que vivieron momentos de gloria y que luego fueron secuestrados por los “organizados” de siempre, saben que algún día volverán a tener la oportunidad de dar una nueva batalla por su dignidad y su libertad. Y saben también que la tecnología jugará un papel estelar. Los nuevos aires ciudadanos y el importante aumento en la participación cívica en América Latina se deben en gran medida al acceso de la juventud a la información a través de la tecnología y las redes sociales, y por estas, la oportunidad de organización. También tiene todo que ver el cansancio y la frustración que provocaron la política y los políticos de hoy, en gran parte del planeta, pues la segunda profesión más antigua de la humanidad ha sido secuestrada por oportunistas,delincuentes e incapaces.

“LA ÚNICA FORMA DE CONTRARRESTAR A LAS MAFIAS QUE USAN LAS REDES PARA CONFUNDIR ES CONTAR CON UNA CIUDADANÍA CADA VEZ MÁS EDUCADA”

Ahora bien, la tecnología y las redes sociales tienen también una cara oscura, no porque estas tengan algo negativo sino por la forma en que algunas personas o gobiernos las utilizan. Estamos viendo los efectos que causaron los Wikileaks de Julian Assange o la información secreta que divulgó Edward Snowden, el ex contratista de la CIA. Estos dos personajes evidenciaron la facilidad con que se penetran los sistemas más protegidos de información y las políticas que usan algunos gobiernos para llevar a cabo sistemas de control a personas que consideran una amenaza. Cualquiera puede ser víctima de una arbitrariedad que incluso llegue a destruir su vida. El gobierno norteamericano está poniendo límites para poder intervenir en la vida privada de la gente. Sin embargo, la amenaza real está en China y Rusia, desde donde espían y atacan con estructuras cibernéticas criminales a EE.UU. y sus aliados. Todo corre peligro; desde datos personales, patentes industriales e información financiera hasta secretos de Estado.

En las redes sociales sucede otro tipo de cosas. Se sabe, cada día más, de grupos organizados por gobiernos, partidos políticos e incluso mafias, que tienen operadores con perfiles falsos contaminando las redes sociales con ataques a personas que amenazan sus intereses, llenándolas de desinformación, calumnias y noticias falsas para confundir y ahuyentar la legítima participación. Vivimos una era de oportunidades pero también de amenazas. La única forma de contrarrestar los riesgos es con ciudadanos educados y bien informados. Es urgente que el ser humano de hoy suba al nivel que las circunstancias demandan. Mientras no llegue ese día, con eso de dar explicaciones sobre las infamias que un anónimo cobarde publica en las redes, no queda otra que decir que los amigos no las necesitan, los enemigos no las creen y los estúpidos no las entienden.

Combatir la corrupción no terminará con la pobreza
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Luis Miguel es Director del Área Social de Fundación Libertad y Desarrollo, catedrático universitario y tiene una maestría en Administración Pública de Escuela de Gobierno.
29 Jul 2015

Navegando por Twitter uno de estos días me encontré con una discusión muy interesante que tenían algunos amigos sobre un artículo escrito por el economista Ricardo Hausmann, Director del Centro para el Desarrollo Internacional de Harvard y profesor de esa misma universidad. La tesis del profesor Hausmann se resumen en el título de su artículo, que además tomé prestado para titular esta entrada: Combatir la corrupción no terminará con la pobreza.

Hausmann comienza su artículo afirmando que indudablemente los países más desarrollados tienden a ser menos corruptos que los países menos desarrollados . Sin embargo, existen países menos desarrollados con bajos niveles de corrupción como Ghana y Costa Rica que tienen economías que no crecen al ritmo de los países desarrollados. En el caso de estos países la falta de corrupción no pareciera ser un factor que les asegure el éxito económico.

La razón está lejos de ser sencilla y seguramente hay una serie de factores históricos, políticos, geográficos y económicos que impiden que estos países alcancen los niveles de desarrollo deseados, pero, dejemos ese tema para los economistas. Desde la perspectiva de Hausmann lo que sí pareciera hacer la diferencia en cuanto a los países con economías que crecen a niveles aceptables y los que no, es que tienen instituciones públicas relativamente eficientes o que han podido mejorar la eficiencia de las mismas.

Alguien podría afirmar que es precisamente la corrupción la que hace que nuestras instituciones no sean eficientes pero aquí es en donde el profesor de Harvard hace una distinción que considero es la más importante de su artículo. La corrupción es un mal, sin lugar a dudas, pero atacar este mal es muy diferente a crear el bien, entendiendo el bien como políticas públicas efectivas. La ausencia de corrupción en las instituciones de un país no asegura que éstas cumplan con el trabajo para el cual fueron creadas.

Por ejemplo: podríamos lograr que los policías dejaran de aceptar sobornos o reducir el ausentismo de maestros en las escuelas públicas pero eso no daría mejores capacidades de investigación a los policías para combatir el crimen o mejoraría necesariamente la calidad de la educación. Que una institución sea transparente en el manejo de sus fondos y activos no necesariamente la hace eficiente en el cumplimiento de sus objetivos. Se necesitan instituciones transparentes pero también eficientes.

Otro asunto que se debe cuidar al momento de tratar el tema de la corrupción son las reformas legales, el supuesto es que, a diferencia de la vieja legislación, la nueva sí será acatada. Bajo esta premisa se crean una serie de reglas y regulaciones complicadas, que generan nuevos procesos para las instituciones. Estas reformas podrían reducir los niveles de corrupción en la institución pero también podrían complicar su funcionamiento a tal punto que no le sea posible cumplir con sus objetivos. Se gana control pero se pierde efectividad.

“La sobrerregulación es vista erróneamente como la solución a cualquier problema público”

Según Hausmann, lo que la fijación por enfocar todos los esfuerzos en una agenda anti corrupción termina creando, en el mejor de los casos, son organizaciones que tienen una obsesión por cumplir con todas las regulaciones impuestas pero que difícilmente servirán para resolver la problemática social. La sobrerregulación es vista erróneamente como la solución a cualquier problema público pero la realidad es que puede convertirse en una verdadera pesadilla para la administración pública al crear un efecto contrario, promoviendo que las personas utilicen otro tipo de corrupción para agilizar los procesos.

Si aplicamos esta tesis a la creciente crisis que atraviesa el sistema político guatemalteco, principalmente causada por la corrupción, podremos ver que la mayoría de soluciones que se han planteado vienen desde la perspectiva de nuevas y supuestamente mejores legislaciones. De ser aprobadas dichas legislaciones, serían el resultado de la tregua entre el sistema político y organizaciones de la sociedad civil que se han dado a la tarea de proponer y exigir los cambios.

Seguramente estas necesarias reformas legales tendrán algunos efectos positivos pero aplicando la tesis de Hausmann, debiéramos moderar un poco las expectativas que podamos tener sobre las mismas y saber que son solamente un primer paso. El siguiente paso es construir instituciones funcionales, dos luchas distintas con el mismo nivel de importancia.

El movimiento ciudadano y la presión sobre el sistema político no deben morir cuando se logren estas reformas específicas sino dirigirse a otros espacios y a reforzar otras instituciones, el éxito no será lograr que estás instituciones tengan una importante cantidad de reglas nuevas sino que los procesos de la administración pública sean cada vez más sencillos y claros, por lo tanto más transparentes.

Lograr un nivel de desarrollo aceptable pasa primero por construir un sistema de justicia independiente que nos ayude a asegurarnos que se cumplan las reglas; un servicio civil profesional y separado del sistema político que sirva como contrapeso a los caprichos del político y ayude a consolidar las políticas públicas de largo plazo; y una estrategia de desarrollo económico que ayude a generar el empleo masivo que necesitan los guatemaltecos para subsanar su situación de pobreza. Lo que necesita el país son líderes que reconozcan la importancia de estos temas y se preparen para ponerlos en marcha desde las entrañas del sistema político.

Guatemala, una oportunidad...
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Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

30 Jun 2015

Hacen falta liderazgos que sean capaces de canalizar en forma positiva la energía ciudadana que estamos estrenando en el país. El momento es ahora.

Ya es noticia mundial que Guatemala sufre una de las explosiones más fuertes de la crisis permanente en la que vive. Desde la apertura democrática en 1986, Guatemala no fue capaz de articular y consolidar un sistema político democrático, institucional y garante de un estado de derecho que garantice los derechos y libertades del ciudadano.

Muy lejos de esto, se ha venido consolidando a través de los años un aparato criminal que ha secuestrado al Estado y lo ha convertido en botín de los distintos grupos que llegan al poder. Aliados con carteles de narcotraficantes y a través de una estructura de empresas de cartón, saquean la arcas del Estado y corrompen todo lo que tocan. Esto ha convertido a la política en Guatemala en un monstruo con vida propia.

Esos grupos “políticos” son capaces de financiar sus propias campañas, utilizan el sistema de justicia a su antojo y pasan por encima de quien sea para lograr sus objetivos. La costumbre a esta “cultura política” nos ha hecho escépticos, y la mezcla entre frustración e impotencia nos ha habituado a vivir con fuertes dosis de conformismo y pesimismo.

“Las reformas que el país necesita son más que urgentes. No podemos seguir dando aspirinas a un paciente con cáncer.”

Estoy de acuerdo en que hacen falta liderazgos que sean capaces de canalizar en forma positiva la energía ciudadana que estamos estrenando en Guatemala. Si estos aparecen y logran interpretar, ordenar y transmitir el sentir popular, podríamos ver hacerse realidad algunos de los milagros que hace mucho tiempo esperamos para este gran país centroamericano.

El reto es para las élites. ¿Tienen la visión, el valor y las ganas de aprovechar este momento estelar que la historia les presenta para intentar hacer los cambios que el país necesita?

Estos son cambios que solo se pueden hacer a través de un extraordinario movimiento cívico e intelectual que esté en la frontera entre la audacia y la temeridad, y que logre rescatar al país del tenebroso lugar al que el “sistema político” actual le lleva.

Guatemala, como otras naciones de América Latina, necesita con urgencia un gran movimiento cívico, una revolución ciudadana que sea capaz de cambiar el destino al que, hasta hace poco, parecía condenada. Solo el pueblo salva al pueblo. Así se cambia la historia.

Algunas preguntas necesarias son: ¿es este el momento para Guatemala? ¿Estamos dispuestos los guatemaltecos? ¿Estamos preparados?

Las reformas que el país necesita son más que urgentes. No podemos seguir dando aspirinas a un paciente con cáncer.

El despertar del pueblo guatemalteco puede ser el inicio de una nueva historia para Guatemala. El mo-mento es ahora. Sin duda, este país centroamericano pasa por un momento de inflexión. Dependiendo de cómo termine este capítulo en su vida política, marcará lo que sucederá en la próxima década.

Veremos en las próximas semanas si la juventud, la dirigencia de la sociedad civil, el sector privado y otros grupos vieron el momento y lo aprovecharon.

Estas oportunidades se presentan pocas veces en la vida de una nación. Y siempre hay muchos más arrepentidos de no haberlas aprovechado que quienes las dejaron pasar. Todos los pueblos del mundo, a través de la historia, han pasado por su proceso de aprendizaje y evolución. Esto ha tomado siglos, generaciones, costos incalculables y muchos dolores.

No siempre lo entendemos, pero saberlo, nos ayuda a tener paz en la tormenta.

En el laberinto
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Paul Boteo es Director General de Fundación Libertad y Desarrollo. Además, es catedrático universitario y tiene una maestría en Economía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. 
29 Jun 2015

Es evidente que las protestas ciudadanas han venido descendiendo de intensidad en las últimas semanas. La indignación de la población pareciera mantenerse, pero una buena parte ha dejado de asistir a la Plaza de la Constitución. El fenómeno preocupa, porque hasta el momento nada ha cambiado de este sistema que permite y fomenta la corrupción.

Es cierto, se han logrado renuncias importantes y por el momento la clase política tiene las barbas en remojo, pero corremos el riesgo que el tiempo pase y todo quede como antes.

Las mesas de trabajo instaladas en el congreso parecen una estrategia muy efectiva para dilatar lo más posible los procesos de reforma y nuestra proverbial dificultad para articular acuerdos mínimos entre distintos actores de la sociedad civil, está facilitando el éxito de esta táctica. Con menos ciudadanos en las calles y las usuales posiciones intransigentes, es muy probable que la clase política nuevamente se salga con la suya.

Algunos analistas sumamente optimistas indican que ha ocurrido un cambio irreversible en la conciencia ciudadana. No se puede negar que hemos sido testigos de un despertar raras veces visto en la población guatemalteca. Pero conforme pasan las semanas esa energía parece irse diluyendo lentamente entre las preocupaciones de la vida diaria, la frustración porque pareciera que el esfuerzo es en vano y por las usuales posiciones extremas que terminan alejando al ciudadano promedio. Al final, podría ser que el gigante que había despertado con gran fuerza, nuevamente caiga en su letargo eternal.

Ante esta situación el panorama se torna un tanto sombrío. Si en esta coyuntura no se logran cambios sustanciales en los cuatro ejes que se están trabajando actualmente en el Congreso, difícilmente se pueda cambiar el sistema en el futuro. Es de recordar que el Congreso ha engavetado por años muchas propuestas de reforma a las leyes que actualmente se están discutiendo. Nada les costaría a los diputados enviar nuevamente al olvido estos temas.

“El mayor enemigo para los ciudadanos en estos momentos es el tiempo.”

El mayor enemigo para los ciudadanos en estos momentos es el tiempo. Después de la primera vuelta electoral, en tan solo diez semanas, el congreso ya no tendrá la presión por hacer cambio alguno. Aquellos diputados que hayan sido reelectos tendrán asegurados cuatro años más en el poder y quiénes no hayan sido electos nuevamente, perderán total interés en la actividad parlamentaria. Cada semana que pasa los políticos respiran con mayor tranquilidad y la ciudadanía ve cómo se pierde la oportunidad de cambio, como agua entre las manos.

¿Podemos hacer algo para revertir esta situación? Lo primero es que la sociedad civil asuma con madurez el reto que tiene por delante. Las posiciones intransigentes o extremistas no abonan al cambio. Más bien terminan paralizando el proceso de reforma. Estamos ante un momento único y puede que lo perdamos si no somos capaces de interpretar correctamente lo que está pasando en el país. La gente está harta de la corrupción y lo que quiere es un gobierno transparente y funcional. Este no es un movimiento a favor de determinada ideología y aquellos que pretenden subirse con la bandera ideológica sólo terminan alejando a la gente de las calles.

El otro elemento importante es la continuidad del apoyo ciudadano. Si todos volvemos a nuestra actitud usual de no interesarnos por lo que sucede en la vida política del país, entonces el resultado será que nada cambiará. La coyuntura actual terminará con algunas sentencias, pero en el mediano plazo tendremos que los actores de la corrupción se habrán reacomodado y estarán operando nuevamente con más fuerza.

El reto que afrontamos como sociedad es grande y requiere que lo asumamos con cordura, persistencia y unidad. Este no es el momento para las vindicaciones ideológicas. Es el momento para asumir una sola causa común por la transparencia. ¿Lograremos salir del laberinto de la corrupción o quedaremos atrapados varias décadas más en el mismo?

El pasado de otras naciones para nuestro presente
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Elisa es Directora de Comunicación  en Fundación Libertad y Desarrollo, graduada de la Universidad de Navarra con una Maestría en Administración Pública de Escuela de Gobierno.
24 Jun 2015

Mucho hemos escuchado sobre cómo las nuevas tecnologías y las redes sociales han despertado cambios y movilizaciones en las sociedades: la Primavera Árabe en el Medio Oriente, los movimientos Occupy en Estados Unidos y el mundo, los Indignados en España... Pero, ¿le damos todo el crédito a la tecnología? ¿Tendrá en efecto tantísimo poder?

Las redes sociales están, indiscutiblemente, afectando y transformando sociedades y tendencias tanto en política como en los negocios, en las escuelas y en las formas de activismo social. Sin embargo, no está claro quién es el responsable directo de los cambios que experimentamos en el mundo. Parece que el rol fundamental de estas herramientas quizá ha sido malinterpretado o malentendido.

Veamos el caso de Egipto. En su punto más álgido, de los 7.1 millones de egipcios que tienen Facebook, la página a la que se le atribuyó provocar las protestas que trajeron abajo a Hosni Mubarak del poder, contaba con tan solo 350,000 miembros [1]. Las protestas, en cambio, sí contaron con la participación de millones [2].

La Universidad de George Washington realizó recientemente un estudio que concluía que lo que mostraban redes sociales como Twitter, era un gran poder como herramienta para internacionalizar noticias, pero no necesariamente para alguna otra cosa [3]. El estudio analizaba a fondo los tweets realizados referentes a los levantamientos en Libia y Egipto, y encontró que más del 75% de las personas que hicieron clic en los links que aparecían dentro de los posts de Twitter, fueron hechos por personas fuera del mundo árabe. El número de personas que estaban visitando esos links, además, fue estrepitoso solamente durante los grandes momentos noticiosos, y particularmente cuando Mubarak estuvo a punto de renunciar del poder. Por el contrario, el número de clics desde dentro del mundo árabe fue significativamente más pequeño, pero más sostenido y con menos fluctuaciones en cuanto a lo noticioso del momento.

Un segundo estudio realizado por el US Institute of Peace, también concluyó que parecía que los “nuevos medios” no jugaron un rol significativo ni en alguna forma de acción colectiva dentro del país, ni en la difusión regional de los levantamientos [4].

En el caso de los movimientos de los Indignados en Madrid y los movimientos Occupy (más de 2,600 alrededor del mundo), no son sus consecuencias políticas casi nulas las que llaman la atención, sino la rapidez de su proliferación y con la que se convirtieron en protagonistas del debate público. Como bien señala el escritor de crónicas estadounidense, Todd Gitlin: “Esas conversaciones alrededor de la guerra, la insatisfacción, la política degenerada y la promesa reprimida de democracia que durante los años 60 tardó 3 años [en concretarse], en el 2011 tardó 3 semanas”[5].

“Las redes sociales y demás tecnologías de la información son, al final del día, herramientas utilizadas por quienes realmente generan el cambio subyacente y verdadero: personas.”

Pero, ¿cuál es el impacto real? No debemos perder de vista que las redes sociales y demás tecnologías de la información son, al final del día, herramientas utilizadas por quienes realmente generan el cambio subyacente y verdadero: personas.

Para que las nuevas tecnologías tengan un impacto, deben estar orientadas hacia una meta y deben tener usuarios estratégicos que las dirijan; el ojo debe estar puesto en los cambios que éstos -los ususarios- han tenido, tienen y tendrán.

¿Qué podemos aprender del análisis del pasado de otras naciones para el presente de Guatemala?

Claro está, los conductores y dirigentes del cambio somos nosotros, y la tecnología si bien es el altavoz que genera un conocimiento exponenciado y globalizado, no garantiza que nuestros mensajes sean adoptados o meditados por quienes los escuchan desde una posición de poder, esto último permanece en las manos de cada uno de nosotros.

Una breve explicación de los sucedido. Subtítulos en español disponibles al hacer clic en el botón "CC" y luego cambiando el idioma en "settings".


Fuente: Global Guide

1. http://www.mvfglobal.com/egypt

2. Moisés Naim, “The End of Power”, Ch. 1, 2013.

3. Joseph Marks, “Tech Roundup”, Government Executive, 2011.

4. Aday et al., “New Media and Conflict After the Arab Spring”.

5. Todd Gitlin, Occupy Nation: The Roots, the Spirit, and the Promise of Occupy Wallstreet, Harper Collins, 2012.

Por una democracia genuina en Guatemala
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Jesús María es el Director del Área Institucional en Fundación Libertad y Desarrollo. Es catedrático universitario y Doctorando en Derecho por la Universidad Austral.
13 Jun 2015

Recientes informes internacionales han venido colocando en entredicho la existencia de una República democrática y representativa en algunos países , debido al desconocimiento de elementos esenciales tales como el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al estado de derecho; la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo; el régimen plural de partidos y organizaciones políticas; y la separación e independencia de los poderes públicos, tal y como establece la Carta Democrática Interamericana (art. 3).

Los elementos esenciales de la democracia antes mencionados plantean una relación entre el “Estado de Derecho” y la democracia como medios que posibilitan la prosperidad material , derivada del disfrute de libertades que posibilitan el desarrollo económico. Es por ello, que comentaremos en esta primera entrada de nuestro blog, las razones que explicarían y justificarían la lucha por una democracia auténtica en Guatemala, contrastándolo con los principales obstáculos que imposibilitan el necesario proceso de democratización.

“Las palabras democracia, socialismo, libertad, patriótico, realista, justicia tienen varios significados diferentes que no se pueden reconciliar entre sí. En el caso de una palabra como democracia, no sólo no hay una definición aceptada sino que el esfuerzo por encontrarle una choca con la oposición de todos los bandos. Se piensa casi universalmente que cuando llamamos democrático a un país lo estamos elogiando; por ello, los defensores de cualquier tipo de régimen pretenden que es una democracia, y temen que tengan que dejar de usar esa palabra si se le da un significado. A menudo se emplean palabras de este tipo en forma deliberadamente deshonesta. Es decir, la persona que las usa tiene su propia definición privada, pero permite que su oyente piense que quiere decir algo bastante diferente.”
EORGE ORWELL   “LA POLÍTICA Y EL IDIOMA INGLÉS”, EN LETRAS LIBRES, MÉXICO, D.F, 2004, P.14.

I. EL LARGO CAMINO HACIA UNA DEMOCRACIA AUTÉNTICA EN GUATEMALA.


La importancia de la democracia sometida al “Estado de Derecho”, estriba en que es esencial para el desarrollo social, político y económico de los pueblos, pero no cualquier democracia, sino aquella que denominamos “representativa”. Ahora bien, la palabra democracia, no cuenta con una esencia inmutable, a tal extremo, que diversos entomólogos políticos han encontrado hasta más de mil definiciones , lo cual ha complicado su comprensión.

Sin embargo, la comprensión sobre qué entendemos por democracia, requiere prescindir de definiciones persuasivas , surgidas al calor de la lucha política, con el objeto de dirigir el comportamiento de muchos ciudadanos, la mayor de las veces hacia puertos bien distintos a la democracia como ha sucedido en Guatemala y en muchos lugares de América Latina.

En efecto, una definición de democracia debería ceñirse tal y como lo ha hecho The Economist, a aquella forma de gobierno fundamentada en la libertad política, mediante la cual los individuos disputan por el poder político a través de reglas de juego formales -reglas y procedimientos para la toma del poder político y la resolución de controversias políticas- y no sustantivas. Esta idea, lleva implícita la escogencia de representantes mediante participación electoral, ausencia de coerción arbitraria, y siempre favoreciendo condiciones de igualdad política con la finalidad de que las decisiones se tomen mediante la regla mayoritaria y no mediante consenso.

La lucha por la democracia sometida al “Estado de Derecho”, reviste importancia, dado que una democracia limitada deviene en una de las condiciones básicas para la generación de prosperidad material, puesto que el disfrute de la libertad política y de la libertad individual posibilita el crecimiento económico . Ahora bien, luce importante no ceñirse solamente a lo establecido normativamente, sino también, indagar en los obstáculos que impiden dicho propósito.

Esta idea, se refuerza si se toma en cuenta que la Constitución Política de la República de Guatemala de 1985 en varios de sus preceptos enfatiza que el pueblo retiene para sí la titularidad de su soberanía y con ello el sufragio universal y secreto para elegir a sus representantes. Tal democracia representativa sujeta al “Estado de Derecho”, debería procurar en primer término garantizar la libertad política, entendida ésta como la participación de los hombres en la elección de su gobierno, en el proceso de la legislación y en el control de la administración, dado que ella es el fundamento de la democracia.

La democracia auténtica, siempre formal , cuya base es la libertad política deviene en representativa, dado que el pueblo delega cuota parte de su soberanía, en los organismos Legislativo, Ejecutivo y Judicial (artículo 141), quedando la subordinación entre los mismos prohibida con arreglo al “Imperio de la ley” (art. 152), y al principio de la legalidad –o constitucionalidad- basado en el hecho de que el ejercicio del poder público está sujeto a las limitaciones señaladas por la Constitución y la ley y ninguna persona, sector del pueblo, fuerza armada o política, puede arrogarse su ejercicio.

La lucha por una democracia formal en Guatemala, deviene en un requisito previo a cualquier discusión en torno a la acción social del Gobierno, ya que lo importante previamente es la competencia libre por el poder político con el objeto de garantizar la presencia de un debate político abierto, en el que los ciudadanos decidan cuál es el representante más idóneo, y además evalúen y decidan cuál es acción de gobierno de su preferencia. Este hecho significa que la democracia es siempre formal, y no tiene una relación directa con una acción de gobierno en particular.

Esta idea se refuerza si se toma en cuenta, que incluso en aquellos sistemas como el guatemalteco, los innumerables cometidos sociales que se establecen constitucionalmente, tratan en todo momento de mantener –con tensiones indudables- las premisas del “Estado de Derecho” y de la democracia formal. En efecto, la prioridad va desde la Libertad –política e individual- hacia la “igualdad”, dado que en aquellos sistemas en donde se coloca la igualdad sin libertad, han caído las dos.

Tal y como ha dicho Sartori, “La lección que hoy nos llega del Este y de la parábola de la experiencia comunista confirma lo que la doctrina liberal ha mantenido desde siempre, es decir, que la relación entre libertad e igualdad no es reversible, que el iter procedimental que vincula los dos términos va desde la libertad a la igualdad y no también, en sentido inverso, desde la igualdad a la libertad. La “superación” de la democracia liberal no ha existido. Fuera del Estado democrático-liberal no existe ya libertad, ni democracia”.

II. LA FALSA DEMOCRACIA EN GUATEMALA: CRÍTICAS INTERNACIONALES.

Recientes informes internacionales en materia de “Estado de Derecho” y de democracia a nivel global han alertado el déficit democrático en Guatemala tomando en cuenta varios factores, mientras que otros informes han manifestado con más rigor la carencia en el “Estado de Derecho” y la democracia. Lo último no debería ser escandaloso si se repara en lo dañino que es emplear conceptos con el objetivo de deformar el entendimiento.

En efecto, dado que no existe una “democracia a medias” o un “Estado de Derecho” sin separación de poderes, es por lo que en este blog lucharemos en contra de determinados abusos del lenguaje, así como las deliberadas confusiones con clara intencionalidad política-ideológica, con el objetivo de mantener la inacción ciudadana en procura de que no se reviertan las tendencias de conculcación de derechos individuales y de libertad política.

En este sentido, resulta importante no dar por sentado la existencia real de los atributos del “Estado de Derecho” y de la democracia formal, dado que los mismos deben en todo momento someterse a un riguroso análisis por contraposición a cualquier intento ideológico por presuponerlos. Por ello, rigurosos análisis han manifestado que en Guatemala se observan síntomas altamente preocupantes, en tanto las elecciones presentan irregularidades sustanciales que a menudo impiden caracterizarlas como “libres y justas”; en los que la presión del gobierno sobre los partidos de la oposición y los candidatos deviene casi en constante en aras de favorecer la opción predilecta del sector que ejerce el poder ; en el que la corrupción tiende a ser generalizada y afianzada por la impunidad ; en el que el “Estado de Derecho” es deficiente , en el que el Estado no tiene control sobre su territorio ; así como la muy endeble “sociedad civil” por los constantes hostigamientos y presiones a la prensa, fiscales y jueces .

En efecto, la democracia al no reducirse solo a elecciones, requiere tomar en cuenta diversos factores cómo es la presencia de libertad política, dado que es el fundamento de la misma. Dada la limitada libertad política por la existencia de un sistema partitocrático conforme a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, y los altos niveles de impunidad en lo que se refiere a grupos al margen de la Ley, así como a los actores políticos, deviene en consecuencia inexorable que muchos ciudadanos descrean de la democracia dado que confunden lo existente con el ideal democrático.

La lucha por la democracia, requiere una labor de acotación de la misma, circunscribiendo la democracia a lo formal, es decir, al reconocimiento, goce y ejercicio de la libertad política. A la vez, se requiere un sólido “Estado de Derecho”, que controle el poder político, con el objeto de garantizar el respeto a los derechos individuales, favoreciendo un poder judicial que aplique justicia independiente e imparcialmente. Ahora bien, dada la violencia generalizada, la presencia de pandillas, narcotráfico, impunidad, corrupción, ausencia de independencia e imparcialidad del poder judicial, ataques y persecuciones a sectores de la sociedad civil, es importante retener que ellos no son más que consecuencias de la ausencia de “Estado de Derecho” y de democracia formal.

El aspecto anterior, reviste importancia dado que la consolidación del “Estado de Derecho” y de la democracia formal, no se logrará, “colocando la carreta delante de los bueyes”, es decir, si se antepone a dicho ideal, la necesidad de fortalecer el Estado para garantizar una mayor igualdad material. Si bien es cierto que alrededor del 60% de guatemaltecos “se muestra favorable a que el Estado guatemalteco asuma dicho papel” a través de una política de redistribución de la riqueza, ello luciría imposible en un país que se encuentra en el umbral del sub-desarrollo como Guatemala.

Este deficiente desempeño económico, se encuentra estrechamente asociado a la carencia de “Estado de Derecho”, a tal punto que Guatemala se encuentra en el puesto 85 de 102 países analizados, de lo que se colige que su institucionalidad también es frágil. Dado que la acción de gobierno en materia social no tiene ninguna relación conceptual directa con la democracia, si luce destacar que ella es solo posible mediante la generación de innovaciones, y de la promoción de nuevas empresas que compitan con las existentes, lo que permitiría un crecimiento económico, para ulteriormente plantear si es necesario el debate en torno a una posible redistribución a través del gasto social.

Es un hecho altamente conocido, que la relación entre instituciones políticas y económicas es innegable, dado que es esta combinación lo que estimula y posibilita la prosperidad material y la paz social. En tal sentido, la lucha por el “Estado de Derecho” y por la democracia formal, luce como una tarea con prioridad lógica y política, antes que cualquier énfasis en la “igualdad material”, pues tal y como prueban los hechos, el resultado ha sido que Guatemala con su deficiente desempeño democrático se encuentre por debajo del promedio general en materia de democracia en la región, y que sea además el país en el que los encuestados son “particularmente pesimistas dada la situación económica” elevando incluso la intolerancia política.

Tal y como hemos mencionado, el crecimiento económico y social, al ser siempre en casi todos los casos una consecuencia de la existencia de instituciones y organizaciones fuertes, es por lo que resulta decisiva luchar por la democracia en sentido formal, caracterizada por normas y procedimientos con arreglo a la procura del disfrute y goce de la libertad política, y no como aquella que procuraría garantizar todo el bienestar deseado por una determinada comunidad política, pues ello significaría un exceso que impediría la consecución de un objetivo más modesto, cual es, el servir de medio pacífico para la resolución de disputas y desacuerdos políticos de manera civilizada.

Aun cuando la clarificación conceptual es importante en la lucha por la materialización de la democracia basada en el “Estado de Derecho” en Guatemala, luce importante tomar en cuenta también, las dificultades históricas que ha tenido la tenaz sociedad guatemalteca en procura de cristalizar el proyecto establecido constitucionalmente. Ello significa asimilar lo establecido normativamente, y evaluar siempre las “condiciones limitadoras y restrictivas que impone la estructura socioeconómica de las diferentes sociedades”, con el objetivo de transformarlas con modestia, pues como advirtió LINZ “Lo que fue posible en España y más lentamente en Brasil, será ciertamente infinitamente más difícil en Bolivia o en Guatemala.”

III. PALABRAS FINALES

La calificación de Guatemala como un régimen político-constitucional “híbrido”, no es más que el reconocimiento de la precariedad en cuanto a libertad política y derechos individuales, los cuales son condiciones básicas para la generación de prosperidad material. Este proceso de declive institucional, se ha mantenido inalterado por décadas y en determinados momentos, se ha acelerado críticamente, por la conculcación de la libertad política, los derechos individuales, la participación política, la deliberación, la elección y la votación sin coacción, así como la ausencia de separación de poderes, y el descrédito colosal por parte de la “sociedad civil” para con el sistema de gobierno.

Esta dramática situación institucional, ha desembocado en funestas consecuencias como la escasa productividad, exiguo respeto a la Ley, merma de la inversión extranjera y nacional, escasas oportunidades, etc., que se han traducido en “fuertes motivaciones para emigrar”, elevándose la inseguridad personal producto de los frecuentes robos, secuestros y asesinatos , así como la oligopolización de la representación, producto de un sistema electoral, fundado en la asignación de privilegios a los Partidos Políticos, como si fuesen las únicas organizaciones democráticas aceptadas para la pervivencia de una democracia auténtica, lo cual se desdibuja en los hechos.

La clarificación conceptual, requiere en Guatemala un sostenido debate en torno a si es conveniente un énfasis en la acción social del Gobierno, dejando de lado la discusión por la concretización de la democracia formal, es decir, la competencia libre por el poder político. Tal situación se explica, por cuánto las elevadas preocupaciones por la “desigualdad” no se asocian al deterioro del sistema político actual, sino a un problema de personas, eludiendo el hecho de que luce pertinente, pensar en la solidez de las “instituciones” en conformidad con el “Estado de Derecho” para luego generar las condiciones económicas que posibiliten políticas públicas específicas para el mayor bienestar de la población, lo cual solo puede darse en una genuina discusión democrática.

Dimensión, por Dionisio Gutiérrez
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Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

Empresario, sociólogo y comunicador. Doctor en Sociología y Ciencias Políticas. Es Presidente de la Fundación Libertad y Desarrollo y Director General del programa Razón de Estado. 

05 Jun 2015

Nos emociona el estreno de Dimensión y les damos las gracias por acompañarnos en esta nueva aventura, que deseamos convertir en un ejercicio de ciudadanía. Les adjunto las “Preguntas Frecuentes” acerca de Dimensión, y mis respuestas a ellas.

Por qué regresar a la TV

La TV llega a mucha gente y la comunicación que se logra es efectiva. Dimensión es un programa que toma en cuenta la opinión de las personas y esto nos ayuda a desarrollar, además de nuestros programas, los proyectos de Fundación Libertad y Desarrollo.

Por qué Dimensión y Qué vamos a ver

Dimensión permite cubrir todos los ángulos. Ver las cosas en forma tridimensional. Esto es tomar en cuenta las opiniones, la diversidad y las necesidades que tenemos como país y como región. En nuestro primer programa presentamos una radiografía de Guatemala y proponemos una conclusión importante: “no tenemos un modelo de desarrollo” y luego preguntamos qué es esto y cómo se articula.

Por qué fuera de la coyuntura

Dimensión basa su esfuerzo en análisis, reflexiones y sobre todo propuestas, lejos de la coyuntura. Dimensión tienen dimensión, tiene perspectiva.

Los objetivos de Dimensión

Lograr interacción con su audiencia, sobre todo, con le gente joven.

Como Fundación y como programa de TV, presentaremos análisis, reflexiones y propuestas, que serán en gran medida, resultado de nuestra interacción con la gente, en mesas redondas, entrevistas y buena comunicación. Buscamos más participación de la gente joven. Guatemala la necesita con urgencia.

El formato dinámico del programa

El formato incluirá un documental donde haremos un análisis de fondo sobre el tema de la semana. Luego haremos una o dos entrevistas centrales alrededor del tema. A veces tocaremos uno o dos temas en un solo programa. Tendremos cápsulas donde intentaremos dar en poco segundos, información relevante sobre un tema relacionado al tema central y tendremos algunos otros segmentos, también muy dinámicos que buscan informar, motivar, y hacer el programa ameno, distinto.

Agradecemos a Canal 3 que nos abrió las puertas de nuevo. Ahora, todos los domingos a las 10 pm. Y estamos hablando con otros medios que podrían transmitirnos.

Estaremos presentes en las redes sociales, mailings y demás plataformas que la tecnología permite.

Las reformas al delito de financiamiento electoral ilícito
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Edgar Ortiz es el Director del Área Jurídica en Fundación Libertad y Desarrollo, es catedrático universitario y participa como analista político en diferentes medios de comunicación. 
31 Oct 2018

El 18 de octubre pasado, el Congreso aprobó de forma inesperada las reformas al delito de financiamiento electoral ilícito.

 

Como ya es costumbre, la forma de aprobarla fue la menos feliz: de forma expedita y sin previo aviso. A diferencia de lo sucedido el año pasado con las reformas que algunos bautizaron como el pacto de corruptos, esta vez el Congreso tenía como coartada la resolución del expediente 2951-2017 de la Corte de Constitucionalidad que exhortaba al Congreso a reformar el delito en cuestión.

El artículo 407 “N” del Código Penal, castigaba dos conductas distintas con la misma pena (prisión inconmutable de 4 a 12 años). Por una parte, el financiamiento electoral que provenga de fondos de actividades criminales y, por otra parte, el financiamiento que tiene un origen legal pero que no se reporta de acuerdo con los mecanismos de transparencia que para el efecto establece la legislación electoral.

En ese sentido, la Corte de Constitucionalidad instó al Congreso a reformar el delito teniendo en cuenta dos aspectos: a) distinguir con claridad el delito de financiamiento electoral ilícito cuando los fondos provienen de actividades criminales del financiamiento no registrado o no reportado que tiene origen en fondos procedentes de fuentes legales; y, b) establecer penas distintas para ambos delitos que se ajusten a los «principios de proporcionalidad, racionalidad y justicia» y distinguir las sanciones administrativas de las penales.

En pocas palabras, eso fue lo que sucedió en el Congreso. La reforma dejó en el artículo 407 “N” el delito de financiamiento electoral ilícito y permanece para ello una pena de 4 a 12 años de prisión inconmutables. Adicionalmente, creó el artículo 407 “Ñ” (algunos dicen que es “O”, pero aun no ha sido publicado el decreto) donde se castiga el financiamiento electoral no registrado. Para este último delito, la pena será de 1 a 5 años de prisión y una multa de Q20 mil para quienes reciben fondos no registrados y para quienes hagan aportes no registrados una multa del 100% del monto que se aportó y no se registró.

Recordemos que tanto el Presidente Morales como Orlando Blanco, entre otros, son señalados por el MP de la posible comisión del delito de financiamiento electoral anónimo. ¿En qué situación quedan las acusaciones contra estos políticos acusados de recibir financiamiento electoral de forma anónima o no reportada en 2015? De acuerdo con el artículo 2 del Código Penal, cuando hay dos normas penales, una vigente y otra que ha sido derogada, que castigan la misma acción, deberá aplicarse la norma cuyo castigo sea más benigno. En este sentido, deberá aplicarse a estos sujetos el artículo 407 “Ñ” (u “O”, según lo definan al publicar la norma) ya que establece un castigo menor.

¿Es oportuna la reforma? Desde el punto de vista político, no, ya que las reformas debieron aprobarse de una manera más transparente y con la respectiva discusión parlamentaria. Pero ya está hecho, Ahora bien, desde el punto de vista legal, sí, la reforma es oportuna.

La Corte de Constitucionalidad había dicho que el castigo tan severo al financiamiento electoral anónimo o no reportado iba en contra del principio de proporcionalidad. ¿Qué significa esto? Este principio exige que los actos de gobierno deben ponderarse en función de tres requisitos: a) perseguir fines legítimos; b) Ser medidas adecuadas e idóneas; y, c) ser necesarias.  En pocas palabras, la medida que adopte un gobierno debe ser adecuada en función de los fines que persigue. Establecer una pena de prisión inconmutable de 4 a 12 años por financiamiento electoral no reportado era desproporcional y por lo tanto podía llegar a ser inaplicable si no era reformada. En el derecho comparado, encontraremos que en muchos casos el financiamiento electoral no reportado no es siquiera un delito sino una falta de carácter administrativo. Quizá pueda discutirse que para el contexto social y político de Guatemala es conveniente castigarlo penalmente, pero para ello la pena de prisión debía ser razonable y proporcional.

A 74 años de la “nueva ciudadanía”
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Directora del área de Estudios Latinoamericanos de la Fundación Libertad y Desarrollo. Es licenciada en Historia egresada de la Universidad Central de Venezuela.
16 Oct 2018

En Guatemala, se consolidó la ciudadanía social como consecuencia de la revolución del 20 de octubre de 1944, que llevaría a la promulgación de la Constitución de 1945 y posteriormente a la presidencia por voto universal al Dr. Juan José Arévalo.

 

Parafraseando al historiador británico Tony Judt, si partimos desde una narrativa del horror, el siglo XX se nos presenta como un memorial de tragedias, pero si nos alejamos de esa retórica, también puede ponderarse como un siglo de importantes mejoras de la condición humana en general.

Guatemala, como el resto del hemisferio occidental, tuvo una transformación radical del Estado a través de lo que los historiadores han llamado “Revolución de Octubre”, o “Revolución del 44”. Sobre esto, vale la pena preguntarse si se trató de una “revolución”[1] en sensu stricto, entendida ésta como re-formulación del proyecto nacional republicano formulado, con más rupturas que continuidades, en el siglo XIX. 

Para unos, fue la clásica revolución militar, que sucedió en toda América Latina por esos tiempos; para otros, fue el hito que permitió la entrada definitiva de la sociedad civil a la vida política del país. Para los liberales, se trató de una revolución socialista; y para los marxistas, se trató de un proceso reformista-burgués o socialdemócrata. 

No es nuestro interés hallar la “esencia” de un hecho con interpretaciones tan dispares. Sin embargo, nos guiaremos por el análisis de sus resultados dentro de un contexto internacional de políticas de apertura democrática y de ampliación de la ciudadanía que siguieron todos los países occidentales al término de la II Guerra Mundial.

En ese sentido, suscribimos al análisis del historiador Jorge Luján Muñoz al afirmar que, en el ámbito político “el talante y el espíritu eran de reforma y renovación, inspirados en la Carta del Atlántico y la lucha contra el totalitarismo”[2]. Y en el ámbito económico, agregamos la inspiración en los acuerdos de Bretton-Woods, y la instauración del Estado de bienestar en todos los proyectos democráticos de las potencias aliadas.

La llamada “Revolución del 44” se inserta dentro de las reformas sociales que sucederían con la instauración del proyecto democrático de la segunda posguerra en Europa y Estados Unidos. En términos políticos, significó la ampliación de la base electoral con la incorporación definitiva de los analfabetos y las mujeres al sistema democrático a través del voto universal. También significó la aparición de cláusulas en las constituciones llamadas derechos sociales, donde los estados nacionales proveerían de bienes y servicios (salud, educación y seguridad social) a través del llamado Estado de bienestar. 

En ese sentido, estamos hablando de la aparición de un nuevo tipo de ciudadanía, producto de la sociedad de masas del siglo XX, la cual trasciende la definición clásica, abordada por la filósofa Adela Cortina:

“es primariamente una relación política entre un individuo y una comunidad política, en virtud de la cual el individuo es miembro de pleno derecho de esa comunidad y le debe lealtad permanente. El estatuto de ciudadano es, en consecuencia, el reconocimiento oficial de la integración del individuo en la comunidad política, comunidad que desde los orígenes de la Modernidad cobra la forma de Estado Nacional de Derecho”[3]

De tal suerte que la ciudadanía política se refiere a una relación unívoca entre los individuos y el Estado. Esta relación estaría instrumentalizada por una serie de deberes y derechos dentro de un marco legal establecido, lo que permitiría la vida libre en sociedad. Sin embargo, este concepto tiene dos vertientes: la vertiente republicana, según la cual la política es el ámbito en la que los ciudadanos buscan su bien; y la liberal, según la cual la política es un medio para poder realizar en la vida privada los propios ideales de felicidad. En ambas tradiciones se consignan también dos interpretaciones sobre el ejercicio de la ciudadanía: la ciudadanía como participación en la comunidad política y la ciudadanía como estatuto legal. 

En ese sentido, el ciudadano es aquel que no sólo se ocupa de su fuero privado sino que participa de las cuestiones públicas y delibera el procedimiento más adecuado para tratarlas sin imponer su voluntad con violencia. También, el ciudadano es el que actúa bajo la ley y espera protección de la ley. Es una base para reclamar derechos[4].

Esta definición necesariamente lleva a contemplar otras dimensiones de la ciudadanía que sobrepasan las definiciones presentadas y que desde el siglo XX se amplían para explicar la ciudadanía social:

“Desde esta perspectiva, es ciudadano aquel que en una comunidad política goza no sólo de derechos civiles (libertades individuales), en los que insisten las tradiciones liberales, no sólo de derechos políticos (participación política), en los que insisten los republicanos, sino también de derechos sociales (trabajo, educación, vivienda, salud, prestaciones sociales en tiempos de especial vulnerabilidad)”[5] 

En Guatemala, se consolidó como consecuencias de la revolución del 20 de octubre de 1944, que llevaría a la promulgación de la Constitución de 1945 y posteriormente a la presidencia por voto universal al Dr. Juan José Arévalo. 

De manera que, la ampliación de la ciudadanía política y social y la constitución del nuevo sujeto político a través del voto universal, guste o no, fue lo que terminó por darle la legitimidad a las democracias liberales occidentales de mediados del siglo XX hasta el presente. Y también ha sido el termómetro para determinar abusos de poder y regresiones en materia de libertades.

En las últimas décadas, ese proyecto democrático de la posguerra ha generado insatisfacción y descontento. Las naciones experimentaron la crisis de su vertiente económica en las décadas de los 80 y 90, con la desaparición del Estado de bienestar hacia una gestión pública que reduce la intervención del Estado y toma en cuenta el funcionamiento de los mercados. En el presente, es la vertiente política de este proyecto democrático la que se halla en crisis en todo el mundo, donde además la idea de ciudadanía se ha desvirtuado con el asunto de las identidades políticas, el cual será un tema de próximas entregas.


 

Referencias:

[1]La etimología de la palabra “revolución” es harto conocida. Viene del latín “revolutio” y significa "acción y efecto de dar vuelta atrás". En los siglos XVIII y XIX se utilizó como una forma de volver a un ideal político de la antigüedad clásica, pero la acepción moderna significa una ruptura radical con el orden establecido.
[2] LUJÁN MUÑOZ, Jorge. Breve historia contemporánea de Guatemala. Guatemala. FCE. 2016 Pp. 269
[3] CORTINA, Adela. Ibídem; p. 35
[4] CORTINA, Adela. Ibídem; p. 47
[5] CORTINA, Adela.Ibídem, p. 58

Cuatro cosas que han cambiado en nuestro sistema de justicia
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Edgar Ortiz es el Director del Área Jurídica en Fundación Libertad y Desarrollo, es catedrático universitario y participa como analista político en diferentes medios de comunicación. 
19 Oct 2018

El pasado 9 de octubre un tribunal condenó a prisión a diez personas por su participación en el famoso caso "Agua mágica".  

 

Entre las nueve personas condenadas destaca la condena a la exvicepresidenta, Roxana Baldetti, a pasar 15 años en prisión. Tres días después, el tribunal resolvió que los condenados en este caso deben pagar Q34 millones por concepto de reparación digna de los delitos cometidos.

La condena tiene un significado importante para los guatemaltecos por tratarse de la primera condena de los grandes casos de corrupción que se han presentado desde 2015.  Sin embargo, los guatemaltecos debemos entender que esto fue posible gracias a una serie de cambios que ocurrieron tanto en el ámbito legislativo como en el ámbito institucional de nuestro país. Me gustaría destacar tres de estos aspectos que considero claves para entender lo sucedido.

1.     Leyes anticorrupción.

En el 2012 se aprobó el decreto 31-2012, Ley Contra la Corrupción. Esto cambió algunos delitos en materia de corrupción que, o bien tenían penas muy bajas o que no castigaban algunas conductas que son propias de los actos que consideramos corrupción. Por ejemplo, dos de los delitos por el que el tribunal condenó a la exvicepresidenta Roxana Baldetti fueron el de fraude y el de tráfico de influencias. El primero tenía antes de esta reforma una pena menor y era menos claro. Gracias a la reforma hecha por la ley contra la corrupción, los jueces tuvieron más elementos para condenar el fraude ocurrido en el caso del Lago de Amatitlán. El segundo delito, tráfico de influencias, no existía antes de esta reforma. Si este caso hubiera ocurrido antes de 2012, la pena que recibió la señora Baldetti habría sido considerablemente menor porque quizá se le habría logrado demostrar el fraude, pero no se habría podido castigar el tráfico de influencias. Esto explica por qué para el MP y la CICIG ha sido mucho más difícil iniciar investigaciones a hechos de corrupción ocurridos con anterioridad al 2012, ya que tienen menos herramientas legales para castigar los actos de corrupción porque la ley no es retroactiva.

2.     Métodos especiales de investigación.

En el 2006 se aprobó la, no exenta de polémica, Ley Contra la Delincuencia Organizada. Esta ley creó delitos nuevos, pero también le dio nuevas herramientas al MP para investigar la comisión de delitos. También uno de los delitos por los que fueron condenados Baldetti y los demás procesados fue el de asociación ilícita, creado por esta ley. Pero lo que cambió la dinámica fueron los métodos especiales de investigación que creó esta ley. Esto incluye las operaciones encubiertas, las interceptaciones telefónicas, entre otras herramientas. Sin estos elementos al MP le habría sido muy difícil demostrar la participación de los condenados en estos delitos. Es verdad que la curva de aprendizaje ha sido alta, pero hay que tener en cuenta que el apoyo de CICIG en el fortalecimiento de la Fiscalía Especial contra la Impunidad a jugado un rol muy importante.

3.     El apoyo de CICIG.

No puede obviarse que el apoyo de CICIG ha sido crucial en este proceso que inició con alta intensidad desde 2015. Ha habido un soporte importante, especialmente en materia de manejo de pruebas como las descritas en el numeral anterior. Sin duda, el respaldo que ha dado CICIG fue crucial para que las autoridades del MP tuvieran un respaldo “moral” frente al poder político al que se enfrentaban.

4.     La reparación digna.

En 2011 se aprobó el decreto 7-2011 en el que se hicieron reformas al Código Procesal Penal. Una de las reformas fue cambiar la “acción civil” e introducir la reparación digna. Este cambio les da a los jueces más flexibilidad para determinar cuál debe ser la reparación que deban pagar los culpables de la comisión de un delito. Además, hace que el proceso sea más expedito que antes. Gracias a esto se resolvió en el caso agua mágica que los culpables deben pagar Q34 millones al Estado.