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Colombia at the crossroads

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La situación de Colombia es preocupante y se ha ido complicando muchísimo con el paso de los días.

 

El detonante de este estallido social ha sido el proyecto de reforma tributaria presentado el 28 de abril por el Gobierno del presidente Duque, que desataría un clima social de enorme tensión y malestar. A pesar de la retirada del proyecto de ley el 2 de mayo, los ciudadanos volcados en las calles se han mantenido realizando otros reclamos.

¿Cómo llegó Colombia a esta situación? Repasando algunos antecedentes, recordemos que el presidente Iván Duque asumió en 2018 en medio de unas condiciones difíciles. El contexto en el que tenía que operar era complicado porque ha tenido que luchar contra una izquierda creciente que se divide en dos vertientes: una vertiente muy radical, representada por Gustavo Petro y los reductos de las FARC que aceptaron los acuerdos de paz; y una vertiente de centro-izquierda moderada que tiene control de capitales importantes como Bogotá y Medellín, y que en su oposición al gobierno central, muchas veces han actuado muy poco leales al sistema democrático, y en términos objetivos han beneficiado a la izquierda radical.

Evidentemente este escenario se agrava con la pandemia. En un primer momento, la gestión de Duque fue buena, pero los confinamientos estrictos terminaron repercutiendo en la dinámica productiva del país, y arrojaron una caída del PIB en 2020 de un 7%, la mayor caída de su historia, y un aumento del desempleo del 16%. También la pobreza por ingreso aumentó en un 6.8%, ubicándose en un 42.5% lo que se traduce en que 21.2 millones de colombianos no tienen suficiente ingreso para suplir sus necesidades básicas, viviendo con menos de 90 dólares al mes, según las estadísticas reveladas por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE).

A todo esto hay que añadir la desestabilización permanente desde Venezuela. Duque sabemos que ha legalizado la situación de los refugiados venezolanos que son varios cientos de miles, pero de todas maneras existe la convicción en Colombia de que Venezuela ha infiltrado agentes que están causando desestabilización. Para colmo, algunos líderes de las FARC que supuestamente se habían incorporado a los procesos de paz, han vuelto a la anti-democracia y han encontrado refugio en territorio venezolano bajo la protección del tirano Nicolás Maduro.

Hasta ahora el saldo de estas manifestaciones y paros nacionales es más profundización de la crisis. De acuerdo con cifras de Fenalco, las empresas del país han registrado caídas en ventas por más de 90%. Y la crisis del Covid-19 sigue haciendo de las suyas. Por ejemplo en Bogotá, después de una meseta en la curva de contagios, se volvió a un pico como consecuencia de las movilizaciones en la ciudad, y la ocupación de UCI está en un máximo histórico del 96%, lo que relentiza aún más la reactivación económica.

Si bien Duque convocó a un gran diálogo nacional entre diferentes sectores políticos, económicos y sociales el día 5 de mayo —iniciándose las conversaciones y acercamientos el 10 de mayo—, hasta el momento no hay acuerdos.

El problema esencial es que en este contexto no hay mucho más que Duque pueda hacer desde el punto de vista de las reformas, etc., para contener la crisis. Y la izquierda colombiana, en sus dos vertientes, está aprovechando esto para desgastar su liderazgo tremendamente. Frente a todo esto no surge una figura de recambio en el centro liberal y la derecha colombiana, entonces lo que se prevé es que esta izquierda moderada de “buenas maneras”, que en principio está alejada de la extrema, pueda ser el reemplazo de Duque. El problema es que el comportamiento de esta centro-izquierda en los últimos días ha sido muy cercano a la extrema, en un momento en donde lo que hay que hacer es unirse por el país.

La salida puede ser que estas conversaciones que han comenzado efectivamente lleven a la consolidación de un gran pacto de centro donde las fuerzas moderadas de la sociedad colombiana avancen en una agenda conjunta de reformas que le den viabilidad al país otra vez. Y sólo lo lograrán deslantrándose ambas partes de liderazgos polarizantes que impiden acuerdos y viven del conflicto.

Definitivamente el país se encuentra en una encrucijada histórica: o toman el camino de los acuerdos y las reformas, o el camino de la polarización y la anti-política.  

 

A corporatist republic

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El corporativismo traslada el foco de la política a la academia y los gremios profesionales

 

La historia constitucional hispanoamericana se ha caracterizado por la superposición de modelos institucionales. En Guatemala, dicha superposición se evidencia en la conformación de los poderes del Estado. Por un lado, el artículo 140 de la Constitución establece que el sistema de Gobierno es “republicano, democrático y representativo”. Bajo principios republicanos, la selección de autoridades debe ocurrir por vía de elecciones libres y competitivas entre partidos políticos, diseño que se materializa en la elección presidencial, legislativa y municipal.

Sin embargo, la elección del poder judicial y de las instituciones contraloras se realiza por medio de Comisiones de Postulación. Aspirando a minimizar la influencia de los partidos políticos y de incluir un componente de probidad académica, los constituyentes de 1984 incorporaron a rectores, decanos y representantes de Colegios Profesionales en la preselección de candidatos.

Este diseño institucional es un ejemplo del corporativismo como modelo de organización. A diferencia del pluralismo republicano, el corporativismo es un sistema de representación de intereses por medio de sociedades intermedias, no competitivas, reconocidas y reglamentadas por el Estado. Es decir, la asignación de espacios de representación se da por adscripción a grupos académicos, gremiales, religiosos, etcétera. Sus orígenes se remontan a los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, cuando el fascismo, el franquismo y algunas instituciones del México priísta y de la Argentina peronista recurrieron a modelos de nombramiento sectorial. El objetivo era dual: la participación de actores extra-políticos servía para legitimar las decisiones públicas, mientras que el Estado cooptaba a potenciales opositores al otorgarles espacios de incidencia. 

No obstante, el efecto negativo recae en que no se elimina la fuente de las disputas políticas, sino que éstas se trasladan al ámbito interno de las sociedades intermedias. En Guatemala, este fenómeno se ha materializado en varios sentidos. Por un lado, el oscurantismo en el financiamiento de campañas, la gestación de grupos gremiales con intereses clientelares o la búsqueda de acceso a plazas dentro del Estado son males que afectan por igual las elecciones republicanas entre partidos, y las corporativas en los Colegios Profesionales.

La Universidad de San Carlos también ha caído presa de los conflictos políticos. Derivado de sus más de 75 representaciones institucionales, las elecciones de Rector, decanos y representantes estudiantiles han pasado de constituir procesos de democracia universitaria a convertirse en escenarios de luchas de intereses. Mientras que a nivel privado, el incentivo perverso es a la proliferación de universidades cuya razón deja de ser la enseñanza y se convierte en la búsqueda de explotar los asientos que por adscripción le corresponden en las postuladoras. Y tanto en lo público como en lo privado, las universidades tienen el estímulo de expeditar la graduación de profesionales con el fin de alterar los balances de fuerzas en las elecciones dentro de los Colegios.

Estos males parecieran haberse agudizado en los últimos 20 años. A raíz del intento de cooptación de la Corte de Constitucionalidad por el FRG en el 2001 y la creciente tensión política en relación a la justicia, los partidos entendieron que colocar operadores en gremios profesionales y en la academia era el trampolín para incidir en la preselección de las autoridades judiciales. Mientras que a nivel social, conforme se consolidaron nuevas fuentes de capital emergente, apalancadas en el patrimonialismo de Estado, surgieron nuevos actores que aspiraron a utilizar los colegios profesionales y la academia como trampolín para materializar aquella concepción de las decisiones jurídicas como la otorgación de gracias, privilegios y exenciones a grupos de interés particular.

Es decir, la cantidad de actores con intereses en la conformación del poder judicial y de los órganos contralores se ha multiplicado. El corporativismo de las postuladoras fomenta que esos intereses se enfrenten al desnudo en la arena gremial y universitaria. El carácter híbrido del Estado de Guatemala nos condena a tener una academia y gremios profesionales con alta politización.

The return of the dictators

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En los años noventa la democracia liberal surgía triunfante como el modelo al que aspiraban la mayor parte de los países del mundo, luego de las crueles dictaduras comunistas en los países de África, Asia y del Este de Europa; y las igualmente crueles dictaduras militares contrarrevolucionarias de América Latina, que habían dominado el panorama luego de la Segunda Guerra Mundial. La guerra fría había terminado y con ello se ponía fin a ese juego de poder mundial que llevó a incontables guerras civiles entre los cincuentas y los ochentas.

El consenso en ese entonces era que el Comunismo había fracasado y que el Capitalismo, de la mano de la democracia liberal, era el camino hacia el desarrollo económico y social de las naciones. Se impulsó la privatización de las empresas estatales, la reducción de impuestos, la disciplina fiscal, la contención de la inflación  y la liberalización de los mercados. 

En los noventa se impulsó la apertura de los mercados, dando lugar a la creación de grandes bloques comerciales como El Tratado de Libre Comercio de Norteamérica y la consolidación de bloques económicos como la Eurozona. Era la época de oro de una nueva ola de globalización  y democratización en el mundo que prometía dejar atrás las grandes guerras, las dictaduras y las tragedias que caracterizaron a gran parte del siglo XX.

Pero América Latina inició el siglo XXI con mal pie. Desde sus inicios, el régimen chavista comenzó a desmantelar las instituciones democráticas en Venezuela con el “apoyo popular” y el silencio cómplice de gran parte de la comunidad internacional. Llegando al poder a través de elecciones democráticas, Chávez se convirtió en un dictador que tomó control de todas las instituciones y su sucesor, Maduro, ha provocado una de las diásporas más grandes en la historia de América Latina.

El proyecto chavista tenía aspiraciones continentales, pero la caída del precio del petróleo y el desastre en la administración de las empresas petroleras estatales dejó sin recursos a ese país. Pero antes de su decadencia, logró propagarse en varios países de la región.

Por otra parte, la crisis de 2008-2009 terminó con la bonanza económica de América Latina y la segunda década del siglo XXI se caracterizó por el estancamiento económico y la profundización de la desigualdad, lo que ha dado paso a profundas crisis sociales y políticas, como las de Chile, Perú y Colombia, en donde están resurgiendo movimientos políticos comunistas.

A nivel mundial, la globalización propició el surgimiento de China y varios países asiáticos, dándoles mayor peso económico y político. Por su parte,  Occidente ha perdido fuerza y parte de sus ciudadanos se sienten perdedores del actual proceso de globalización, favoreciendo el surgimiento de movimientos radicales de derecha e izquierda. Europa es, actualmente, un caldo de cultivo de movimientos políticos extremistas.

Lo más preocupante es que el faro de la democracia de los últimos setenta años, Estados Unidos, parece estar sumido en su propia crisis interna. La radicalización del discurso político en ese país repercute a nivel mundial y debilita su posición de líder del mundo occidental.

La idea de que el régimen autoritario de China es “más eficiente” que las democracias occidentales toma fuerza y puede tener consecuencias desastrosas para el mundo en las próximas décadas.

Es claro que, a nivel mundial, se han perdido los ideales democráticos de los años noventa y hoy vemos el resurgimiento de caudillos de derecha e izquierda, con alto apoyo popular. Y junto con ello, vemos el cuestionamiento al capitalismo y la globalización. Las ideas socialistas y comunistas están de vuelta en muchos países y se expandirán en los próximos años.

Estamos con el “clima” perfecto para el retorno de los dictadores. No es que hayan desaparecido, pero es muy probable que veamos una proliferación de regímenes autoritarios en la tercera década del siglo XXI. Adiós a la democracia liberal.

 

*Esta columna fue originalmente publicada en: https://elperiodico.com.gt/noticias/domingo/2021/05/09/el-regreso-de-los-dictadores/

 
 

 

Reflections on the Peruvian elections

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Guatemala comparte algunas características con Peru: un Estado débil, corrupción rampante, una clase política desprestigiada (y superándose cada día), una población afectada y golpeada por la pandemia y, además, una democracia sin partidos políticos, como ha escrito el profesor Levitsky sobre el Perú.

 

El pasado 11 de abril hubo elecciones en Perú. Pasaron a segunda vuelta la hija de Alberto Fujimori, Keiko, y un maestro y líder sindical, Pedro Castillo. Perú queda atrapado entre dos males como escribió un politólogo peruano para el New York Times.

En cuanto a aspectos democráticos y libertades políticas, la cosa no pinta bien. Mientras Keiko defiende el régimen autoritario de su padre, Pedro Castillo propone una serie de medidas radicales que van desde eliminar el Tribunal Constitucional, aplicar la pena de muerte para corruptos hasta denunciar el Pacto de San José y salir del Sistema Interamericano de Protección de los Derechos Humanos. Incluso Pedro Castillo es crítico de las ONGs ambientalistas.

Ambos son profundamente conservadores. Tanto Castillo como Fujimori se oponen al aborto, al matrimonio igualitario. Castillo además es crítico del feminismo y “totalmente” contrario al “enfoque de género” en la educación.

En materia económica está claro que las diferencias son abismales. Keiko representa la continuidad de un modelo económico que ha traído crecimiento económico al Perú. Castillo, en cambio, propone una agenda orientada a revisar los tratados de libre comercio, a nacionalizar industrias extractivas y cuestionar el modelo económico vigente en el Perú.

Lo que ocurre en Perú debe invitarnos a reflexionar. ¿Cómo llegó el Perú a esta situación? Básicamente es una mezcla de varios factores. Por un lado, un desencanto con la política tradicional producto de un sistema político profundamente corrupto y una clase política desprestigiada.

Por otro lado, fue uno de los países más afectados por la pandemia. Esto en buena parte se debe a la debilidad del Estado peruano, aspectos que aborda con nitidez el profesor Levitsky en este blog. La incapacidad estatal, la rampante corrupción y el consecuente desencanto con la clase política llegó el Perú a este punto.

Ocho ex presidentes peruanos están señalados de corrupción desde Fujimori hasta Manuel Merino. El Perú ha tenido cuatro presidentes en los últimos cinco años: Pedro Pablo Kuczynski (menos de 2 años), Martín Vizcarra (2 años), Manuel Merino (5 días) y ahora Francisco Sagasti.

El Congreso peruano generó aún más rechazo cuando vacó a Martín Vizcarra por incapacidad moral, además de ser una medida de dudosa legalidad. Con esto, las elecciones del pasado 11 de abril presentaron 18 candidatos presidenciales de 20 diferentes partidos políticos.

Si bien Pedro Castillo quedó en primer lugar, apenas logró el 19% de los votos válidos. Keiko quedó en segundo lugar con 13% de los votos válidos. Los votos en blanco y nulos sumaron 17%, más que el segundo lugar.

¿Le recuerda a algo? Las elecciones de 2019 de Guatemala tuvieron 19 candidatos presidenciales. La candidata más votada en primera vuelta, Sandra Torres, obtuvo el 25% de los votos válidos y el segundo lugar, Alejandro Giammattei, el 13.96%. Los votos nulos y en blanco sumaron el 13.14%, casi tantos como quien luego resultara elegido presidente. El MLP, que representó un voto antisistema, logró un 10.37% de los votos.

Guatemala comparte algunas características con Peru: un Estado débil, corrupción rampante, una clase política desprestigiada (y superándose cada día), una población afectada y golpeada por la pandemia y, además, una democracia sin partidos políticos, como ha escrito el profesor Levitsky sobre el Perú.

La alianza política que gobierna el país está haciendo todos los méritos posibles por empeorar la situación de los guatemaltecos. ¿Qué podemos aprender de las recientes elecciones en el Perú?

 

 

Reflections on six years after the days of April 25, 2015

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Manifestaciones espontáneas y autónomas, pero sin liderazgos ni programas

 

Dos autores contemporáneos, Thomas Friedman y Moisés Naim, han descrito en sus textos The World is Flat  y El Fin del Poder las correlaciones de poder en el siglo XXI. Ambos, sostienen la tesis que la tecnología, las nuevas formas de comunicación, y la revolución de la información, han transformado las relaciones de influencia y poder en las sociedades.

Veamos algunos ejemplos. Hace veinte años, los programadores de contenido de las televisoras tenían el poder sobre el consumo de material televisivo y cinematográfico. Como televidentes, estábamos obligados a ver lo que el canal programaba. Ahora, en el siglo XXI, gracias a Netflix y YouTube, los consumidores tienen la libertad de sintonizar la película, la serie o cualquier contenido que desee, sin importar lo que digan los canales. Caso similar ocurre con la radio y los podcasts. O veamos la comunicación. Los teléfonos inteligentes y las redes sociales han convertido a los ciudadanos en periodistas. El mismo ciudadano informa de los hechos que acontecen en el día a día. Lo mismo ocurre con la formación de opinión, dado que ahora cualquier usuario de redes sociales se convierte en un generador de contenidos.

En pocas palabras, el poder y el mundo ahora son más horizontales que nunca. Esa horizontalidad también se traslapa al mundo de las movilizaciones sociales.

Históricamente, las manifestaciones, las movilizaciones sociales y las revoluciones tenían características jerarquizadas y verticalizadas. Generalmente la convocatoria a una protesta provenía de un líder particular, un actor con legitimidad, liderazgo o recursos; había un discurso programático. Había organización, logística y un liderazgo visible. Pensemos en el magisterio y Joviel Acevedo, o en movimiento campesino como referentes de este modelo.

Ahora, en el siglo XXI, se produce el fenómeno de la manifestación 2.0. Estas son movimientos sociales sin una conducción clara, sin liderazgos identificados, donde la autonomía y espontaneidad pesan más que los mensajes o discursos programáticos. Son movilizaciones generadas vía redes sociales, en donde la espontaneidad del individuo es la que vale: si el individuo se identifica con la razón de la manifestación, sale a la calle. Si el tema de la misma no le hace click, sencillamente el individuo se queda en su casa.

Para muestra, analicemos las jornadas del 2015 y septiembre 2017. Miles de guatemaltecos se identificaron con el tema de la manifestación: pedir la renuncia de Baldetti, de Otto Pérez en 2015, y luego, manifestar su rechazo a los decretos de impunidad del Congreso en 2017. Y por ello, salieron a las calles y paralizaron labores. Pero en medio de esas jornadas, otras demandas como la aprobación de reformas o el retraso de las elecciones, no generaron ese mismo nivel se identificación entre el ciudadano, y por ello, algunas de esas marchas no fueron tan concurridas. En pocas palabras, las manifestaciones ciudadanas de individuos se producen cuando existe una fuente de rechazo e indignación. Y al carecer de organización o liderazgos palpables, dichas movilizaciones son difíciles de articular para otros objetivos.

Lo anterior explica también por qué los actores movilizados no son actores articuladores de propuesta política. Únicamente se limitan a ser demostraciones de descontento.

La conclusión es sencilla de enumerar pero compleja de entender. En los movimientos 2.0 ya no importa quién convoca o quién es el líder. Importa el individuo como ciudadano. Si el individuo se siente identificado con el tema de la marcha, sale a la calle. Si no hay un tema de rechazo, no hay manifestación. Así de sencillo. Pero al mismo tiempo, dicha espontaneidad y autonomía de los movimientos 2.0 le condena a carecer de un discurso programático o de una línea de dirección que le permita trascender en el tiempo.

Why is it vital for Central America that Venezuela becomes a full democracy?

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Cuando decimos que la lucha por la democracia de Venezuela es una lucha de todos, no lo estamos diciendo solamente desde la defensa idealista de los principios y valores democráticos; sino desde la preocupación de que la narcopolítica cada día nos toque más fuerte la puerta de nuestra casa.

 

Expertos, investigadores, agencias de seguridad y tanques de pensamiento coinciden en que los principales problemas de la región centroamericana radican en la pobre institucionalidad y gobernanza de los estados nacionales del istmo. Problemas que se reflejan en la baja calidad democrática de la región y en la nula capacidad de los gobiernos para cumplir sus funciones básicas de seguridad, defensa y administración de justicia.

De hecho, de acuerdo con el prestigioso Índice de Percepción de la Corrupción de 2020, de Transparencia Internacional, Guatemala (25) presenta un deterioro significativo, cayendo en el conteo 8 puntos desde 2012 y Honduras (24) cae 2 puntos para alcanzar un bajón histórico en percepción de la corrupción. El Salvador (36) por su parte, presenta un estancamiento, pero igualmente ha tenido un retroceso tras la pandemia por la suspensión de la Ley de Acceso a la Información. Estos datos coinciden con la encuesta de opinión pública más reciente que se tiene en el Guatemala elaborada por CID Gallup-FLD en 2019, donde también 10.9% los guatemaltecos manifestaron que el principal problema del país era la corrupción, ocupando éste renglón el cuarto lugar de los problemas enlistados en el sondeo.

A éste cóctel de corrupción y de instituciones fallidas que agobian a los centroamericanos, se le vino a agregar el ingrediente del narcotráfico. Se estima que los países del Triángulo Norte de Centroamérica son la ruta de trasiego de cerca del 90% de la droga que finalmente ingresa a los Estados Unidos. Y sabemos que esta peligrosa cadena de distribución pasa arrastrando gobiernos e instituciones a su paso, con funcionarios de gobierno, policía, jueces, etc., que son sobornados diariamente por el dinero del tráfico ilícito de drogas y de otras actividades delictivas. De hecho, de acuerdo con un informe de financiamiento electoral elaborado por la CICIG en 2015, se estima que alrededor del 25% del financiamiento electoral en Guatemala, procede de estructuras criminales, sobretodo vinculadas al tráfico de drogas.

Pero ¿De dónde sale la droga que se transporta por toda Centroamérica? Principalmente de Venezuela, a través de su frontera con Colombia. De hecho, hace poco vimos la noticia de que en Colombia se comenzó a fumigar de nuevo con glifosato los cultivos de coca por el aumento significativo que tuvieron en los últimos años. En ese sentido, el gobierno colombiano ha retomado la agenda de lucha frontal contra el narcotráfico pues se estima que Colombia produce alrededor del 70% de la cocaína que se consume en el mundo.

Por su parte, Venezuela es el epicentro logístico, el corredor por excelencia de la droga que sale desde Colombia hacia Estados Unidos, vía Centroamérica y el Mar Caribe, y hacia Europa y África, vía el Delta del Atlántico. Como es conocido y ha sido denunciado, en Venezuela se mueven grupos narco terroristas con total libertad y flagrancia que además se han hecho con el control de territorios completos como el estado Apure. Estamos hablando del ELN, la disidencia de las FARC que maneja Iván Márquez y Santrich, y el Cartel de Sinaloa (entre otros carteles mexicanos), todos bajo la coordinación del Cartel de los Soles, que es un grupo delictivo transnacional conformado por altos funcionarios del régimen venezolano, entre quienes se encuentran personajes como, Diosdado Cabello, uno de los capos principales, por quien los Estados Unidos ha pedido 10 millones de dólares por información que finalmente lleve a su captura.

No hay duda para las autoridades de los Estados Unidos, de que Centroamérica es el puente del crimen de la droga que sale de Venezuela hacia esa potencia del norte. De hecho, de acuerdo con una investigación de Insight Crime, los vuelos que salen del estado de Apure “se dirigían a República Dominicana, y luego giraban en el paralelo 15 hacia Nicaragua y Honduras con el fin de evadir los radares”.

También, según un informe de la Office of National Drug Control Policy (ONDCP) de Estados Unidos, Honduras es el principal puente utilizado por los narcotraficantes venezolanos para introducir droga a los Estados Unidos. Este mismo informe revela que la mayoría de narcovuelos que llegan a Honduras, provienen del estado Apure, en Venezuela.

De manera que, si en Venezuela no se instala un gobierno democrático con liderazgos decentes que colaboren y cooperen con Colombia y Estados Unidos para combatir el narcotráfico; por más que en el Triángulo Norte luchemos para limpiar nuestras instituciones, no saldremos de la trampa de la corrupción y de la infiltración de la política por el crimen organizado. Mientras ese enorme contingente de droga trasiegue por Venezuela con la anuencia del cartel que gobierna a ese país, lamentablemente Centroamérica se seguirá inundando del dinero proveniente del narcotráfico y no va a tener desarrollo ni transparencia en sus instituciones, sino que seguirá en la lógica perversa que tiene atrapada a la región en la pobreza, el atraso, el subdesarrollo y lo que hace que la corrupción y la criminalidad aumenten exponencialmente cada año.

Por eso, cuando decimos que la lucha por la democracia de Venezuela es una lucha de todos, no lo estamos diciendo solamente desde la defensa idealista de los principios y valores democráticos; sino desde la preocupación de que la narcopolítica cada día nos toque más fuerte la puerta de nuestra casa.

An ideological map of the right

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La derecha no es única ni existe un monopolio discursivo

 

No. Apoyar la lucha contra la corrupción, o en su momento, a la CICIG, no es una categoría para diferenciar a la “derecha” de la “izquierda”. Tampoco es decir que la Corte de Constitucionalidad se ha extralimitado en sus funciones. Ni siquiera la discusión sobre el respeto y promoción de los derechos humanos debiera considerarse como un factor diferenciador. Al final, hay valores comunes a distintas ideologías.

Por si fuera poco, la superficial dicotomía de “fachos” y “chairos” sólo ha servido para banalizar aún más una discusión que de por sí ya era hepática y falta de argumentos. Tampoco se puede plantear la dicotomía desde el personalismo. Ser de derecha no es estar de acuerdo con Zury Ríos, Jimmy Morales o Roberto Arzú; como ser de izquierda no es estar de acuerdo con CODECA o Mario Roberto Morales.

Créanme. Es un poquito más complicado que eso. 

La “derecha” ni siquiera es una categoría ideológica única. Dentro del concepto caben conservadores tradicionalistas, conservadores liberales, liberales clásicos, libertarios, anarco-capitalistas, liberales sociales, ordo-liberales, demócratas-cristianos o social-cristianos. Y aquí me limito a enlistar familias de ideologías políticas. Si agregamos las escuelas económicas, las permutaciones se vuelven infinitas.

Tampoco es una categoría sobre valores generales. Por ejemplo, los conservadores tienden a ser más organicistas que individualistas; mientras los liberales son individualistas ante todo. Los liberales-sociales han matizado el individualismo absoluto con el interés por el colectivo. Mientras que los demócratas-cristianos tratan de encontrar el balance entre el individuo y la sociedad.

La creencia en el mercado es quizá una característica común; pero tampoco es absoluta. Algunos conservadores creen que antes de libertad de mercado es mejor un poco de mercantilismo, es decir, protección del Estado de sectores estratégicos. Los liberales clásicos, los libertarios y anarco-capitalistas creen en el absolutismo de mercado y propugnan un sistema económico donde las regulaciones sean mínimas o inexistentes. Los ordo-liberales creen en el mercado, pero con regulaciones para corregir sus falencias, entre ellas, la promoción activa de la competencia o la prestación estatal de algunos servicios públicos. Mientras que los demócratas-cristianos matizan el absolutismo de mercado con conceptos como la solidaridad o subsidiariedad, que se traducen en sistemas fiscales más agresivos.

Los conservadores y liberales chocan en la dicotomía entre orden y libertad; mientras los primeros creen en el orden primero y libertad después, los segundos -en cambio- están dispuestos a sacrificar un poco de orden por el valor supremo de la libertad. Para muestra, la disyuntiva que mejor evidencia esta diferencia es la seguridad aeroportuaria tras 9/11. Quienes creían que las medidas de revisión de pasajeros eran muy invasivas, probablemente respondían a valores liberales; quienes en cambio creían que las medidas eran necesarias para garantizar la seguridad, probablemente respondían a valores más conservadores.

La influencia religiosa también es otra fuente de división. El conservadurismo y el demo-cristianismo tienen como base filosófica una fuerte raíz religiosa, aunque también con diferentes grados y matices. Los liberales, en cambio, propugnan el laicismo y la libertad religiosa como uno de los valores supremos.

Y luego, no podemos obviar que derechas e izquierdas están muy relacionadas con las condiciones contextuales propias del lugar. Por ejemplo, en los países musulmanes, donde el radicalismo islámico es una variable transversal, las derechas propugnan mayor influencia de la religión en política, mientras que los liberales que propugnan la separación de Iglesia y Estado, son considerados como de izquierda.

Esta es quizá una pequeña muestra que el debate sobre ideologías es un poco más complejo de lo que algunos quieren presentar. Y sobre todo, sirve para evidenciar que quien limita la discusión a temas de momento -como CICIG, cortes o visión de relaciones internacionales-, quizá necesita antes educarse un poco sobre la riqueza y diversidad detrás de la discusión de ideologías.

Central America, after the pandemic

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Imaginen ustedes la dinámica, el entusiasmo y, sobre todo, la esperanza que daría a la región ver proyectos de desarrollo en infraestructura, integración financiera, industria y comercio para la región. La inversión que Centroamérica podría atraer y la cantidad de oportunidades que se podrían crear. Los recursos que se podrían generar y la cantidad de problemas sociales que podríamos resolver.

 

Las persecuciones, las guerras, las pestes, la gran depresión y otros capítulos estelares de los últimos dos milenios marcaron los momentos que definieron lo que hoy somos como especie. Una especie que no ha sido perfecta, y nunca lo será. Pero cada Siglo y cada generación enfrentó su hecatombe y la superó. Y siempre, floreció una civilización más humana, más inteligente, más próspera y civilizada.

Los líderes en todos los sectores de la sociedad, en especial gobiernos y empresa, debemos gestionar la crisis al mismo tiempo en que diseñamos las bases del futuro que encontraremos después de la pandemia.

Este es un problema global que necesita soluciones globales, pero la complejidad de la crisis en este momento geopolítico del mundo exige, en cada sociedad, estadistas, valores y liderazgo.  

El futuro ya no es lo que pensamos... nada será lo mismo…  Estamos a las puertas de un nuevo orden mundial del que tenemos más dudas y temores que datos y certezas. Pero no es la primera vez que la especie humana se enfrenta a eventos que cambian el curso del destino y la historia de las naciones; o como en este caso, del mundo.

Esta pandemia vino a golpearnos en los puntos frágiles que tenemos: El sistema de salud, la economía, el subdesarrollo político, el Estado de Derecho y la cultura. Debilidades que la crisis obligará a corregir.

Los pueblos del mundo se debaten entre los dilemas que generan los mecanismos del miedo y la capacidad del ser humano para encontrar la serenidad para enfrentar este desafío, con humildad, pero con inteligencia, con destreza, pero con estrategia.   

Salir de esta crisis requerirá sacrificios, tolerancia, flexibilidad y optimismo. Salir de esta crisis dependerá de dos tareas críticas: la política y la economía. 

Para levantar de verdad la economía centroamericana, el desafío es convertir a los países de la región en una zona sin fronteras y de libre movilidad de bienes, servicios, capitales y personas.

Imaginen ustedes la dinámica, el entusiasmo y, sobre todo, la esperanza que daría a la región ver proyectos de desarrollo en infraestructura, integración financiera, industria y comercio para la región. La inversión que Centroamérica podría atraer y la cantidad de oportunidades que se podrían crear. Los recursos que se podrían generar y la cantidad de problemas sociales que podríamos resolver.

Y si logramos construir la integración económica y fortalecemos los sistemas de justicia, Centroamérica dejaría de ser una amenaza a la seguida hemisférica.  

En medio del dolor por los seres queridos que hemos perdido por el destino, la pandemia, la pobreza, la violencia; en medio del subdesarrollo político que padecemos, el peor de todos, que nos tiene atrapados en el cuarto mundo; en medio de contradicciones, indiferencia y sobredosis de soberbia, la región centroamericana libra en estos momentos múltiples batallas que definirán el futuro de varias generaciones de ciudadanos.

Por eso, es imprescindible y apremiante rescatar el paradigma liberal, representativo y democrático donde la división de poderes que establecen la República y el Estado de Derecho se respetan porque definen la forma de gobernarnos.

Para redimir la esencia y el significado de un Estado Democrático de Derecho es imperativo recuperar el compromiso con lo público, reivindicar el sentido del respeto a la ley, volver al valor de honrar juramentos y cumplir con la palabra que se da.  

Centroamérica, su historia y sus números duelen con frecuencia. Somos un grupo extraordinario de pueblos que estamos pagando un alto precio para ser naciones desarrolladas, justas y prosperas de verdad; pero somos tierra de gente libre y valiente; por eso, ese día llegará.

 

 

Vaccine Diplomacy

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Las vacunas han sido y están siendo utilizadas por países como China para avanzar su agenda y aumentar su influencia política en los países del mundo, particularmente en América Latina, seguramente para ganar espacios diplomáticos a los Estados Unidos. 

 

Guatemala está en el sótano de vacunación del covid19. Es el cuarto país con menos personas vacunadas en el continente solo por encima de Paraguay, Honduras y Trinidad y Tobago (no hay cifras oficiales de Venezuela, Cuba y Nicaragua). 

El problema de Guatemala es dual, por un lado la compra de las vacunas fue retardada. Las primeras dosis llegaron a finales de febrero con la donación de 5 mil dosis de la embajada de Israel y 200mil dosis de la embajada de la India. Con eso arrancó el Plan de Vacunación diseñado por el Ministerio de Salud. Poco tiempo más tarde, se anunció la llegada de 81mil 600 dosis adquiridas a través del mecanismo de COVAX. En días más recientes, se informó de la compra de 16 millones de dosis de la vacuna Sputnik V que permitirían vacunar al menos 8.3 millones de guatemaltecos. 

El segundo problema que enfrenta el país es el ritmo y velocidad para administrar las vacunas. Indistintamente de si se logra adquirir las vacunas, sin una administración eficiente de las mismas, para lograr inocular a un porcentaje considerable de la población y alcanzar la famosa inmunidad de rebaño, seguiremos estando en los últimos lugares respecto al resto de países de la región. Desde el inicio del Plan de Vacunación solo 155 mil personas han sido vacunadas con la primera dosis y tan solo 1, 826 personas ya tienen el esquema completo de inoculación. Menos del 1% del total de la población ha recibido al menos la primera dosis de la vacuna. 

El drama de la ineficiencia del gobierno en la gestión de recursos para la vacunación se hace incluso más evidente cuando nuestros vecinos tienen titulares como que ya alcanzaron el medio millón de vacunados. Por si eso no fuera poco, adquirieron 105mil dosis de la vacuna a través de COVAX y 1 millón de la vacuna SINOVAC (producción China). Además, el presidente Nayib Bukele, presumió de su estrecha relación con Xi Jinping cuando anunció a través de su cuenta en Twitter que recibirían una donación adicional de 150mil vacunas. La popularidad del gobierno se ha mantenido elevada y no caben dudas que su eficiencia le permitirá seguir consolidando su populismo carismático en el país vecino.

Con estas comparaciones algunos cuestionan, ¿por qué Guatemala no tiene relación con China? Se trata de un asunto de diplomacia, desde 1960 Guatemala tiene relaciones diplomáticas con la República de China (Taiwán)(tenían relaciones desde antes, pero se estableció una embajada formalmente hasta después de la primera mitad del siglo XX). De los 15 países del mundo con los que Taiwán mantiene relaciones diplomáticas, Guatemala es el país más grande en términos de población. Una relación que vale mucho para la provincia autónoma china que ahora sufre acoso de la potencia continental de China. 

Caso contrario, El Salvador rompió relaciones diplomáticas con Taiwán en 2018 con el gobierno de Salvador Sánchez Cerén. En su momento, Taiwán acusó a China de prometer paquetes de ayuda a los países para establecer relaciones diplomáticas. En sus declaraciones, el Ministro de Relaciones Exteriores taiwanés, Joseph Wu, dijo que no estaba dispuesto a tener una competencia de dinero con la potencia China. Esta situación además, incomodó a los Estados Unidos por tener en su propio patio trasero a uno de sus principales enemigos. 

Algunos pensarán que resulta bastante tentador cambiar de bando, es decir, romper relaciones con Taiwán para aliarse con China y así ser beneficiarios directos de cuestiones como las vacunas, o de cosas más superficiales como la construcción de estadios como sucedió con Costa Rica hace unos años. Sin embargo, no debemos olvidar al menos dos cuestiones: 

  1. La relación de Guatemala con Taiwán ha traído beneficios en materia de educación y préstamos blandos para infraestructura
  2. Las vacunas han sido y están siendo utilizadas por países como China para avanzar su agenda y aumentar su influencia política en los países del mundo, particularmente en América Latina, seguramente para ganar espacios diplomáticos a los Estados Unidos. 

 

Los aliados que tenemos son reflejo de los valores que a nivel de país se tienen. No podemos olvidar que China es un gobierno autoritario que comete severos atropellos en contra de los derechos y libertades de sus ciudadanos. Aliarse con China es prácticamente estar en contra de los valores de la democracia, el estado de derecho y la división de poderes. Por eso, a pesar de lo tentador que pueda resultar romper relaciones con Taiwán, se debe actuar de manera más estratégica e inteligente respecto a las relaciones con China.



 

A balance of the results in Ecuador and Peru

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Corto

El domingo 11 de abril de 2021 fue un día de grandes expectativas para Latinoamérica porque se llevaron a cabo procesos electorales en dos importantes países andinos. Cada uno con sus particularidades y complejidades internas, pero también con tendencias regionales a partir de las cuales puede trazarse un análisis que busque comprender el estado de la salud democrática de la región.

 

Comencemos con las buenas noticias del Ecuador, donde finalmente se contuvo el avance que lideraba el correísmo desde hace 14 años. Las causas que explican este repliegue se explican por varias razones: primero, el “correísmo” nunca dejó de ser un proyecto personal amalgamado en la figura de Rafael Correa, lo que obstaculizó una sucesión. De hecho, recordemos que su primer alfil, Lenín Moreno, se distanció del correísmo en su gobierno, al punto de convertirse en enemigo acérrimo de Rafael Correa. Segundo, tenemos a la propia figura polarizante de Correa, que en términos electorales tiene sus pros y sus contras, porque si bien en primera vuelta sirve de elemento diferenciador y además cuenta con una base de voto duro; en segunda vuelta siempre se encuentra con el problema del anti-voto. Esto fue problemático porque vimos cómo Arauz en la primera vuelta se apoyó muchísimo en la figura de Correa y logró pasar sin problemas al balotaje, pero en la segunda vuelta apostó por distanciarse (sin éxito) de su figura polarizante, resultándole imposible “controlar” el carácter volátil del caudillo que hacía todo tipo de declaraciones disruptivas en medios y en su cuenta Twitter. También hay que incluir elementos como el discurso de unidad nacional que adoptó Guillermo Lasso que se distanció de la confrontación ideológica y, finalmente, no hay que dejar de lado otros “cisnes negros”, como el contingente de refugiados venezolanos en Ecuador —que asciende al medio millón de personas— y cuya crisis probablemente haya persuadido al electorado ecuatoriano de votar en contra del modelo del “Socialismo del siglo XXI”[1] que Correa defiende abiertamente.

La presidencia de Lasso, aparte de detener al correísmo, inaugura una nueva era en el Ecuador. Las apuestas son altas y las expectativas son grandes porque se tiene la oportunidad histórica de cambiar el rumbo que el país ha tenido en casi tres lustros. De hecho, un buen signo de lo que se ha comenzado a llamar el “Efecto Lasso”, es que el día de ayer, apenas se hicieron oficiales los resultados electorales, el “Riesgo País” bajó 400 puntos[2], así que el reto es que el país se enrumbe a la senda de la democracia y el crecimiento.

Por otra parte, también tuvimos la primera vuelta electoral en el Perú, con un panorama completamente distinto y quizá menos optimista. Lo primero que hay que recordar son los momentos turbulentos que hicieron que esta administración tuviera al menos cuatro presidentes distintos y donde la mayoría de sus expresidentes están presos o se encuentran enfrentando graves casos de corrupción. Estos escándalos de corrupción han generado una serie de problemas muy graves que de alguna forma explican los resultados de los comicios: en primer lugar, han creado un hastío y una desafección por el sistema político en la ciudadanía. Segundo, este proceso ha “barrido” prácticamente a toda la clase política tradicional, es decir, desapareció lo que se conocía como el “centro político” conformado por el APRA y otros partidos moderados de centro-derecha como Acción Popular. Y tercero, (como consecuencia del segundo) ha fragmentado al sistema en un abanico infinito de partidos políticos atomizados, que lo que han hecho es fortalecer las dos tendencias populistas autoritarias y extremas que pasaron a segunda vuelta: Pedro Castillo y Keiko Fujimori.  

El escenario que enfrenta Perú, gane quien gane la presidencia, es el del populismo autoritario. Recordemos que el fujimorismo es una fuerza política que hace casi 30 años protagonizaría uno de los momentos más nefastos y que más daño han hecho a la democracia latinoamericana. Y por otro lado, está el proyecto de Pedro Castillo, que dice abiertamente y sin complejos que seguirá los pasos de Hugo Chávez y Evo Morales con la agenda del “Socialismo del Siglo XXI”, con Asamblea Nacional Constituyente y nacionalización de empresas incluidas.

En conclusión, el 2021 es un año electoral para la región latinoamericana que presentará varias encrucijadas en distintos países. Habrá que seguir atentos a los vaivenes del subcontinente con sus virajes, refrescamientos, recambios y continuismos en los liderazgos que marcarán el rumbo político de la presente década.

 

[1] Cabe aclarar que Correa emuló el proyecto chavista del socialismo del siglo XXI en su vertiente política y en su retórica, más no en su vertiente económica.

[2] Datos elaborados por Inteligencia Empresarial al 12 de abril de 2021. Fuente: J.P. Morgan.

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