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Cinco mitos sobre el coronavirus
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Directora de Comunicación y Prensa de la Fundación Libertad y Desarrollo. Comunicadora Social graduada de la Universidad Rafael Landívar. 
03 Abr 2020

La pandemia del Coronavirus, además de ser una crisis de salud pública en el mundo, también se convirtió rápidamente en una pandemia de desinformación.

 

El COVID-19, al igual que otras enfermedades del pasado, viene acompañado de noticias falsas y teorías de conspiración que se han propagado tan rápidamente como el propio virus. Sin embargo, las noticias falsas más preocupantes son las que se refieren a posibles curas. Hace unos días, un hombre murió después de ingerir un producto destinado a limpiar peceras porque contiene Cloroquina, un medicamento que se está probando como un posible tratamiento para la infección.

Por esta razón, la Organización Mundial de la Salud, como parte de su misión de ser la fuente de información más confiable en esta crisis de salud, se tomó la tarea de desmentir muchas de estas teorías. Y muchos otros sitios como el Foro Económico Mundial, FactCheck.org o Fact Checker se han sumado a esta esfuerzo. 

A continuación comparto las que, personalmente, he visto circular por redes sociales:

1. La hidroxicloroquina es el nuevo tratamiento contra el Coronavirus:

FALSO. La hidroxicoloquina es un medicamento derivado de la Cloroquina que se utiliza para el tratamiento de la malaria, paludismo y otras enfermedades. Se ha escuchado y leído mucho de este medicamento ya que se están realizando pruebas de emergencia en algunos pacientes para tratar la infección del COVID19. Además de este tratamiento, se están realizando otros estudios como el uso de plasma de personas ya recuperadas, pero por el momento, ninguno está confirmado como un tratamiento estándar. Es importante que la hidroxicloroquina no se utilice sin la supervisión médica apropiada. 1

2. El ajo puede prevenir la infección por el nuevo Coronavirus:

FALSO. El ajo es un alimento saludable que puede tener algunas propiedades antimicrobianas.  Existen estudios donde se utilizan suplementos a base de extracto de ajo para la prevención del resfriado común; y donde se halló cierto beneficio pues fortalece el sistema inmune de las personas. Sin embargo,  no existen estudios que prueben que el ajo puede prevenir la infección por el SARS-COVID19. 2

3. Si sostengo la respiración por diez segundos sin toser o sin sentir molestias no tengo infección por COVID-19.

FALSO. Los síntomas comunes del COVID-19 son la tos seca, el cansancio y la fiebre. Algunas personas desarrollan  la enfermedad hasta puntos muy graves, como la neumonía; pero otras personas la desarrollan de una forma muy ligera, solamente perdiendo el sentido del olfato y del gusto. La única forma para saber si se ha contagiado del virus es haciendo las pruebas oficiales.3

4. El Coronavirus solo afecta a personas de la tercera edad.

FALSO. El COVID-19 puede infectar a personas de todas las edades. Las personas de la tercera edad y aquellas que ya padecen algunas enfermedades (como el asma, la diabetes o las cardiopatías) son las que tienen más probabilidades de enfermarse gravemente cuando adquieren la infección. Por consiguiente, todas las personas, sin excepción, deben acatar las medidas de higiene y distanciamiento social. 3

5. Cuando venga el verano el COVID-19 desaparecerá porque muere al entrar en contacto con el calor.

FALSO. Todavía no hay estudios sobre esto. Existe la hipótesis que toma como base los estudios realizados al virus del SARS, donde el virus podría morir expuesto a una tempertura arriba de 56°C por más de 30 minutos. Sin embargo, debemos esperar más estudios para estar 100% seguros de esto. 4, 5

Es importante que analicemos la información que nos llega para evitar la propagación de noticias falsas que pueden poner en riesgo nuestra salud. Prevenir para evitar el contagio es esencial, pero paralelamente a ello, debemos desmentir aquellas noticias falsas que puedan menoscabar esos esfuerzos. A continuación, comparto un resumen de los pasos que debemos seguir antes de compartir una noticia:7

 

  1. Verifique la fuente o página que publicó esa información. ¿Es de algún medio con credibilidad de su país o región? ¿Es de la página oficial de algún líder de opinión?
  2. No lea solo el titular. Lea toda la noticia y tómase su tiempo para analizarla.
  3. Verifique la fecha y el lugar de la nota. Muchas veces las noticias falsas o las teorías conspirativas son reutilizadas en internet cualquiera sea el contexto social que se viva en el momento.
  4. ¿La noticia está "pidiendo" que crea en ella o "muestra" que debe desconfiar de otras? Cuando una noticia es cierta, es más probable que cite fuentes, documentos y que incluya enlaces.
  5. Si la ha recibido por algún conocido, ¿confía en el criterio de esta persona para asegurar que la noticia sea verídica? Una buena forma de asegurarte de esto, es preguntarle cómo ha obtenido esa información.
  6. Googlee la nota. Si la noticia es verdadera, es muy probable que varios medios de comunicación ya hayan publicado esa información.
  7. Reconozca la paleta de colores y logos usados por las fuentes oficiales para comunicar información sobre determinada temática. Verifique la imagen, el video o la publicación en sus cuentas oficiales de redes sociales y páginas web, de ser real ya estaría previamente allí.

 

La verificación es crucial para reforzar nuestra confianza en la información que recibimos de fuentes oficiales; las cuales contienen mensajes aprobados científicamente y que buscan el bienestar general de la población. Debemos esforzarnos por estar atentos, pero estar atentos solo es útil si nos ayuda a promover la información valiosa. Pensemos dos veces sobre los mensajes que circulan actualmente y ayudemos a guiar a nuestra familia y amigos a decidir en qué confiar.

  

Referencias:

  1. https://www.paho.org/journal/es/articulos/ensayos-clinicos-reposicionamiento-medicamentos-para-tratamiento-covid-19
  2. MT, L. L. (Enero de 2007). El ajo , propiedades farmacológicas e indicaciones terapéuticas. OFFARM, 26(1), 78-81. Extraído de: https://www.elsevier.es/es-revista-offarm-4-articulo-el-ajo-13097334
  3. https://www.who.int/es/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019/advice-for-public/q-a-coronaviruses
  4. Kumar, S., Maurya, V., Prasad, A., Bhatt, M., & Saxena, S. (2020). Structural, glycosylation and antigenic variation between 2019 novel coronavirus (2019-nCoV) and SARS coronavirus (SARS-CoV) (pp. 13–21). India: Indian Virological Society. Recuperado de https://link.springer.com/content/pdf/10.1007/s13337-020-00571-5.pdf
  5. Geller, C., Varbanov, M., & Duval, R. (2012). Human Coronaviruses: Insights into Environmental Resistance and Its Influence on the Development of New Antiseptic Strategies (pp. 3044–3068). Francia: MDPI. Recuperado de https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3509683/pdf/viruses-04-03044.pdf
  6. https://es.weforum.org/agenda/2020/03/estos-son-los-12-principales-rumores-sobre-el-covid-19-que-la-oms-desmiente/
  7. https://www.summer.harvard.edu/inside-summer/4-tips-spotting-fake-news-story
Medidas económicas en tiempo de crisis
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Paul Boteo es Director General de Fundación Libertad y Desarrollo. Además, es catedrático universitario y tiene una maestría en Economía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. 
02 Abr 2020

Las últimas proyecciones de crecimiento del Banguat indican que este año el PIB de Guatemala crecería entre 0.5% y 1.5%, y en los próximos meses estas proyecciones podrían empeorar. ¿Qué medidas económicas se pueden aplicar en este contexto? Las propuestas deben ir en dos vías: una es tratar de preservar el empleo, y la otra, es ayudar a los que se quedaran sin ingresos.

 

Los primeros datos de los efectos del Coronavirus en la economía de Estados Unidos son realmente alarmantes.  Más de 3.2 millones de trabajadores estadounidenses aplicaron al seguro de desempleo en la última semana  de marzo. La cifra más alta que se había registrado hasta ahora era de 695 mil reclamos en octubre de 1982. Para tener otro parámetro de comparación, en febrero se contabilizaron 5.6 millones de desempleados en Estados Unidos. Si se suman 3.2 millones de desempleados más, la tasa de desempleo pasaría de 3.5% en febrero a 5.3% en marzo. Veremos si se confirma este escenario, cuando se publiquen los datos oficiales de desempleo.

Las proyecciones más alarmantes, indican que más de 47 millones de personas podrían quedarse sin empleo en Estados Unidos en los próximos meses, lo cual implicaría una tasa de desempleo de 32%, una cifra nunca vista en la historia de ese país. Ni siquiera para la Gran Depresión de los años treinta.

Vivimos tiempos de crisis económica en todo el mundo y Guatemala no es ajena a esta realidad. Las últimas proyecciones de crecimiento del Banguat indican que este año el PIB de Guatemala crecería entre 0.5% y 1.5%, y en los próximos meses estas proyecciones podrían empeorar. ¿Qué medidas económicas se pueden aplicar en este contexto? Las propuestas deben ir en dos vías: una es tratar de preservar el empleo, y la otra, es ayudar a los que se quedaran sin ingresos.

Guatemala tiene una complejidad en su mercado laboral, que hace difícil implementar políticas económicas en tiempos de crisis. Sólo el 30% de la fuerza laboral está en la formalidad y el restante 70% sobreviven en la informalidad. Para ayudar a ambos grupos de trabajadores se deben tomar medidas distintas. Preservar el empleo de los que se encuentran en la formalidad pasa por brindar incentivos fiscales a las empresas para que sobrevivan estos tiempos difíciles y así, no se vean en la necesidad de prescindir de trabajadores. La tasa de ISR que pagan las empresas es de 25%. Una apuesta agresiva sería reducirla a entre 10% y 15% de forma inmediata, para que logre mayor liquidez. Igual se debe revisar el ISO, ya que drena la liquidez de las empresas, lo cual es de vida o muerte para las mismas en estos momentos.

Otra medida que están aplicando algunos países es exonerar temporalmente el pago del IVA del arrendamiento de locales comerciales. Esto con el fin de ayudar a las medianas y pequeñas empresas, ya que este rubro es importante dentro de sus gastos mensuales.

Para las personas en la informalidad y que seguramente se quedaran sin empleo, se puede considerar brindarles transferencias directas por cuatro o seis meses, para que puedan soportar esta tormenta. Muchos pequeños comerciantes se quedarán sin recursos muy pronto y podrían enfrentar una grave situación económica. Esta medida tiene sus complejidades logísticas para implementarse, pero debe aprenderse de la experiencia de otros países.

Otra medida urgente es reformar el marco legal de las Alianzas Público-Privadas para agilizar la ejecución de la cartera de inversión que se encuentra paralizada por el papel vergonzoso que ha jugado el Congreso. Tal como está la legislación actualmente, los proyectos se quedan entrampados porque se necesita de la aprobación de los congresistas y todo parece indicar que éstos, literalmente, extorsionan a las empresas para aprobar los proyectos. El país necesita infraestructura para mejorar su competitividad. Se le debe quitar ese poder arbitrario a los diputados, entre otras reformas a esta legislación.

Por supuesto, estas medidas tendrían un costo fiscal muy fuerte, pero en estas circunstancias extraordinarias, tenemos que estar dispuestos a aceptar cierto nivel de déficit fiscal, que sería inaceptable en tiempos normales. Es la única forma de brindar lo incentivos correctos. Esto implica que, posteriormente, se debe trabajar en lograr un Estado más eficiente, eliminando gastos superfluos, ligados a corrupción o a clientelismo político. Y claro, el déficit fiscal no puede ser tan alto que ponga en riesgo la estabilidad macroeconómica del país, que es uno de los activos más valiosos que tenemos. La idea no es tener que enfrentar una crisis de deuda pública dentro de diez años, como la que atraviesa Costa Rica, por citar un ejemplo.

Por último, se debe hacer un balance en las medidas que se toman para enfrentar el Coronavirus. Medidas que impliquen el cierre total de todas las empresas, podría significar una crisis humanitaria sin precedentes en los próximos meses. Se debe ser estrictos con las medidas que se toman para resguardar la salud y la vida de todos los guatemaltecos. Al mismo tiempo, se debe tratar de preservar el empleo de más de 7 millones de trabajadores que conforman la fuerza laboral del país. Son tiempos difíciles.

 

1918: Lessons for today's world from the last great pandemic
113
Directora del área de Estudios Latinoamericanos de la Fundación Libertad y Desarrollo. Es licenciada en Historia egresada de la Universidad Central de Venezuela.
01 Abr 2020

Creyó ver el mundo entero asolado por una epidemia espantosa y sin precedentes, que se había declarado en el fondo de Asia y se había abatido sobre Europa. Todos habían de perecer, excepto algunos elegidos

Fyódor Dostoievski, Crimen y castigo (1866)

 

Como humanidad, no habíamos vivido una pandemia en 102 años. Hoy en día, no hay nadie vivo que tenga memoria de una pandemia, por ende, la única forma de conocer sus efectos en la vida cotidiana y los cambios sociales que produjo es a través de las fuentes históricas que asentaron el testimonio para la posteridad.

Por ejemplo, de lo primero que llama la atención es que, al igual que el coronavirus, la influenza de 1918 fue subestimada en un principio en cuanto a su letalidad y su capacidad de propagación. Las cifras más conservadoras de decesos globales calculan que, en un lapso de 15 meses, perecieron alrededor de 21.6 millones de personas en todo el mundo[1] [2] (pero incluso algunas otras estimaciones hablan de 50 millones y hasta 100 millones de muertes).

Sorprendentemente, en los inicios de aquella pandemia, los expertos pensaban que el virus ─al presentar en un principio los mismos síntomas de la gripe común─ no constituía una amenaza grave que debiera ser tomada en serio. Como se indica en el periódico estadounidense The Sun, el domingo 4 de agosto de 1918 (traducción propia):

Influenza española generalizada, pero no grave

La gripe española parece ser generalizada en una parte considerable de Europa. Si bien se le prestó especial atención después de su brote en España hace unas semanas, no cabe duda de que se ha convertido en una epidemia muy severa en Alemania, Austria y los territorios ocupados por el Poder Central durante los últimos dos años (…) Según el Dr. Friedrich Kraus, especialista de Berlín:

“Creo que no hay razón para alarmarse a pesar de que tenemos que lidiar con los casos en masa (…) Hasta ahora no tenemos un remedio seguro y lo mejor es que las víctimas pueden ir a la cama y tomar todas las precauciones habituales. La enfermedad no es grave cuando no se presentan complicaciones” (…)

Sir Arthur Newsholme, director médico de la Junta de Gobierno Local, al analizar el brote en Londres, dice: "La gripe actual no es tan grave como en la gran epidemia de 1899-1902. La infección se transmite por estornudos y tos, y cualquier medida general de aislamiento es impracticable, excepto: el aislamiento doméstico del paciente individual, que siempre debe practicarse. Tan pronto como aparezcan los síntomas, el paciente debe irse a la cama y permanecer aislado de los demás al menos de cuatro a cinco días. Se debe tener cuidado para evitar la fatiga excesiva o el frío durante la convalecencia, ya que una recaída puede ser más peligrosa que el ataque original ".

Las similitudes, cien años después, con la cobertura de la prensa internacional a inicios de 2020, cuando el virus aún se encontraba en su fase inicial, son sorprendentes. Hoy en día, además de tomarlo con incredulidad y subestimar la capacidad mortal del coronavirus, alegando que otros virus como la influenza y otros eventos como las muertes por accidentes de carros, son mucho más letales; se proclama una excesiva confianza en los sistemas públicos de salud y en los adelantos médico-científicos para hacer frente una “eventual pandemia”.

Si bien no se trata de establecer paralelismos exactos, sí es evidente que pudimos haber importado ciertas lecciones de la pandemia de 1918 para no cometer los mismos errores de aquel:

  1. El acceso a la información y la lucha contra la censura es clave.
    En tiempos de la pandemia de 1918, la desinformación y la censura de la prensa fueron el catalizador de su rápida propagación en el mundo. De hecho, es por esa y no por otra razón que se llama “Gripe Española”[3]: porque al ser España un país neutral durante la Primera Guerra Mundial se convirtió en una fuente primaria de información sobre la pandemia frente la censura que aplicaban las demás potencias en conflicto, que ocultaban la cifra de decesos e infectados. Incluso en los países que no eran sujetos de la censura por la guerra, en la mayoría de la prensa de la época encontramos avisos educativos sobre la higiene de las manos y el cuidado de los gérmenes, pero muy poca información sobre la escala verdadera de la pandemia[4]. Incluso, los editores de periódicos australianos aplicaban la “auto-censura” y la “cláusula moral” en cuanto al uso de la palabra “plaga” para referirse a la pandemia, e intentaban presentar las noticias de la forma más positiva posible, evitando incluso asociaciones con la “peste negra”[5].

    Actualmente, con la crisis del COVID-19, varios periodistas y médicos han cuestionado la actuación de la República Popular China, que desde la aparición del virus en diciembre, ha aplicado sistemáticamente la censura y la persecución a quienes advertían de la pandemia, bajo el argumento de que se “perturbaba la paz social”. Hoy es claro que la censura del régimen comunista chino, escondió la extensión de la pandemia por semanas y para ese momento ya miles de personas con el virus habían viajado a Estados Unidos e Italia, que actualmente son los mayores focos de coronavirus en el mundo. Una informe reciente de la reconocida organización no gubernamental Reporteros Sin Fronteras, ha puesto en evidencia la represión del régimen chino a quienes informaron sobre la pandemia y también un estudio de la Universidad de Southampton ha sugerido que el número de casos de COVID-19 en aquel país pudo haberse reducido un 86% si se hubieran tomado las medidas de aislamiento y cuarentena al menos 20 días antes de lo que se tomaron, en lugar de estar ocupados ocultando información y encarcelando a quienes hacían pública la gravedad de la pandemia. En ese sentido, queda demostrado que la prensa libre, la libertad de expresión y los medios de comunicación locales, son esenciales no sólo para las democracias y la rendición de cuentas, sino que también es vital para evitar crisis de salud pública de la magnitud de esta pandemia. 

  1. Más multilateralismo, integración y globalización, no menos.
    Los historiadores suelen ubicar el fin de la primera globalización (1870-1920), precisamente unos años después de la Primera Guerra Mundial[6] [7] y, desde luego, de la pandemia, que sería una más de las tantas justificaciones para levantar fronteras y virar duramente de una economía global basada en el patrón-oro, hacia las economías nacionales. Luego del “final estremecedor” de la primera globalización, cobró mucha más fuerza el estallido de los nacionalismos y los extremismos, continuó la rivalidad militar entre potencias y emergió fortalecido el aislacionismo y la preeminencia del Estado-nación sobre la globalización. Un ejemplo de esta tendencia anti-globalización fue que precisamente durante la Gran Guerra y la pandemia, surge el pasaporte[8] de hoy en día, básicamente en un principio para controlar los flujos de personas y la migración hacia los países en conflicto, pero incluso después de la guerra estos controles se mantuvieron, y se convirtieron en procedimiento estándar hasta el día de hoy.

    Hoy, nos enfrentamos a un escenario similar donde movimientos como el euroescepticismo, el separatismo, el autonomismo, el Brexit y los populismos de todo cuño parecen exacerbar cada vez más un malestar hacia la globalización con discursos polarizantes y anti-sistema, que comienzan a debilitar y atomizar las democracias liberales basadas en el consenso. Todo apunta a que nos dirigimos de nuevo como humanidad a una era de nacionalismos y fronteras cerradas, con mucho más controles biopolíticos con permisos sanitarios que impactarán en el libre desplazamiento de personas por el mundo.

    Es por ello que en lugar de repetir los mismos errores, hoy en día se hace imprescindible apelar al espíritu global y a los beneficios civilizatorios de la globalización tanto en términos económicos, de crecimiento, desarrollo y mejoramiento de nuestro nivel de vida, de expansión comercial, de innovación tecnológica, perfeccionamiento de las comunicaciones; e incluso beneficios más intangibles como el intercambio cultural, el mantenimiento de la paz y la gobernanza y la perspectiva de Derechos Humanos universales.
     

  1. Repensar los modelos de sanidad pública y privada.
    La idea de sanidad pública universal ─si bien nace en la Alemania de Bismarck hacia finales del XIX y en la Inglaterra de Beveridge a principios del XX─ se concreta finalmente en Europa y en muchos países del hemisferio, a partir de la pandemia de influenza de 1918; así como también la idea de cobertura de pólizas de salud de empleadores hacia sus empleados, que se implementaría mayormente en los Estados Unidos a partir de la década de 1920 hasta nuestros días. Asimismo, se desarrolló la epidemiología como disciplina y muchos países comenzaron a recopilar estadísticas con información sobre las infecciones (e incluso enfermedades crónicas), para así desarrollar políticas de salud. A partir de 1920, también como resultado de la pandemia, los gobiernos comienzan a crear y re-organizar ministerios de sanidad y desde entonces, líderes y expertos en salud pública comenzarían a formar parte de los gabinetes de gobierno. De tal suerte que (sobre todo en los países del hemisferio occidental), el estado de salud de una nación, con el tiempo, pasaría a ser un rasgo o un “indicador” de su estatus civilizatorio y de modernidad[9].

    En el presente, especialmente en la mayoría de los países desarrollados, repensar el modelo de sanidad no se trata de reducir el gasto sanitario, pero sí ─por ejemplo en el caso de Estados Unidos─ de racionalizar la demanda sanitaria para hacer la cobertura más accesible a todos. Si bien está comprobado y muchos concuerdan en que la medicina preventiva es la que garantiza más bienestar social en el largo plazo, hoy se evidencia si no hay quien racionalice la demanda sanitaria, ésta se va a disparar y se va a volver impagable e inaccesible para la mayoría de la población[10]. En el caso europeo, si bien la cobertura es más universal y accesible a la población porque el gasto y la demanda sanitaria es racionada fuertemente desde el Estado[11]; consecuentemente, la oferta de servicios sanitarios es más limitada y restrictiva que la estadounidense. 

    Por otra parte, América Latina y las demás regiones en vías de desarrollo van a ser las más afectadas en esta pandemia porque son las regiones que menos gozan de cobertura sanitaria pública y privada para su población. Esta región, en su mayoría, tiene sistemas de salud débiles y disfuncionales que incluso en una situación de normalidad están sobrepasados, y que lo más probable es que después de esto, queden totalmente colapsados. 

    Esta crisis debe ser un llamado de atención para todos los países del mundo que están siendo afectados por la pandemia para que se replanteen los modelos de sanidad pública y privada y para que el sector público, el privado, la academia, las ong’s y los organismos multilaterales, encuentren soluciones al viejo dilema de la salud y la sanidad gratuita y universal como derecho humano versus la salud como un bien con valor económico que debe cubrir una demanda y ser eficiente.

 

  1. Contener el gasto público, la inflación y el tamaño del Estado.
    Luego de la Primera Guerra Mundial y la pandemia de 1918, vino lo que se conoce como el Período Entreguerras, que se caracterizó en sus primeros años, principalmente por continuas crisis económicas, que llevaron a países como Austria, Hungría y Alemania al pánico financiero y al caos social. Antes de la Gran Guerra, el patrón-oro era el principio regidor más poderoso del capitalismo global. Cuando éste llegó a su fin, las economías nacionales giraron al proteccionismo y antepusieron sobre el libre comercio, el “comercio justo” y las barreras comerciales. Además, las naciones europeas se endeudaron con créditos a los Estados Unidos para poder financiar la guerra y la recuperación, que sólo pudieron enfrentar imprimiendo dinero: el resultado fue una oleada de brutales inflaciones e hiperinflaciones, que destruyeron las monedas, las economías, la capacidad de ahorro e incluso el tejido social de las naciones europeas[12]. Los efectos de esta devastación económica fueron el descrédito y el desprestigio a los políticos tradicionales y a los grandes capitalistas que “parecían ignorar el sufrimiento que la hiperinflación impuso a las clases medias y trabajadoras”[13]. El resultado fue una desafección absoluta hacia la democracia y una inclinación hacia opciones políticas autoritarias, siendo el ejemplo paradigmático la República de Weimar y el surgimiento del nazismo en Alemania.

    En 2020, el reto es evitar que los gobiernos, para enfrentar la crisis del COVID 19, aumenten el gasto público y lo financien con déficit fiscal, endeudamiento y, consiguientemente, con devaluación e inflación. También que impongan rigideces laborales y controles de precios que afecten los incentivos y la productividad del sector empresarial, y que disparen el desempleo, la escasez y hagan colapsar la economía. Sin embargo, ya muchos países han anunciado paquetes de rescate económico ante la crisis que parecen apelar a la vieja fórmula antes descrita.

 

Seguro habrá más lecciones que se nos escaparon nombrar en este ensayo, lo cierto es que pareciera que aprendimos poco o nada del siglo XX. Un siglo que no dejó de demostrarnos nunca que la moderna confianza en la idea de progreso no era más que un espejismo y un engaño. Y que aquellos “raptos de barbarie” que solíamos creer lejanos de nuestra cúspide civilizatoria, lamentablemente siempre están latentes en las sociedades, esperando brotar en el momento menos esperado.

 


Referencias: 

[1] Spinney, Laura. Pale rider. The spanish flu of 1918 and how it changed the world. New York. Public Affairs. 2017. Pp. 149

[2] Barry, John. The great influenza. The epic story of the deadliest plague in history. New York. Penguin Books. 2004. Pp. 8

[3] De hecho, de todas las teorías sobre el origen de la “gripe española”, la evidencia epidemiológica apunta  a que se originó realmente en los Estados Unidos, en la base militar de Camp Funston, en Haskell County, Kansas, en marzo de 1918 (Spinney, Laura. Ob Cit. Pp. 137)

[4] Spinney, Laura. Pp. 88

[5] Barry, John. Ob Cit. Pp. 228

[6] JUDT, Tony. Algo va mal. Barcelona. Taurus. Pp. 131

[7] FRIEDEN, Jeffry. Capitalismo global. Barcelona. Crítica. Pp. 173

[8] Judt, Tony. Thinking the twenty fist century. Pp. 16

[9] Ídem.

[10] “A View of Health Care from Around the World” https://www.wickhamservices.com/2014/08/view-health-care-around-world/

[11] En Europa, bien sea a través del modelo de sanidad pública (modelo Beveridge, que es el que tienen España, Inglaterra y los países nórdicos) o del modelo de seguros obligatorios estatales (modelo Bismarck en Alemania).

[12] FRIEDEN, Jeffry. Ob Cit. Pp. 182

[13] Ídem.

The new normal: the world after the Coronavirus
35
Luis Miguel es Director del Área Social de Fundación Libertad y Desarrollo, catedrático universitario y tiene una maestría en Administración Pública de Escuela de Gobierno.
31 Mar 2020

Nadie esperaba los cambios del 2020. No podíamos imaginar que hoy estaríamos afrontando una pandemia, el encierro y la incertidumbre. 

Si alguien hubiera preguntado hace diez meses cómo sería el 2020, seguramente alguien habría hablado de sus planes educativos, financieros o de negocios, otros se habrían referido a los vientos políticos mundiales, algún evento deportivo o a la continuación de los problemas sociales de la humanidad.

Nadie podía decir en aquel momento que tenía soluciones para el futuro, pero al menos creíamos tener certeza. No podíamos imaginar que hoy estaríamos afrontando una pandemia, el encierro y principalmente enfrentando a la incertidumbre. Una como la que no habíamos visto en mucho tiempo y que presenta una serie de riesgos importantes. 

Retrocesos en el proceso de globalización

La revista Foreign Policy publicó recientemente un artículo en el cual se refería a las políticas de cierre de fronteras para el libre paso de personas y bienes como un regalo para los movimientos nacionalistas o proteccionistas que venían avanzando en el mundo en años recientes.  

Según el autor, después de la crisis podría fortalecerse la idea de gobiernos que priorizan lo nacional por encima de la cooperación armoniosa entre países. Incluso en la Unión Europea, famosa por sus altos niveles de interconexión, Francia y Alemania han prohibido la exportación de mascarillas, aplicando excepciones al libre comercio en una región exitosamente integrada.  

La globalización será una idea difícil de vender en un mundo que ve nuevos riesgos en la excesiva interconexión que viene a sumarse a la xenofobia y a la dificultad que tienen los países para enfrentar la migración.

Discusiones sobre el tamaño y capacidad del Estado

En este momento de crisis la gente volteó a ver a sus gobiernos para resolver el problema. Al hacerlo algunos países se encontraron con gobiernos capaces pero sobrepasados por la situación, mientras que otros se encontraron totalmente desamparados pues jamás se preocuparon por construir gobiernos eficientes.

La tentación frente a una crisis de esta magnitud, es que las democracias del mundo occidental se decanten por Estados más grandes, burocráticos, policiales pero no necesariamente más eficientes. Es un riesgo real que se comiencen a experimentar retrocesos para la libertad y que se construyan gobiernos que priorizan su capacidad de actuar por sobre las libertades individuales. Esto podría romper el sano balance que habían alcanzado algunos países que tenían gobiernos eficientes mientras mantenían índices aceptables de libertad.

Mayor descrédito sobre la democracia

¿Pudo el régimen autoritario chino enfrentar mejor la crisis que el mundo democrático? Probablemente sí, sin embargo, para creerlo tenemos que confiar en los datos que proporciona un gobierno que silenció al médico que intentó poner la voz de alarma sobre lo que estaba pasando y que fue citado a mitad de la noche para una reprimenda por su exabrupto. El doctor Li Wenliang moriría poco tiempo después por el Coronavirus.

Los elogios que recibe el régimen autoritario chino, son elogios al autoritarismo de un régimen que tiene poco respeto por los derechos humanos y que, como recuerda el New York Times en este artículo, ha atacado sistemáticamente al periodismo, las redes sociales, las organizaciones no gubernamentales y a todo aquello que pueda obligarle a rendir cuentas.

Los chinos usaron la capacidad represiva de su Estado autoritario para intentar ocultar el problema mientras pudieron y también tomaron muchas malas decisiones, de allí el peligro de tenerles como ejemplo frente a la crisis. Siempre será más difícil atender problemas sociales en democracia, como hace buena parte del mundo occidental, pero es preferible en el largo plazo. No es casualidad que los gobernantes que menos aprecio muestran por la democracia sean lo que parezca que mejor están manejando esta crisis.

El nuevo normal

El mundo experimentará retrocesos sociales importantes, los países ricos lucharán por reconstruir sus economías con ciudadanos más temerosos, un efecto natural de la incertidumbre. Mientras los países pobres saldrán de esto más pobres y con mayores dificultades para enfrentar sus problemas históricos.

Muchas personas coinciden en que la humanidad tiene buenas posibilidades de salir adelante, al menos la mayor parte de la humanidad. Pero esto depende completamente de las decisiones que tomen los políticos del mundo, decisiones que inevitablemente cambiarán el curso de la historia. Sin importar el desenlace que tenga la crisis, el costo humano, económico, político y social que tendrá la pandemia nos llevará a vivir en un mundo muy distinto al que conocemos hoy, un mundo de mayor incertidumbre.

1918: Lecciones de la última gran pandemia
113
Directora del área de Estudios Latinoamericanos de la Fundación Libertad y Desarrollo. Es licenciada en Historia egresada de la Universidad Central de Venezuela.
01 Abr 2020

Creyó ver el mundo entero asolado por una epidemia espantosa y sin precedentes, que se había declarado en el fondo de Asia y se había abatido sobre Europa. Todos habían de perecer, excepto algunos elegidos

Fyódor Dostoievski, Crimen y castigo (1866)

 

Las enfermedades simplemente epidémicas son menos útiles como metáforas, como lo demuestra la amnesia histórica que rodea la pandemia de gripe de 1918-1919, en la que murió más gente que durante los cuatro años de guerra precedentes

Susan Sontag, La enfermedad y sus metáforas (1978)

 

 

Como humanidad, no habíamos vivido una pandemia en 102 años. Hoy en día, no hay nadie vivo que tenga recolección o memoria de una pandemia, por ende, la única forma de conocer sus efectos en la vida cotidiana, los cambios sociales que produjo y las lecciones que pudimos tomar de ella, es a través de las fuentes históricas que asentaron el testimonio para la posteridad.

Por ejemplo, de lo primero que llama la atención es que, al igual que el coronavirus, la influenza de 1918 fue subestimada en un principio en cuanto a su letalidad y su capacidad de propagación, a pesar de que las cifras más conservadoras de decesos globales calculan que, en un lapso de 15 meses, perecieron de aquella pandemia alrededor de 21.6 millones de personas en todo el mundo[1] [2] (pero incluso algunas otras estimaciones hablan de 50 millones y hasta 100 millones de muertes si se toman en cuenta que en regiones como la India, donde el virus se expandió a casi toda la población pero el registro de decesos fue muy precario).

Sorprendentemente, en los inicios de aquella pandemia, los expertos pensaban que el virus ─al presentar en un principio los mismos síntomas de la gripe común─ no constituía una amenaza grave que debiera ser tomada en serio. Como se indica en el periódico estadounidense The Sun, el domingo 4 de agosto de 1918 (traducción propia):

Influenza española generalizada, pero no grave

La gripe española parece ser generalizada en una parte considerable de Europa. Si bien se le prestó especial atención después de su brote en España hace unas semanas, no cabe duda de que se ha convertido en una epidemia muy severa en Alemania, Austria y los territorios ocupados por el Poder Central durante los últimos dos años (…) Según el Dr. Friedrich Kraus, especialista de Berlín:

“Creo que no hay razón para alarmarse a pesar de que tenemos que lidiar con los casos en masa (…) Hasta ahora no tenemos un remedio seguro y lo mejor es que las víctimas pueden ir a la cama y tomar todas las precauciones habituales. La enfermedad no es grave cuando no se presentan complicaciones” (…)

Sir Arthur Newsholme, director médico de la Junta de Gobierno Local, al analizar el brote en Londres, dice: "La gripe actual no es tan grave como en la gran epidemia de 1899-1902. La infección se transmite por estornudos y tos, y cualquier medida general de aislamiento es impracticable, excepto: el aislamiento doméstico del paciente individual, que siempre debe practicarse. Tan pronto como aparezcan los síntomas, el paciente debe irse a la cama y permanecer aislado de los demás al menos de cuatro a cinco días. Se debe tener cuidado para evitar la fatiga excesiva o el frío durante la convalecencia, ya que una recaída puede ser más peligrosa que el ataque original ".

El Dr. C. R. Rutland, un conocido experto médico, explica que las características notables del brote actual son su brusquedad, altas temperaturas y extrema infectividad. "La fiebre (sin embargo), dice, "desaparece el segundo día, y el paciente se siente bien mucho antes que después de cualquiera de las formas más antiguas de influenza. La mayoría de nosotros tenemos un poder inherente de resistir la infección, pero deberíamos ten cuidado de evitar el peligro".

 The Sun. Sunday, August 4, 1918 (New York)

The Sun. Sunday, August 4, 1918 (New York). Library of Congress

Las similitudes, cien años después, con la cobertura de la prensa internacional a inicios de 2020, cuando el virus aún se encontraba en su fase inicial, son sorprendentes. Hoy en día, además de tomarlo con incredulidad y subestimar la capacidad de matar del coronavirus, alegando que otros virus como la influenza y otros eventos como las muertes por accidentes de carros, son mucho más letales; se proclama una excesiva confianza en los sistemas públicos de salud y en los adelantos médico-científicos para hacer frente una “eventual pandemia”.

Si bien no se trata de establecer paralelismos exactos, sí es evidente que pudimos haber importado ciertas lecciones de la pandemia de 1918 para no cometer los mismos errores de aquel momento y haber dado mejores respuestas sociales de las que hemos dado:

 

 

  1. El acceso a la información y la lucha contra la censura 

 

En tiempos de la pandemia de 1918, la desinformación y la censura de la prensa fueron el catalizador de su rápida propagación en el mundo. De hecho, es por esa y no por otra razón que se llama “Gripe Española”[3]: porque al ser España un país neutral durante la Primera Guerra Mundial se convirtió en una fuente primaria de información sobre la pandemia frente la censura que aplicaban las demás potencias en conflicto, que ocultaban la cifra de decesos e infectados. Incluso en los países que no eran sujetos de la censura por la guerra, en la mayoría de la prensa de la época encontramos avisos educativos sobre la higiene de las manos y el cuidado de los gérmenes, pero muy poca información sobre la escala verdadera de la pandemia[4], ya que para ese momento se creía en la tesis de la “turba enloquecida” y los medios tenían miedo de desatar el pánico social. Por ejemplo, los editores de periódicos australianos aplicaban la “auto-censura” y la “cláusula moral” en cuanto al uso de la palabra “plaga” para referirse a la pandemia, e intentaban presentar las noticias de la forma más positiva posible, evitando incluso asociaciones con la “peste negra”[5]. También, otra anécdota es que el periódico italiano más importante de la época, el Corriere della Sera, quiso informar de primera mano las muertes totales diarias por la gripe hasta que las autoridades civiles los obligaron a detenerse bajo el argumento de que estaban “agitando la ansiedad en la ciudadanía”[6].

Actualmente, con la crisis del COVID-19, varios periodistas y médicos han cuestionado la actuación de la República Popular China, que desde la aparición del virus en diciembre, ha aplicado sistemáticamente la censura y la persecución a quienes advertían de la pandemia, bajo el argumento de que se “perturbaba la paz social”. Hoy es claro que la censura del régimen comunista chino, escondió la extensión de la pandemia por semanas y para ese momento ya miles de personas con el virus habían viajado a Estados Unidos e Italia, que actualmente son los mayores focos de coronavirus en el mundo. Un informe reciente de la reconocida organización no gubernamental Reporteros Sin Fronteras, ha puesto en evidencia la represión del régimen chino a quienes informaron sobre la pandemia y también un estudio de la Universidad de Southampton ha sugerido que el número de casos de COVID-19 en aquel país pudo haberse reducido un 86% si se hubieran tomado las medidas de aislamiento y cuarentena al menos 20 días antes de lo que se tomaron, en lugar de estar ocupados ocultando información y encarcelando a quienes hacían pública la gravedad de la pandemia.

Lo cierto es que se ha demostrado –con esta y con las lecciones del pasado–  que la censura, la subestimación y la incredulidad ante el peligro que representa una pandemia, no funciona. En ese sentido, la prensa libre, la libertad de expresión y los medios de comunicación locales, son esenciales no sólo para las democracias y la rendición de cuentas, sino que también son vitales para evitar crisis de salud pública de la magnitud de esta pandemia.

 

 

  2. Más multilateralismo, integración y globalización

 

Los historiadores suelen ubicar el fin de la primera globalización (1870-1920), precisamente unos años después de la Primera Guerra Mundial[7] [8] y, desde luego, de la pandemia, que sería una más de las tantas justificaciones para levantar fronteras y virar duramente de una economía global basada en el patrón-oro, hacia las economías nacionales. Luego del “final estremecedor” de la primera globalización, cobró mucha más fuerza el estallido de los nacionalismos y los extremismos, también continuó la rivalidad militar entre potencias, continuaron los movimientos pangermánicos que unos años después darían origen al fascismo y al nazismo, y finalmente emergió fortalecido el aislacionismo y la preeminencia del Estado-nación sobre la globalización. Un ejemplo de esta tendencia anti-globalización fue que precisamente durante la Gran Guerra y la pandemia, surge el pasaporte[9] de hoy en día, básicamente en un principio para controlar los flujos de personas y la migración hacia los países en conflicto, pero incluso después de la guerra estos controles se mantuvieron, y se han convertido en procedimiento estándar hasta el día de hoy.

Hoy, nos enfrentamos a un escenario similar donde movimientos como el euroescepticismo, el separatismo, el autonomismo, el Brexit y los populismos de todo cuño parecen exacerbar cada vez más un malestar hacia la globalización con discursos polarizantes y anti-sistema, que comienzan a debilitar y atomizar las democracias liberales basadas en el consenso. Todo apunta a que nos dirigimos de nuevo como humanidad a una era de nacionalismos y fronteras cerradas, con mucho más controles biopolíticos con permisos sanitarios que impactarán en el libre desplazamiento de personas por el mundo.

Es por ello que en lugar de repetir los mismos errores, hoy en día se hace imprescindible apelar al espíritu global y a los beneficios civilizatorios de la globalización tanto en términos económicos, de crecimiento, desarrollo y mejoramiento de nuestro nivel de vida, de expansión comercial, de innovación tecnológica, perfeccionamiento de las comunicaciones; e incluso beneficios más intangibles como el intercambio cultural, el mantenimiento de la paz, la gobernanza y la perspectiva de Derechos Humanos universales.

 

 

  3. Repensar los modelos de sanidad pública y privada

 

La idea de sanidad pública universal ─si bien nace en la Alemania de Bismarck hacia finales del XIX y en la Inglaterra de Beveridge a principios del XX─ se concreta finalmente en Europa y en muchos países del hemisferio, a partir de la pandemia de influenza de 1918; así como también la idea de cobertura de pólizas de salud de empleadores hacia sus empleados, que se implementaría mayormente en los Estados Unidos a partir de la década de 1920 hasta nuestros días. Asimismo, se desarrolló la epidemiología como disciplina y muchos países comenzaron a recopilar estadísticas con información sobre las infecciones (e incluso enfermedades crónicas), para así desarrollar políticas de salud. A partir de 1920, también como resultado de la pandemia, los gobiernos comienzan a crear y re-organizar ministerios de sanidad y desde entonces, líderes y expertos en salud pública comenzarían a formar parte de los gabinetes de gobierno y la salud pública pasaría a ser una de las tantas responsabilidades del Estado moderno, devenido en Estado de bienestar[10]. De tal suerte que (sobre todo en los países del hemisferio occidental), el estado de salud de una nación, con el tiempo, pasaría a ser una suerte de “indicador” de su estatus civilizatorio y de modernidad[11].

En el presente, especialmente en la mayoría de los países desarrollados, repensar el modelo de sanidad es impostergable. No se trata de reducir el gasto sanitario, pero sí ─por ejemplo en el caso de Estados Unidos─ de racionalizar la demanda sanitaria para hacer la cobertura más accesible a todos. Si bien está comprobado y muchos concuerdan en que la medicina preventiva es la que garantiza más bienestar social en el largo plazo, hoy se evidencia que incluso en los países con los mejores adelantos en investigación y diagnóstico, si no hay quien racionalice la demanda sanitaria, ésta se va a disparar y se va a volver impagable e inaccesible para la mayoría de la población[12]. En el caso europeo, si bien la cobertura es más universal y accesible a la población porque el gasto y la demanda sanitaria es racionada fuertemente desde el Estado[13]; la oferta de servicios sanitarios es más limitada y restrictiva que la estadounidense.  

Por otra parte, América Latina y las demás regiones en vías de desarrollo van a ser las más afectadas en esta pandemia porque son las regiones que menos gozan de cobertura sanitaria pública y privada para su población. Esta región, en su mayoría, tiene sistemas de salud débiles, disfuncionales e ineficientes que incluso en una situación de normalidad están sobrepasados, y que lo más probable es que después de esto, queden totalmente colapsados. Así que esta crisis debe ser un llamado de atención para todos los países del mundo que están siendo afectados por la pandemia para que se replanteen los modelos de sanidad pública y privada y para que el sector público, el privado, la academia, las ONG’s, los organismos multilaterales, etc., encuentren soluciones al viejo dilema entre la salud y la sanidad gratuita y universal como derecho humano versus la salud como un bien con valor económico que debe cubrir una demanda y ser eficiente.

 

 

  4. Controlar el gasto público y la inflación 

 

Luego de la Primera Guerra Mundial y la pandemia de 1918, vino lo que se conoce como el Período Entreguerras, que se caracterizó en sus primeros años, principalmente por continuas crisis económicas, que llevaron a países como Austria, Hungría y Alemania al pánico financiero y al caos social. Antes de la Gran Guerra, el patrón-oro era el principio regidor más poderoso del capitalismo global. Cuando éste llegó a su fin, las economías nacionales giraron al proteccionismo y antepusieron sobre el libre comercio, el “comercio justo” y las barreras comerciales. Además, las naciones europeas se endeudaron con créditos a los Estados Unidos para poder financiar la guerra y la recuperación, que sólo pudieron enfrentar imprimiendo dinero: el resultado fue una oleada de brutales inflaciones e hiperinflaciones, que destruyeron las monedas, las economías, la capacidad de ahorro e incluso el tejido social de las naciones europeas[14]. Los efectos de esta devastación económica fueron el descrédito y el desprestigio a los políticos tradicionales y a los grandes capitalistas que “parecían ignorar el sufrimiento que la hiperinflación impuso a las clases medias y trabajadoras”[15]. El resultado fue una desafección absoluta hacia la democracia y una inclinación hacia opciones políticas autoritarias, siendo el ejemplo paradigmático la caída de la República de Weimar y el surgimiento del nazismo en Alemania.

En 2020, el reto es evitar que los gobiernos, para enfrentar la crisis del COVID-19, aumenten el gasto público y lo financien con déficit fiscal, endeudamiento y, consiguientemente, con devaluación e inflación. También, que impongan rigideces laborales y controles de precios que afecten los incentivos y la productividad del sector empresarial, y que disparen el desempleo, la escasez y hagan colapsar la economía. Sin embargo, ya muchos países han anunciado paquetes de rescate económico ante la crisis que parecen apelar a la vieja fórmula antes descrita. Esperemos que en la mayoría de los casos sean medidas excepcionales que atiendan el corto plazo y no se conviertan en el cánon de las décadas siguientes. 

 

Conclusión

Seguro habrá más lecciones que se nos escaparon nombrar en este ensayo, lo cierto es que pareciera que aprendimos poco o nada del siglo XX. Un siglo que no dejó de demostrarnos nunca que la moderna confianza en la idea de progreso no era más que un espejismo y un engaño. Y que aquellos “raptos de barbarie” que solíamos creer lejanos de nuestra cúspide civilizatoria, lamentablemente siempre están latentes en las sociedades, esperando brotar en el momento menos esperado. En ese sentido, el COVID-19 nos impone un reto descomunal y sin precedentes como humanidad, pero si no aprendemos las lecciones del pasado, es difícil que podamos enfrentar el presente y, mucho menos, que podamos pensar el futuro.

 

Fuentes primarias:

  • Hemeroteca de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos (Washington, D. C.)

https://chroniclingamerica.loc.gov/search/pages/results/?state=New+York&date1=1917&date2=1919&proxtext=influenza&x=0&y=0&dateFilterType=yearRange&rows=20&searchType=basic

  • Colección de imágenes Harris & Ewing. Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos (Washington, D. C.)

https://www.loc.gov/item/2016648028/

Notas

[1] Spinney, Laura. Pale rider. The spanish flu of 1918 and how it changed the world. New York. Public Affairs. 2017. Pp. 149

[2] Barry, John. The great influenza. The epic story of the deadliest plague in history. New York. Penguin Books. 2004. Pp. 8

[3] De hecho, de todas las teorías sobre el origen de la “gripe española”, la evidencia epidemiológica apunta  a que se originó realmente en los Estados Unidos, en la base militar de Camp Funston, en Haskell County, Kansas, en marzo de 1918 (Spinney, Laura. Ob Cit. Pp. 137)

[4] Spinney, Laura. Pp. 88

[5] Barry, John. Ob Cit. Pp. 228

[6] Spinney, Laura. Ob Cit. Pp. 88

[7] Judt, Tony. Algo va mal. Barcelona. Taurus. Pp. 131

[8] Frieden, Jeffry. Capitalismo global. Barcelona. Crítica. Pp. 173

[9] Judt, Tony. Thinking the twenty fist century. Pp. 16

[10] Spinney, Laura. Ob Cit. Pp. 218

[11] Ídem.

[12] “A View of Health Care from Around the World” https://www.wickhamservices.com/2014/08/view-health-care-around-world/

[13] En Europa, bien sea a través del modelo de sanidad pública (modelo Beveridge, que es el que tienen España, Inglaterra y los países nórdicos) o del modelo de seguros obligatorios estatales (modelo Bismarck en Alemania).

[14] Frieden, Jeffry. Ob Cit. Pp. 182

[15] Ídem.

El nuevo normal: el mundo después del Coronavirus 
35
Luis Miguel es Director del Área Social de Fundación Libertad y Desarrollo, catedrático universitario y tiene una maestría en Administración Pública de Escuela de Gobierno.
31 Mar 2020

Nadie esperaba los cambios del 2020. No podíamos imaginar que hoy estaríamos afrontando una pandemia, el encierro y la incertidumbre. 

Si alguien hubiera preguntado hace diez meses cómo sería el 2020, seguramente alguien habría hablado de sus planes educativos, financieros o de negocios, otros se habrían referido a los vientos políticos mundiales, algún evento deportivo o a la continuación de los problemas sociales de la humanidad.

Nadie podía decir en aquel momento que tenía soluciones para el futuro, pero al menos creíamos tener certeza. No podíamos imaginar que hoy estaríamos afrontando una pandemia, el encierro y principalmente enfrentando a la incertidumbre. Una como la que no habíamos visto en mucho tiempo y que presenta una serie de riesgos importantes. 

Retrocesos en el proceso de globalización

La revista Foreign Policy publicó recientemente un artículo en el cual se refería a las políticas de cierre de fronteras para el libre paso de personas y bienes como un regalo para los movimientos nacionalistas o proteccionistas que venían avanzando en el mundo en años recientes.  

Según el autor, después de la crisis podría fortalecerse la idea de gobiernos que priorizan lo nacional por encima de la cooperación armoniosa entre países. Incluso en la Unión Europea, famosa por sus altos niveles de interconexión, Francia y Alemania han prohibido la exportación de mascarillas, aplicando excepciones al libre comercio en una región exitosamente integrada.  

La globalización será una idea difícil de vender en un mundo que ve nuevos riesgos en la excesiva interconexión que viene a sumarse a la xenofobia y a la dificultad que tienen los países para enfrentar la migración.

Discusiones sobre el tamaño y capacidad del Estado

En este momento de crisis la gente volteó a ver a sus gobiernos para resolver el problema. Al hacerlo algunos países se encontraron con gobiernos capaces pero sobrepasados por la situación, mientras que otros se encontraron totalmente desamparados pues jamás se preocuparon por construir gobiernos eficientes.

La tentación frente a una crisis de esta magnitud, es que las democracias del mundo occidental se decanten por Estados más grandes, burocráticos, policiales pero no necesariamente más eficientes. Es un riesgo real que se comiencen a experimentar retrocesos para la libertad y que se construyan gobiernos que priorizan su capacidad de actuar por sobre las libertades individuales. Esto podría romper el sano balance que habían alcanzado algunos países que tenían gobiernos eficientes mientras mantenían índices aceptables de libertad.

Mayor descrédito sobre la democracia

¿Pudo el régimen autoritario chino enfrentar mejor la crisis que el mundo democrático? Probablemente sí, sin embargo, para creerlo tenemos que confiar en los datos que proporciona un gobierno que silenció al médico que intentó poner la voz de alarma sobre lo que estaba pasando y que fue citado a mitad de la noche para una reprimenda por su exabrupto. El doctor Li Wenliang moriría poco tiempo después por el Coronavirus.

Los elogios que recibe el régimen autoritario chino, son elogios al autoritarismo de un régimen que tiene poco respeto por los derechos humanos y que, como recuerda el New York Times en este artículo, ha atacado sistemáticamente al periodismo, las redes sociales, las organizaciones no gubernamentales y a todo aquello que pueda obligarle a rendir cuentas.

Los chinos usaron la capacidad represiva de su Estado autoritario para intentar ocultar el problema mientras pudieron y también tomaron muchas malas decisiones, de allí el peligro de tenerles como ejemplo frente a la crisis. Siempre será más difícil atender problemas sociales en democracia, como hace buena parte del mundo occidental, pero es preferible en el largo plazo. No es casualidad que los gobernantes que menos aprecio muestran por la democracia sean lo que parezca que mejor están manejando esta crisis.

El nuevo normal

El mundo experimentará retrocesos sociales importantes, los países ricos lucharán por reconstruir sus economías con ciudadanos más temerosos, un efecto natural de la incertidumbre. Mientras los países pobres saldrán de esto más pobres y con mayores dificultades para enfrentar sus problemas históricos.

Muchas personas coinciden en que la humanidad tiene buenas posibilidades de salir adelante, al menos la mayor parte de la humanidad. Pero esto depende completamente de las decisiones que tomen los políticos del mundo, decisiones que inevitablemente cambiarán el curso de la historia. Sin importar el desenlace que tenga la crisis, el costo humano, económico, político y social que tendrá la pandemia nos llevará a vivir en un mundo muy distinto al que conocemos hoy, un mundo de mayor incertidumbre.

Restricciones a la libertad por la pandemia
115
Daphne Posadas es Directora del Área de Estudios Internacionales en Fundación Libertad y Desarrollo. Participa en espacios de análisis político en radio, televisión y medios digitales. Está comprometida con la construcción de un mundo de individuos más libres y responsables.
30 Mar 2020

Atravesamos una época en la que las libertades están restringidas por razones de salud pública que imponen que la vida humana se asegure, vivimos un momento en el que las garantías individuales se ven suspendidas a raíz de la orden de cuarentena.

 

Al 30 de marzo Estados Unidos confirmó más de 160mil casos activos de Coronavirus. En el mundo se contabilizan los 780mil contagiados. Nueva York, la ciudad que nunca duerme hoy está dormida. Uno de los ejes económicos más importantes y varios puntos del globo han detenido sus actividades con la esperanza de frenar la pandemia que ya alcanzó más de 40mil muertes en apenas 3 meses.

El mundo enfrenta una crisis de salud donde rondan muchas preocupaciones, entre ellas, respecto de las consecuencias para la libertad sobre las medidas que han implementado los distintos estados para contrarrestar la pandemia.

Sabemos dos cosas del Coronavirus -Covid19-. La primera, que es altamente contagioso; y la segunda, que es potencialmente letal para cierto grupo de personas. Ante estas dos características, se convierten necesarias medidas que promuevan el distanciamiento y confinamiento social. Mientras los días avanzan, en distintas partes del mundo y en Guatemala, los estados han implementado estrategias que limitan y restringen la libertad de locomoción, tránsito y circulación para evitar la propagación masiva del virus.

Para aquellos quienes defendemos la libertad, la injerencia del estado en nuestra esfera de libertades siempre será una cuestión de alerta. Sin embargo, el mundo enfrenta una compleja situación sui generis para la cuál se requiere la implementación de medidas extraordinarias -consideradas drásticas e inadmisibles bajo cualquier otro escenario- de manera temporal mientras dura la crisis.

Bajo el modelo liberal, como mínimo, el estado tiene la responsabilidad de garantizar tres derechos fundamentales para todos los individuos: la vida, la libertad y la propiedad privada. Otra premisa importante del liberalismo es que la responsabilidad es inseparable de la libertad. Ante un escenario donde hay peligrosa contagiosidad y posible letalidad del virus para grupos específicos, la irresponsabilidad de un individuo puede convertirse en una potencial agresión al derecho a la vida de un tercero.

En un mundo ideal, podrían ocurrir dos escenarios. Por una parte, la posibilidad de individualizar la responsabilidad y que cada uno internalice esa externalidad negativa. Es decir, que cada uno, de manera libre y voluntaria se confine a su hogar. Este escenario ha resultado poco efectivo cuando analizamos casos concretos en Italia, España y Estados Unidos que no fue hasta la implementación de estrategias drásticas por parte de los estados que las personas adoptaron ese cambio. Por otro lado, se podrían adoptar medidas que permitan trazar caso por caso y limitar las libertades de grupos más reducidos o por zona geográfica y de esta manera reducir el impacto de las limitaciones.

Para las opciones expuestas, se requiere la existencia de instituciones políticas, económicas y sociales sólidas que permitan identificar estrategias para hacer cumplir las normas sin la necesidad del estado. Esto, sin mencionar la cantidad de información y fondos necesaria para implementar la trazabilidad de los casos. Lo anterior convierte cualquiera de los dos escenarios poco factibles principalmente en países del tercer mundo donde carecemos de estas condiciones.

La implementación de medidas restrictivas ante escenarios como el que vivimos quizá no es el ideal y arrastra consigo varios costos, pero sin dudas permite resolver y velar por la protección de la vida de los individuos como bien superior. No queda duda que es un momento de alerta. Tocará permanecer atentos a las disposiciones de los estados para garantizar que efectivamente las medidas no se extralimiten -en forma y temporalidad- y acaben por arrebatar de manera permanente nuestras libertades. Dicen que el precio de la libertad es la eterna vigilancia…

 

Fotografía tomada por: Josemaría Echeverría

El escenario de una recesión post Covid-19
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Director del Área Política de Fundación Libertad y Desarrollo. Licenciado en Ciencia Política, catedrático y analista político en el programa Sin Filtro de Guatevisión.
30 Mar 2020

Por qué esta crisis y sus soluciones resultan distintas a la recesión 2007-2008

Cuando se empezó a visualizar que la pandemia Covid-19 provocaría una crisis económica internacional, el primer instinto fue voltear a ver la experiencia más reciente de una recesión: la crisis financiera 2007-2008. De ahí, que en primera instancia se consideró urgente contrarrestar la inminente contracción a través de políticas expansionistas en materia monetaria (la reducción en la de interés líder para fomentar más consumo) y de política fiscal (aumento del gasto de gobierno) para apuntalar la demanda agregada (total de bienes y servicios demandados a determinado nivel de precios durante un período de tiempo).

Sin embargo, los economistas rápidamente entendieron que la temida recesión post Covid-19 no era comparable con las características de la crisis financiera 2007-2008.

A diferencia de dicha crisis financiera que se caracterizó por una contracción en la demanda agregada como consecuencia del colapso en los mercados inmobiliario y financiero, la recesión post Covid-19 estaría alimentada por un shock en la oferta. Esto, como consecuencia de la disrupción en los canales de producción y distribución. Dicho de forma más sencilla: las políticas de supresión y mitigación de la pandemia (toques de queda, paros y suspensión de actividades) simplemente provocan que miles de empresas no puedan producir, que la oferta laboral se reduzca, que los canales para la exportación estén rotos o paralizados, y que el total de bienes y servicios producidos se contraiga significativamente.

En este sentido, la crisis se asemeja más a las que se producen como consecuencia de una guerra o un desastre natural, cuando la destrucción de infraestructura o la pérdida de capital y fuerza laboral provoca un shock en la oferta, entendido como una reducción en la producción de bienes y servicios.

Lo que complica el escenario actual es que el shock sobre la oferta seguramente vendrá acompañado de una caída en la demanda agregada. La incertidumbre sobre la evolución de la pandemia y la duración que tendrán los toques de queda o suspensión de actividades, aunado a los recortes de planilla y personal en empresas, provocará -seguramente- una reducción en el gasto de los consumidores. Y como es natural en toda crisis, la incertidumbre invita a un recorte de gastos superfluos y a la reducción en la reinversión de las empresas. Todo ello generará una contracción en la demanda agregada de bienes y servicios.

Es en este momento que se producirá el mayor riesgo global. Las empresas más dependientes del flujo de caja y que cuentan con activos limitados para hacer frente a sus obligaciones (pago de salarios, proveedores, impuestos, etc.) tendrán problemas de liquidez para cumplir con tales compromisos. Este fenómeno afectará, en primera instancia, a las Mipymes. Pero al mismo tiempo, esas empresas estarán enfrentando el problema generado por la contracción en la demanda de bienes y servicios, explicada anteriormente. Si para entonces no existen “paquetes de rescate”, se genera el escenario riesgoso de empresas que sencillamente no pueden cumplir con sus obligaciones y optan por declararse en quiebra.

Si esto ocurre, los trabajadores de esas empresas sufrirán la pérdida de sus empleos e ingresos. En ese caso, el efecto será una reducción en su consumo y una mayor depresión de la demanda agregada.

En resumen, la crisis empieza como una contracción en la oferta acompañada de una contracción en la demanda, lo que a su vez provocará una mayor reducción de la oferta y un ciclo vicioso recesivo.

Por ello, las políticas de mitigación de la crisis deben contemplar los dos extremos del proceso económico. La oferta debe apuntalarse mediante paquetes de rescate que incluyan políticas como moratorias de cuotas patronales o fiscales, la reducción de tasas impositivas, líneas de crédito blandas y alternativas de seguridad social para hacer frente al pago de planillas. Además, debe estimularse la demanda por medio de inversión pública (particularmente en salud e infraestructura), transferencias de dinero a los sectores más vulnerables (personas que subsisten en la informalidad, desempleados y familias en pobreza y pobreza extrema). Pero esto no es todo. También debe pensarse en el “día después de mañana”. Políticas dirigidas a atraer nuevas inversiones una vez la pandemia haya sido superada. La revisión del modelo de zonas francas para atraer inversión para exportaciones; la flexibilización de la regulación laboral; la introducción de “ventanillas únicas” para agilización de trámites y licencias, o la legislación para incentivar inversión pública-privada en infraestructura y vivienda social son algunas alternativas ya discutidas.

 

Coronavirus and economic impact: an expert panel is necessary
28
Edgar Ortiz es el Director del Área Jurídica en Fundación Libertad y Desarrollo, es catedrático universitario y participa como analista político en diferentes medios de comunicación. 
25 Mar 2020

¿Cuál es el impacto económico de la crisis del Coronavirus y cuáles son sus soluciones? 

La pandemia del COVID-19 es una de las peores de nuestra historia reciente. Algunos trazan paralelos con la pandemia de la influenza española de 1918-1920 que llegó a causar 39 millones de muertes, un 2% de la población mundial de entonces.

Impacto económico

Está por verse cuál será el desenlace en términos de sanidad, aún es muy pronto para saberlo. Pero lo que sabemos ya es que las medidas de confinamiento que se han impuesto en varios países tienen efectos económicos muy fuertes.

Por un lado, hay un shock en la oferta de bienes, pues el parón de actividades hace que el mundo vea mermada su producción. Naturalmente hay un shock de demanda porque las personas no pueden consumir ciertos bienes o servicios porque no están disponibles y, a medida que pasa el tiempo, porque ven una merma en sus ingresos como consecuencia de la inactividad productiva de las empresas. 

Las soluciones a este drama económico no son sencillas. Los expertos en materia económica de las naciones desarrolladas tienen discusiones serias y los equipos asesores de los gobiernos han emprendido poderosos paquetes de ayuda.

EE. UU. toma medidas equiparables a las de la recesión de 2008

La Reserva Federal de EE.UU. ha anunciado y tomado medidas similares a las vistas durante la crisis de 2008: la compra de US$700 millardos de deuda del tesoro y de activos respaldados por hipotecas, recorte del tipo de interés de fondos federales en 1 punto porcentual, reactivación el Primary Dealer Credit Facility y del Term Asset-Backed Lending Facility, estos dos últimos paquetes fuertes de inyección de liquidez.

El gobierno de EE.UU. aprobó el 6 de marzo la Coronavirus Preparedness and Response Supplemental Appropriations Act donde asignó US$8.6 millardos para equipo médico y de salud, aprobó el pasado 18 de marzo la Families First Coronavirus Response Act donde se destinarán aproximadamente US$183 millardos para financiar pago de licencia por enfermedad a los trabajadores, ampliar los beneficios de desempleo, financiar pruebas gratuitas de coronavirus y dar ayuda alimentaria y médica a las personas afectadas por la pandemia. Ahora mismo se discute en el senado otro paquete de US$2 billones en ayudas adicionales.

En Europa

El viejo continente vemos que los gobiernos despliegan sus arsenales para hacer frente a la crisis que puede ocasionar la pandemia. El Alemania, el gobierno anunció que pondrá a disposición €500 millardos para financiar empresas afectadas por la inactividad, dará créditos a la exportación y el Bundestag discute una ley para ampliar los subsidios a trabajadores afectados por la crisis en ampliación del kurzarbeitergeld.  Este programa permite la reducción de horas de trabajo de los empleados y el gobierno acababa pagando el equivalente 2/3 del salario del trabajador en compensación por la reducción de horas trabajadas.

En Francia, Macron ha ofrecido apoyo presupuestario ilimitado para apoyar empresas y trabajadores afectados por el cese de operaciones que conllevan las medidas para combatir la pandemia. Ha ofrecido un mecanismo de ayuda para trabajadores desempleado por esta crisis y sus municiones para apoyar la economía incluyen tambíen €300 millardos de garantía a préstamos bancarios e incluso se plantean comprar acciones de empresas en serios aprietos como Air France.

En el Reino Unido Boris Johnson ha prometido hacer “lo que haga falta” para sostener la economía. Londres estableció un paquete de ₤330 millardos para garantizar préstamos directamente financiados por el Banco de Inglaterra para grandes compañías y una abolición por un año de impuestos a la propiedad para todas las empresas en sectores afectados. Habrá subvenciones disponibles para compañías pequeñas y un ofrecimiento de 3 meses de gracia a los créditos hipotecarios.

Guatemala: el Congreso no tiene la capacidad para articular soluciones

Lo anterior es simplemente un repaso a las medidas extraordinarias que se plantean las naciones ricas. Ni por asomo el Estado de Guatemala tiene la capacidad de emprender tan titánicas políticas (tampoco son todas medidas apropiadas).

Sin embargo, sirva lo antes expuesto para señalar la magnitud del problema. En estos momentos el Congreso ha creado una comisión especial para discutir medidas legislativas para paliar la crisis. Lo que hay es una serie de propuestas bien intencionadas, pero no hay un plan articulado.

El presidente está ocupado apagando los fuegos que genera el seguimiento al Coronavirus y durante su visita al Congreso hizo peticiones muy generales: ampliación presupuestaria (ya la había pedido antes), ley de leasing financiero para el Estado, aprobar la iniciativa 5157 que reforma ley de bancos y un decreto para diferir el pago del ISO.

Ante la inmensidad del problema, la propuesta es muy sencilla: el gobierno debe nombrar una mesa de expertos en materia económica para que formulen un plan comprensivo para hacer frente a la crisis. Luego, debe traducir ese plan en medidas legislativas o políticas concretas. La actual comisión del congreso no tiene los insumos suficientes para sacar adelante un plan suficiente para los momentos tan complicados que vivimos.

Coronavirus e impacto económico: necesaria una mesa de expertos
28
Edgar Ortiz es el Director del Área Jurídica en Fundación Libertad y Desarrollo, es catedrático universitario y participa como analista político en diferentes medios de comunicación. 
25 Mar 2020

¿Cuál es el impacto económico de la crisis del Coronavirus y cuáles son sus soluciones? 

La pandemia del COVID-19 es una de las peores de nuestra historia reciente. Algunos trazan paralelos con la pandemia de la influenza española de 1918-1920 que llegó a causar 39 millones de muertes, un 2% de la población mundial de entonces.

Impacto económico

Está por verse cuál será el desenlace en términos de sanidad, aún es muy pronto para saberlo. Pero lo que sabemos ya es que las medidas de confinamiento que se han impuesto en varios países tienen efectos económicos muy fuertes.

Por un lado, hay un shock en la oferta de bienes, pues el parón de actividades hace que el mundo vea mermada su producción. Naturalmente hay un shock de demanda porque las personas no pueden consumir ciertos bienes o servicios porque no están disponibles y, a medida que pasa el tiempo, porque ven una merma en sus ingresos como consecuencia de la inactividad productiva de las empresas. 

Las soluciones a este drama económico no son sencillas. Los expertos en materia económica de las naciones desarrolladas tienen discusiones serias y los equipos asesores de los gobiernos han emprendido poderosos paquetes de ayuda.

EE. UU. toma medidas equiparables a las de la recesión de 2008

La Reserva Federal de EE.UU. ha anunciado y tomado medidas similares a las vistas durante la crisis de 2008: la compra de US$700 millardos de deuda del tesoro y de activos respaldados por hipotecas, recorte del tipo de interés de fondos federales en 1 punto porcentual, reactivación el Primary Dealer Credit Facility y del Term Asset-Backed Lending Facility, estos dos últimos paquetes fuertes de inyección de liquidez.

El gobierno de EE.UU. aprobó el 6 de marzo la Coronavirus Preparedness and Response Supplemental Appropriations Act donde asignó US$8.6 millardos para equipo médico y de salud, aprobó el pasado 18 de marzo la Families First Coronavirus Response Act donde se destinarán aproximadamente US$183 millardos para financiar pago de licencia por enfermedad a los trabajadores, ampliar los beneficios de desempleo, financiar pruebas gratuitas de coronavirus y dar ayuda alimentaria y médica a las personas afectadas por la pandemia. Ahora mismo se discute en el senado otro paquete de US$2 billones en ayudas adicionales.

En Europa

El viejo continente vemos que los gobiernos despliegan sus arsenales para hacer frente a la crisis que puede ocasionar la pandemia. El Alemania, el gobierno anunció que pondrá a disposición €500 millardos para financiar empresas afectadas por la inactividad, dará créditos a la exportación y el Bundestag discute una ley para ampliar los subsidios a trabajadores afectados por la crisis en ampliación del kurzarbeitergeld.  Este programa permite la reducción de horas de trabajo de los empleados y el gobierno acababa pagando el equivalente 2/3 del salario del trabajador en compensación por la reducción de horas trabajadas.

En Francia, Macron ha ofrecido apoyo presupuestario ilimitado para apoyar empresas y trabajadores afectados por el cese de operaciones que conllevan las medidas para combatir la pandemia. Ha ofrecido un mecanismo de ayuda para trabajadores desempleado por esta crisis y sus municiones para apoyar la economía incluyen tambíen €300 millardos de garantía a préstamos bancarios e incluso se plantean comprar acciones de empresas en serios aprietos como Air France.

En el Reino Unido Boris Johnson ha prometido hacer “lo que haga falta” para sostener la economía. Londres estableció un paquete de ₤330 millardos para garantizar préstamos directamente financiados por el Banco de Inglaterra para grandes compañías y una abolición por un año de impuestos a la propiedad para todas las empresas en sectores afectados. Habrá subvenciones disponibles para compañías pequeñas y un ofrecimiento de 3 meses de gracia a los créditos hipotecarios.

Guatemala: el Congreso no tiene la capacidad para articular soluciones

Lo anterior es simplemente un repaso a las medidas extraordinarias que se plantean las naciones ricas. Ni por asomo el Estado de Guatemala tiene la capacidad de emprender tan titánicas políticas (tampoco son todas medidas apropiadas).

Sin embargo, sirva lo antes expuesto para señalar la magnitud del problema. En estos momentos el Congreso ha creado una comisión especial para discutir medidas legislativas para paliar la crisis. Lo que hay es una serie de propuestas bien intencionadas, pero no hay un plan articulado.

El presidente está ocupado apagando los fuegos que genera el seguimiento al Coronavirus y durante su visita al Congreso hizo peticiones muy generales: ampliación presupuestaria (ya la había pedido antes), ley de leasing financiero para el Estado, aprobar la iniciativa 5157 que reforma ley de bancos y un decreto para diferir el pago del ISO.

Ante la inmensidad del problema, la propuesta es muy sencilla: el gobierno debe nombrar una mesa de expertos en materia económica para que formulen un plan comprensivo para hacer frente a la crisis. Luego, debe traducir ese plan en medidas legislativas o políticas concretas. La actual comisión del congreso no tiene los insumos suficientes para sacar adelante un plan suficiente para los momentos tan complicados que vivimos.