De cambios políticos y anarquía: el escenario político en 2019

De cambios políticos y anarquía: el escenario político en 2019
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Director del Área Política de Fundación Libertad y Desarrollo. Licenciado en Ciencia Política, catedrático y analista político en el programa Sin Filtro de Guatevisión.
30 Mayo 2019

Entre 2015 y 2019, Guatemala vivió un proceso sin precedente de lucha contra la corrupción y depuración judicial de sus élites políticas. Ni las manos limpias de la Italia de los noventas, ni la ofensiva anti-corrupción de Rumania de hace una década, puede compararse en magnitud y profundidad con lo ocurrido en Guatemala en este cuatrienio.

Como todo proceso de cambio político traumático, se generan algunas condiciones recurrentes.

La polarización fue una de ellas. La historia de las Revoluciones recuerda siempre a los radicales y a los defensores del statu quo, y siempre las voces moderadas fenecen ante los extremismos de quienes quieren cambiarlo todo y quienes quieren que no cambie nada. Esa polarización se sobrevino en Guatemala.

Otra condición es el desplome de los depuradores que iniciaron el cambio político. Los Cromwell, Robespierre y Maderos terminan cayendo víctima de la Revolución que ellos mismos iniciaron. La consolidación del cambio político cae en los hombros sobreviven la polarización y la lucha por el poder, al estilo de Guillermo de Orange, Napoleón y Plutarco Elías Calles. Esa dinámica se vive hoy en Guatemala, con los promotores del proceso depurador en franca retirada.

La tercera condición es el resultado subóptimo del proceso. Al estilo de la final de Game of Thrones, el poder generalmente no queda en manos de las fuerzas que protagonizaron la contienda, sino del actor que mejor logra posicionarse en medio del caos político. Las elecciones 2019 parecen adentrase en esa dinámica, con una competencia entre tres o cuatro candidatos “enanos” aspirando a voltear a Sandra Torres en segunda vuelta.

El riesgo latente en estos procesos es el caos. La polarización, el desplome de los depuradores y la temporalidad que toma gestarse el resultado subóptimo vienen acompañados de procesos de violencia y anarquía. Ninguna de las dos se ha hecho presente en el escenario guatemalteco. Pero lo cierto es que los fantasmas de la anarquía se posan amenazantemente sobre el firmamento.

Presidentes electos con antejuicios pendientes de resolver. “Enanos” victoriosos pero sin capacidad efectiva de gobernar.  Cortes desgastadas y un irrespeto generalizado a sus resoluciones. Organismos del Estado atomizados o desarmados. Todos estos fantasmas sí aparecen en la ecuación guatemalteca.

El riesgo entonces es replicar la maldición del náufrago que nada durante horas para sólo darse cuenta de que se alejó más de la orilla.

Alejarse de la orilla implica que mientras perdura la anarquía, las mafias se reagrupen y encuentren nuevas formas de operar el control del territorio y de los espacios de poder. Si la cooptación del poder central fue muy evidente, quizá reconozcan que en lo territorial sirve igual sus objetivos pero son el nivel de desgaste.