
El poder debe tener límites
La corrupción tiene un costo muy alto para los países. Los funcionarios públicos toman ventaja de su posición de poder para enriquecerse, mientras el resto de la población no tiene servicios públicos de calidad.
En el caso de Guatemala, los niveles de corrupción son obscenos. Cada cuatro años, vemos a diputados, gobernadores, ministros y hasta presidentes volverse millonarios con el dinero de los guatemaltecos.
Nos hemos acostumbrado a que los funcionarios roben a manos llenas. Hemos tenido casos de hospitales, carreteras, escuelas, puentes y muchas obras más que nunca se terminan porque hubo corrupción de por medio. El funcionario y la “empresa” que se contrató salen con grandes cantidades de dinero, mientras las obras quedan tiradas.
Una élite política corrupta se hace millonaria a costa de todos los guatemaltecos y procuran controlar las instituciones del país para garantizarse impunidad.
Esa corrupción es la evidencia que tenemos cortes, jueces y fiscales que no cumplen su deber. En vez de impartir justicia y castigar a los corruptos, terminan siendo sus defensores.
En los últimos meses, hemos visto bastantes políticos salir libres y hasta se les está devolviendo sus propiedades millonarias. ¿De dónde sacaron ese dinero?
En otras palabras, el poder político en Guatemala no tiene límites. La élite política roba a manos llenas porque sabe que nunca enfrentará la justicia.
Para evitar esos altos niveles de corrupción, debemos construir instituciones republicanas, con cortes independientes y un Ministerio Público que de verdad persiga la corrupción y no a sus enemigos políticos.
Si no ponemos límites al poder, nunca alcanzaremos el desarrollo.
*Columna publicada originalmente en Nuestro Diario el 10 de julio