Linchamientos ¿La solución a la impunidad?

Linchamientos ¿La solución a la impunidad?
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Paul Boteo es Director General de Fundación Libertad y Desarrollo. Además, es catedrático universitario y tiene una maestría en Economía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. 
14 Oct 2014

El linchamiento ocurrido el fin de semana en Sololá, ha desnudado nuevamente la precariedad del Estado de Derecho en Guatemala.

Linchar a un ser humano es una de las expresiones más salvajes que puede manifestar cualquier sociedad. Significa retroceder siglos en la evolución de la civilización, ya que desatiende principios básicos como la presunción de inocencia de cualquier acusado, así como el derecho a la legítima defensa y a un proceso libre de vicios. Una turba decide, guiados más por emociones primitivas que por razones válidas, que la persona acusada debe morir.

Algunos defienden este tipo de actos, argumentando que la violencia ha llegado a niveles insoportables y que por tanto la población no tiene más remedio que tomar cartas en el asunto. Aducen que si entregan a los supuestos criminales a la policía o al sistema judicial, muy pronto saldrán libres, por lo que la única opción es tomar la justicia por las propias manos, como un acto de legítima defensa.

No dudo que estos argumentos hacen eco de la desesperación de la población, ante la impunidad con la que actúan los criminales en el país. Efectivamente, contamos con un Estado que no ha cumplido con la función básica de proteger la vida y la propiedad de las personas, lo que puede llevar a que la población tome medidas extremas.

“El linchamiento es una venganza, pero bajo ningún término significa justicia.”

Sin embargo, los linchamientos tienen efectos nocivos para una sociedad. En primer lugar, se presta para que personas inocentes sean víctimas de turbas enardecidas. En medio de un linchamiento no se escuchan razones. Las personas pueden acusar injustamente a un individuo de cometer actos criminales, sin que éste tenga el derecho de defenderse. ¿A cuántas personas inocentes se habrán linchado en este país?

En segundo lugar, aun cuando una persona sea culpable de un delito, éste debe ser juzgado por un sistema de justicia que le garantice un proceso adecuado, y también debe recibir una condena acorde al delito cometido. ¿Qué legitimidad tiene un grupo de personas cegadas por la furia de juzgar a un conciudadano? ¿Podrán ser justos y ecuánimes cuando lo que guía su actuar son las emociones? El linchamiento es una venganza, pero bajo ningún término significa justicia. Ésta última debe cumplir una serie de requisitos que garanticen ciertos derechos básicos al acusado y que al mismo tiempo atienda prontamente a las víctimas.

En tercer lugar, apoyar los linchamientos significa promover el caos. En una sociedad avanzada, el Estado es el único que debe tener el monopolio de la fuerza. Si cada quién busca la justicia por su propia mano, más pronto que tarde, tendremos matanzas indiscriminadas. Cualquiera podría ser víctima de un linchamiento, promovido por enemistades, más que por delitos cometidos.

Por último, los linchamientos pueden dañar seriamente la salud emocional de los individuos y afectar los tejidos sociales. Las personas que presencian un linchamiento pierden sensibilidad hacia el dolor del prójimo. Muchos niños han presenciado cómo una persona es quemada viva, con el jolgorio de las turbas que le rodean. ¿Qué traumas pueden dejar estas imágenes en la mente frágil de un niño? ¿Qué es lo que está aprendiendo de ese acto? ¿Cómo afectará esta experiencia su forma de relacionarse con el prójimo y la sociedad?

Fortalecer el sistema de justicia puede resultar un proceso demasiado complejo y demorado para muchas personas. Sin embargo, la convivencia pacífica depende en que sigamos ciertos principios y procesos que se aplican en sociedades más avanzadas que la nuestra. Nada justifica que una persona sea linchada. Eso es un crimen, jamás un acto de justicia.