¿Tiene esperanza Guatemala?

¿Tiene esperanza Guatemala?
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Paul Boteo es Director General de Fundación Libertad y Desarrollo. Además, es catedrático universitario y tiene una maestría en Economía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. 
21 Mar 2017

La pregunta obligada ante una tragedia como la ocurrida en el Hogar Virgen de la Asunción es hasta cuándo vamos a seguir tolerando vivir en un país subdesarrollado, en donde la niñez apenas si tiene un futuro.

Lo sucedido en el Hogar Virgen de la Asunción pone en evidencia, una vez más, que el Estado que hemos construido es totalmente inoperante. Es un Estado incapaz de garantizar la vida y la integridad de los ciudadanos, sobre todo de los más vulnerables.

Las niñas que perecieron tuvieron una corta existencia llena de dolor, sufrimiento y desesperación. En algunos casos, los familiares cercanos les infringieron ese sufrimiento y en vez de encontrar refugio en este Hogar, experimentaron el infierno en la tierra. Lo más terrible es pensar que en estos momentos, hay miles de niños en Guatemala que están pasando por una situación similar o peor.

A estos casos trágicos, se le tiene que sumar el de los niños que en pleno siglo XXI, no tienen acceso a educación y tampoco a un servicio de salud que les garantice un crecimiento sano. Niños que viven en lo profundo de las montañas, cerca o incluso dentro de los centros urbanos, que no tienen ninguna perspectiva de futuro. Lo más probable es que morirán tan pobres como nacieron. Es la historia trágica que se ha repetido durante generaciones y que no parece terminar en Guatemala.

Niños en las calles y semáforos pidiendo limosna, en vez de atender la escuela. Niños trabajando para ayudar al sustento de su hogar. Niños involucrados en maras, víctimas de redes criminales, cuyo final sólo puede ser la cárcel o una muerte violenta. Niños asesinados por las balas perdidas que todos los días se disparan en Guatemala. Es el país que tenemos, por más que volteemos la cara y no queramos verlo. Es la evidencia de una sociedad que ha fracasado en la búsqueda por encontrar el camino del desarrollo y la prosperidad.

En una sociedad en donde los habitantes tienen los ingresos suficientes para vivir dignamente, el panorama es totalmente distinto. Es un país de oportunidades laborales y de movilidad social, algo que pareciera ser un sueño lejano para Guatemala.

La pregunta obligada ante una tragedia como la ocurrida en el Hogar Virgen de la Asunción es hasta cuándo vamos a seguir tolerando vivir en un país subdesarrollado, en donde la niñez apenas si tiene un futuro. Hasta cuándo la indignación será lo suficientemente grande, como para decidirnos a construir un país distinto.

Si en algún lugar se puede encontrar una esperanza de cambio en una sociedad es en los centros urbanos. En aquellos ciudadanos que han superado la pobreza y que tiene los medios suficientes para educarse, reflexionar sobre su sistema de gobierno y actuar en consecuencia. La responsabilidad del cambio no puede recaer en alguien más.

Edmund Burke, el célebre filósofo inglés, dijo hace más de dos siglos que un “Estado sin medios para cambiar carece también de medios para conservarse”. Y es de cuestionarnos hasta dónde puede degradarse nuestro Estado, si no lo reformamos. Las acusaciones por narcotráfico de parte de Estados Unidos en contra de funcionarios del gobierno anterior, nos debe hacer reflexionar que probablemente estábamos a punto de entrar en uno de los períodos más sombríos del país.

El fracaso de las naciones se debe al diseño inadecuado de los Estados. Sin un Estado que garantice los derechos individuales y que brinde ciertos servicios públicos básicos, como salud y educación, es imposible lograr el desarrollo. Y debe ser un Estado que sea capaz de atraer a los profesionales del más alto nivel de la sociedad. Burke lo ponía en estas palabras: “¡ay del país que (..) considere que una educación escasa, una visión limitada de las cosas y una ocupación sórdida y mercenaria son los mejores títulos para ejercer el mando!”.

¿Tiene esperanza Guatemala? Cuándo vemos la situación de la niñez en el país, pareciera que no. El panorama es por demás desalentador. Sin embargo, si fuéramos capaces de indignarnos lo suficiente, talvez podríamos construir un futuro distinto.Ojalá ésta no sea una coyuntura más. Ojalá no volvamos a sentarnos cómodamente en el sillón de nuestra sala.

Publicación original en El Periódico.